sábado, junio 21, 2008

315. LA JOVEN VIDA DE JUNO


Cuando uno ingresa al universo de la película La joven vida de Juno (Juno, EE.UU./2007. Dirección: Jason Reitman. Con Ellen Page, Michael Cera, Jennifer Garner, Jason Bateman, Allison Janney, J. K. Simmons, Olivia Thirlby. Guión: Diablo Cody. 96 minutos. Oscar al mejor guión) tiene la impresión de entrar en un mundo diferente. Porque ese mundo de los adolescentes – 16/17 años – es un territorio al que nos cuesta asomarnos sin asombrarnos o desorientarnos. Y sin cuestionarnos.

Juno – en una construcción actoral impecable – es una estudiante de 16 años que queda sorpresivamente embarazada de un compañero con el que no sabe muy bien qué vínculos lo unen. Ambos debutan – afirman – como “sexualmente activos”. No se desencadena el drama ni en sí misma, ni en su entorno, ni siquiera en su familia: pero ella es la que debe crecer para encontrarle la vuelta a su nueva vida, ya que a partir de ese momento todo será descubrimiento: en su cuerpo, en sus costumbres, en sus compañeros, en quienes lo rodean.

A nadie se le puede pedir que sea experto en aquello que vive por primera vez: por eso cada uno de los actores involucrados va procesando ideas, sentimientos, decisiones. Incluido el universo de los adultos: el padre y la madrastra llaman la atención por la serenidad con que reciben la noticia (se alegran que no se trate de una expulsión del colegio o de un asunto de drogas) y acompañan el proceso; los educadores de la escuela están ausentes, ya que sólo se menciona una discutible clase de educación sexual; la pareja que aparece como solución para el recién nacido vive situaciones de inmadurez y una manifiesta incompatibilidad que los llevará irremediablemente al fracaso. Los adultos no solamente no representan un mundo seguro y perfecto, sino un espejo demasiado frágil en el que cuesta reflejarse.

Lo curioso de la película es que no se plantea – en principio – ni el problema del embarazo indeseado y adolescente, ni se plantea la legitimidad o no del aborto. Puede ser que ambas cuestiones sean relevantes, pero en el universo de pensamiento y de discurso de estos chicos no es ese el planteo (sólo hay una escena – previa a la consulta en una organización pro abortista – en la que una compañera oriental le pide a Juno que no aborte) sino que en realidad lo que todos discuten es “qué hacer con sus vidas”. No se pone en cuestión los principios morales, el bien o el mal, lo correcto o lo censurado: el tema se instala como naturalmente, como propio de un momento en que muchas cosas parecen generacionalmente naturales. Los temas, principios o referencias religiosas son directamente ignorados.

Frente a estas realidades estamos nosotros los adultos, como están en su sitio los adultos de la película, haciendo lo que debemos o podemos y tratando de construir los discursos propios de la educación. No siempre coherentes, apropiados, convincentes, seguros, verdaderos. No es que lo que haga, piense, diga o acepte la nueva generación sea deseable y bueno, sino que es la realidad con la que podemos y debemos trabajar. Porque a pesar de su aparente seguridad y sus discursos agresivos hay mucha vulnerabilidad, debilidad, necesidad (la charla con el esposo del matrimonio que se hará cargo del bebé y con el padre son pruebas de ello)

Para los adolescente de esta generación – y es posible notarlo a diario en las aulas – no se tratar de dramatizar, alterarse, tomarse todo a la tremenda, sino de encontrar en todo el sentido del humor, el tono adecuado, el momento, la persona y el lugar para tratar de abordar los temas y problemas con serenidad.

Principalmente al final – cuando aparece el fantasma de la soledad y Juno no termina de saber con quien, además de su amiga, puede compartir su vida - hay una creciente construcción de la idea de confianza en los valores humanos: la fidelidad a uno mismo y a sus compromisos, los afectos sinceros y el verdadero sentido del amor, que emerge del casual pero sabio diálogo con su padre. La imperceptible y sólida maduración interior la convence de varias ideas: el amor se construye, las parejas se mantienen unidas si se respetan como tales y se aceptan como son y la relación sexual y el embarazo que deberían haber llegado como consecuencia del amor, aunque hayan representado para Juno y su pareja el pasaporte para descubrirse y enamorarse.

La estética de la película es muy adolescentes (paisajes, dibujos, colores, el cambio de las estaciones, habitaciones, clima y lugares de la escuela, prácticas de deportes). Curiosamente hay íconos de la cultura adolescente que, por alguna razón, están ausentes: teléfonos celulares, televisión o computadora (asociadas a videojuegos, chateo, o internet).

Una oportunidad para descubrir a los nuevos sujetos, para comprenderlos, e intentar una educación en diálogo con sus códigos puede ser una estrategia para revitalizar la presencia de los adultos significativos y la verdadera educación.