domingo, enero 11, 2009

361. LA FORMA DE LAS COSAS + AUTOR

Neil LaBute es un dramaturgo americano que dará que hablar. De hecho, ya está dando que hablar: es uno de los más reconocidos enfants terribles del Off-Broadway y del cine independiente, bendecido por la crítica (inglesa y norteamericana) y que ha conseguido algo tan difícil para los jóvenes americanos de su generación como estrenar, dos temporadas seguidas, en el Almeida, el teatro más prestigioso de Londres. LaBute, de origen canadiense y de religión mormona (lo cual es bastante singular), tiene 35 años y ya ha rodado cuatro películas -In the company of men, su debut, premio de la crítica de Nueva York; Your friends and neighbours; Nurse Betty (presentada en el festival de Cannes), y Possession-. Con The shape of things (2001), LaBute lleva siete obras estrenadas, las cuatro primeras en circuitos alternativos. En 2000 presentó Bash en el Almeida, que en 1999 había estrenado en el Douglas Fairbanks Theater, en Nueva York; son tres piezas en un acto terroríficamente duras, tres 'tragedias contemporáneas' sobre el mal en estado puro. La forma de las cosas (The shape of things) ha sido la sensación de la temporada en Londres, en buena medida por su reparto, compuesto por jóvenes estrellas de Hollywood, pero sobre todo por su capacidad polémica. La pieza es una comedia negra brillantísima, soberbiamente construida y dialogada, que gira en torno a los límites del arte contemporáneo, aunque su tema básico es la manipulación de las relaciones humanas.

Sus protagonistas son cuatro adolescentes, Evelyn, Adam, Jenny y Philip, de una pequeña ciudad de provincias. Adam es un joven estudiante, inteligente y sensible, que sólo vive para los libros y no tiene el menor éxito con las mujeres. Jenny y Philip son sus mejores amigos. Para pagarse los estudios, Adam trabaja como vigilante en un museo de la ciudad, donde conocerá a Evelyn, la chica de sus sueños (hermosa, rebelde, imprevisible, 'artista'), cuando ésta se dispone, con toda tranquilidad, a pintar con un aerosol una enorme polla sobre la hoja de parra que cubre las vergüenzas de una escultura. Como responsable de la sala, Adam intenta evitar que Evelyn pinte el graffiti, pero ella acaba convenciéndole de que su acción es una 'intervención artística', una respuesta al conservadurismo de su ciudad. Al final de esa primera escena, Adam ya está completamente fascinado por el perfil rebelde de Evelyn: le dice que nunca ha conocido a nadie como ella, la invita a cenar y acaban en la cama. Antes de acostarse juntos, Evelyn insiste en filmar el encuentro con una cámara, porque dice que le excita mucho más. Adam, embobado, acepta. Asistimos, poco a poco, al proceso de reeducación de Adam, que, a instancias de Evelyn, comienza a cambiar físicamente.

Cambia de vestuario, sustituye sus gafas por lentillas, adelgaza, acude a un gimnasio e incluso se somete a una operación de cirugía estética para reducir el tamaño de su nariz. Adam se siente un hombre nuevo, fuerte, atractivo, y con una novia espléndida, 'moderna' y rompedora. Tan seguro de sí mismo se encuentra que no tarda en producirse una fuerte corriente de atracción entre Adam y Jenny, la novia de Philip. En el último tercio de la función, Evelyn, que ha descubierto su relación con Jenny y se la ha revelado a Philip, lo que ha provocado la ruptura de la pareja, exige a Adam, como muestra de amor hacia ella, que rompa definitivamente con ambos.

Adam accede, y en la penúltima escena se ven los tres por última vez, en la sala de conferencias, atiborrada de público, donde Evelyn va a presentar su trabajo de licenciatura en arte. En un discurso de una frialdad inesperada, impersonal, creciente, aterradora, Evelyn revela que su trabajo es una 'escultura humana'. Eligió a un hombre al azar (Adam, naturalmente) para enamorarle y así poder 'modelarlo' a su antojo (¿una recreación muy ingeniosa de Pigmalión?) Mientras habla, Evelyn va mostrando diapositivas del antes y el después de Adam: sus ropas, su rostro con y sin gafas, antes y después de la operación de cirugía estética; los vídeos de ambos haciendo el amor, etcétera. Evelyn acaba su larga exposición manifestando que no siente remordimiento alguno, que no cree en nada salvo en el arte y que un artista ha de pasar por encima de todo para realizar su obra. Philip y Jenny abandonan la sala de conferencias entre espantados y asqueados.

