domingo, noviembre 12, 2006

MUERTES EN LA HISTORIA + SILENCIO DE LOS INOCENTES

Cuatro chicos, cuatro criaturas, cuatro niños han abonado la literatura y la historia de nuestra patria. Y el llanto y la muerte de esos inocentes resuenan desde el pasado y golpean sobre el presente. Es el silencio de los inocentes que no pueden gritar pero que algo nos dicen: el bebé que el indio mata delante de la cautiva y que se colvierte en molestian y ayuda en la silenciosa pelea que se produce entre Fierro y el indígena; el chico rubio, el cautivo rubio a quienes los indígenas sacrifican porque consideran (tal vez no sin razón) que son los blancos los cuasantes de la peste; el chico al que le vuelan la cabeza cuando el toro descontrolado se escapa del matadero de Echeverria y el lazo hace un movimiento inesperado cercenándole la cabeza y manteniéndo el resto del cuerpo erguido sobre uno de los troncos de los corrales... Y el chico al que Santos Perez mata sin razón, porque sí, cuando en la emboscada de Barranca Yaco da cuenta de Facundo... Desde algún lugar de la historia nos están diciendo algo.

021. DEMASIADA SANGRE HAY EN NUESTRA HISTORIA

“Facundo, con gesto airado y palabras groseramente enérgicas, le hace entender [al doctor Ortiz] que hay mayor peligro en contrariarlo allí, que el que le aguarda en Barranca Yaco, y fuerza es someterse sin más réplica. Quiroga manda a su asistente, que es un valiente negro, a que limpie algunas armas de fuego que vienen en la galera y las cargue: a esto se reducen todas sus precauciones.

Llega el día, por fin, y la galera se pone en camino. Acompáñale, a más del postillón que va en el tiro, el niño aquel, dos correos que se han reunido por casualidad y el negro, que va a caballo. Llega al punto fatal, y dos descargas traspasan la galera por ambos lados, pero sin herir a nadie; los soldados se echan sobre ella, con los sables desnudos, y en un momento inutilizan los caballos y descuartizan al postillón, correos y asistente. Quiroga entonces asoma la cabeza, y hace, por el momento, vacilar a aquella turba. Pregunta por el comandante de la partida, le manda acercarse, y a la cuestión de Quiroga “¿Qué significa esto?”, recibe por toda contestación un balazo en un ojo, que le deja muerto.

Entonces Santos Pérez atraviesa repetidas veces con su espada al malaventurado secretario y manda, concluida la ejecución, tirar hacia el bosque la galera llena de cadáveres, con los caballos hechos pedazos, y el postillón, que con la cabeza abierta se mantiene aún a caballo. “¿Qué muchacho es éste? –pregunta, viendo al niño de posta, único que está vivo-. –Este es un sobrino mío –contesta el sargento de la partida-; yo respondo de él con mi vida”. Santos Pérez se acerca al sargento, le atraviesa el corazón de un balazo, y en seguida, desmontándose, toma de un brazo al niño, lo tiende en el suelo y lo degüella, a pesar de sus gemidos de niño que se ve amenazado de un peligro.

Este último gemido del niño es, sin embargo, el único suplicio que martiriza a Santos Pérez; después, huyendo de las partidas que lo persiguen, oculto en las breñas de las rocas, o en los bosques enmarañados, el viento le trae al oído el gemido lastimero del niño. “ (SARMIENTO, FACUNDO. CIVILIZACION O BARBARIE)