miércoles, febrero 18, 2009

373. TODO COMIENZA HOY + ¿TODO DEPENDE DE MI?




Para quienes estamos en educación TODO COMIENZA HOY (Francia, 1999) es una película que trae demasiadas resonancias. Esta dirigida por Bertrand Tavernier, con la participación de Philippe Torreton, Maria Pitarresi, Nadia Kaci, Françoise Bette, Christine Citti, Emmanuelle Bercot.

Tiene resonancias porque refleja muchas de nuestras realidades: desde los ámbitos de trabajo, la presencia y la problemática de los docentes… hasta esa presencia plurifuncional y omnipotente (¿?) del director que está en todos los lugares tratando de resolver al mismo tiempo todos los problemas y sabiendo que no termina por neutralizar ninguno de ellos.

Llama la atención que sea una película francesa sobre una realidad educativa francesa que exhibe sin vergüenza lo que también pasa en lugares en donde – se supone – la educación tiene resuetos muchos de sus problemas porque hay (¿hay?) un presupuesto que atiende y priroiza la educación. Parece que no es totalmente cierto o que por lo menos – en algunos lugares – no es así. Y la película testimonia la presencia de uno de esos lugares… que seguramente es representativo de algunos (o muchos) otros.

Para quienes vivimos en la escasez (y no en la abundancia) las situaciones nos son demasiado familiares: los entornos, los tipos de padres, los problemas de los alumnos, las cuestiones presupuestarias, la presencia administrativa y burocrática del inspector, la ausencia del estado (o su presencia funcional pero ineficiente) y ese papel se salvador heroico que deben desempeñar las los directores para que las instituciones sigan en pie.

Hasta el episodio del robo, con la destrucción innecesaria de las instalaciones nos hace recordar nuestros noticieros y los frecuenetes ataques a las escuelas que con son profanadas no sólo porque se les sustrae todo lo que puede servir ( o no), sino que se trata de destruir lo que es propio de la escuela, lo que no le sirve al ladrón… pero que forma parte de goce del robo y de la destrucción. Se ve que en Europa (por lo menos en Francia) también se consigue.

"Toda la vida habrá pasado sin que hayamos hecho nada". Así comienza la película, con esta sentencia expresada, a modo de un monólogo interior, por Daniel Lefebvre, protagonista principal de esta historia.

Como un anticipo de la temática central de la obra, Daniel, conduce su auto una mañana fría de invierno y, por más que lo intenta, no consigue cerrar la ventanilla completamente. Queda una rendija por donde se cuela el aire frío. Él se levanta el cuello del abrigo intentando parar el viento helado. Este suceso, mínimo, sobrevolará toda la película y marca la imposibilidad de los personajes para reparar la realidad adversa que continuamente se va presentando.

Todo comienza hoy está ambientada en Francia, en el año 1998, y se desarrolla, fundamentalmente, en un jardín de infantes. Daniel Lefebvre, escritor por vocación, es el director del establecimiento y la trama de la película avanza a través de innumerables conflictos sociales que, de alguna manera, se hacen explícitos (y explotan) en la institución: falta de material, escasez de personal, superpoblación escolar, desconfianza en los gremialistas docentes, impericia e indolencia de los inspectores, etc. También, a través del acercamiento de los padres al Jardín, se hacen evidentes conflictos como los que siguen: Desocupación (era un pueblo minero y la mina cerró). Hambre (provocado por la caída del empleo). Indolencia del gobierno local (retiros de tickets para comida, por ejemplo) y del estado nacional (priorizan las políticas económicas sobre las educativas y las de salud. Modelo neoliberal). Exceso de bebida y Violencia familiar (un chico con su cuerpo marcado por los golpes). Desesperanza (un matrimonio joven duerme hasta tarde porque, por más que lo intentan no consiguen trabajo). Salidas extremas frente a situaciones sin solución, etc.
En medio de todo este mundo social está la escuela y su actividad con los chicos del Jardín, atendiendo a los niños y a sus padres, tironeada por las obligaciones de su función (inspector) y las demandas importergables de la sociedad (asistentes sociales) frente a un Estado que promete mucho y hace poco, porque debe repartir como puede los limitados fondos municipales. El eje de esa escuela es su Director, Daniel, en medio de un número importante de maestras.

Daniel, por su forma de ser, se involucra en cada una de las problemáticas que se van presentando. Esto hace que, prácticamente, esté todo el tiempo pensando y resolviendo cuestiones de su trabajo, a lo que hay que agregar los conflictos que tiene con su propia familia (tiene un hijastro) y de su familia paterna (ya que su padre – a quien debe ayudar – lo ha maltratado cuando era niño). La película parece desnudar en un floreciente país desarrollado y europeo los mismos males que padecemos en estas latitudes… donde la escuela (en este caso el Jardín) funciona de última y única frontera.

La situación económica no parece propia de inmigrantes que no logran resolver el ingreso en la sociedad francesa: son franceses que carecen de las necesidades básicas: luz, gas, alimentos, subsidio del estado… El Director es una especie de mediador social que – para salvar a los hijo – interce por los padres. Pese a todo, su preocupación pedagógica no decae, cuando anima una clase, canta con los niños, organiza la fiesta o reclama a los padres la asistencia y la puntualidad de sus hijos.

No sólo hay un tema que resuena muy conocido en nuestros oídos: el número de alumnos por aulas. El Director reclama que se cumplan con las ideas pedagógicas proclamadas y que no sumen alumnos que imposibilita el trabajo educativo serio.

Algunas de sus salidas (literalmente) de la escuela son tana arriesgadas e insólitas que puede parecer propias de héroes y poco creíbles: expulsar a una funcionaria social del gobierno (cerrando la puerta violentamente cuando sabe que no trae respuestas sino mas trámites), irrumpir en el despacho del intendente, interrumpir una reunión de vecinos… la figura del Director de un Jardín parece adquirir una dimensión poco usual.


Hay una voz del director de la escuela que recorre la película y que parece dejar una rendija para que entre la esperanza (tal vez la misma de la ventanilla del auto de Daniel Lefebvre). La mujer de Daniel le regala una lapicera para que siga escribiendo: para que siga intentando reparar la realidad, también, a través de su pluma. Pero antes, casi al comienzo de la película, la maestra más antigua dejó una frase: "Dar afecto, parece ser lo único".
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Tal vez el lado débil de la película sea ese liderazgo salvador y heroico que neutraliza otros compormisos: son sus docentes los que deben sumarse con él en la lucha, los que deben hacerse cargo de algunas de las cuestiones… y son los padres desprotegidos y pobres los que puede encontrar en el Director un referente para su propia organización, para demandar lo que necesitan, para mejorar su estado. Este Daniel – redentor se pone a hacer cosas, “comienza ya” y eso no está mal.. pero – tal vez – no comenzar enseguida, sino pensar en cierta gestión compartida y mecanismos de asociación para reflexionar juntos diversas alternativas, sea una salida política, social y educativamente más acorde a los tiempos que vivimos.