360. LA FORMA DE LAS COSAS

La frescura del diálogo, la espontaneidad de los personajes, la absoluta sinceridad con que se relacionan, son el mejor recurso para el engaño. Porque en realidad uno piensa que todo es una verdadera trama de amores y desamores juveniles, con nuevos códigos, fieles a lo que siempre hace, produce, genera el amor. Porque lo que la hermosa EVELYN hace con ADAM no es mas que una progresiva transformación propia de las relaciones de amor… se trata de convertir al otro en una adecuación de los propios gustos. De hecho, en un diálogo entre las dos chicas (Evelyn y Jeny) lo manifiestan: la posibilidad y la necesidad de cambiar a los otros y de hacerlos a nuestra imagen…

El problema es que los cambios, nos cambian…y mutan nuestras relaciones. Y eso es lo que pasa. Si uno cambia, todo cambia… Pero no es ese el lugar a dónde nos lleva la trama y el autor: ADAM, JENNY Y PHILIPS – sentados entre los espectadores –no pueden imaginar que el presunto amor no es verdad o forma parte de otra verdad (el arte),que EVELYN ha hecho con ADAM un experimento de transformación, que su fingido amor es solo un recurso para probar su tesis: con la materia prima (persona humana) y con su cincel(los afectos y amor) uno puede lograr y probar transformaciones extraordinarias. El se convierte en algo absolutamente instrumental y funcional.

El autor lleva hasta el extremo, hasta el ridículo lo que puede ser en realidad una práctica oculta entre nosotros. Juega muy bien con el concepto de verdad /no verdad; de subjetiva construcción de la realidad, de los otros, de la mirada… por lo que todo, absolutamente todo, es discutible, opinable, propio. Si en Pigmalión, el artista cambia para liberar y hacer crecer al otro, aqui, el cambio se produce para generar la mayor subordinación de los otros...¿Una curiosa y crítica mirada de cierto tipo de arte de nuestro tiempo? En manos de un elenco joven es todavía más contundente, porque parecería ser el código de los nuevos tiempos, al que mejor se adaptan los nuevos.

Cuantas veces – sin llegar a la deliberada y genial exageración de Lein Labute – somos objetos (o somos sujetos) de esta manera de manipular a los otros, de conquistarlos para “probar algo”: lo que somos, lo que podemos lograr, la debilidad del otro, la fragilidad de su poder, lo que sea…A la mas linda, al mas feo, al profesor, al jefe, a la secretaria, a la mujer casada, a la solterona, a la exquisita, a la histórica, al que tiene una sexualidad diferente. A veces nosotros mismos no podemos creer que alguien se haya fijado en nosotros…y terminamos sospechando que somos parte de una trama, de un juego, que no descubrimos pero que con seguridad está allí agazapada para saltarnos y matarnos con una decepción… No es tan inverosímil el planteo de la obra: como el arte no trabaja con la verdad sino con la verosimilitud, cualquier parecido con la realidad es deliberada pero sospechosa coincidencia. Recuerdo a alguien, a quien reiteradamente le dije, por meses: “No es verdad. No puede ser. Esto es un sueño, es un imposible: yo soy apenas un arroyito y vos vivís rodeada de ríos torrentosos… ¿por qué fijarte en mi?”. “Precisamente por eso.”, me respondió, y agregó: “Cuando descubran por qué te elegí, vos que nunca fuiste ni sos un arroyito, serás para todos un río caudaloso”. Confieso que cuando desde la primera fila, butaca 17 veía las primeras escenas, pensé inmediatamente en ella.

La obra tiene en la dirección a Daniel Veronese y está protagonizada por Fernán Mirás, Griselda Siciliani, Magela Zanotta y Sergio Surraco, en el Multiteatro de la calle Corrientes. Hay – además-un ingenioso y dinámico manejo escénico para definir con rapidez los cambios de lugares, situaciones y personajes.