domingo, septiembre 14, 2008

336. EMPIRISMO, MIRADAS Y PECADOS

No era la misma ventana. Desde mi lugar de trabajo, merodeando entre los empiristas ingleses del siglo XVI y del siglo XVIII, entre libros, apuntes, fotocopias y las pantallas de las computadoras, llegaban los movimientos del piso de abajo, del edificio de la izquierda. La pareja estaba allí celebrando un encuentro programado. No los conocía. Nunca lo había visto, pero las caras se recortaban contra los vidrios de las ventanas cuando él la abrazaba desde atrás y recurría con sus besos su cuello, su nuca, su espalda. Creo que cuando comenzaron a desprenderse de la ropa ya se había ido a una habitación interna y yo había regresado a un cuadro en el que comparaba el recorrido de los diversos términos que atraviesan el planteo gnoseológico de los ingleses y ponen en cuestión los problemas metafísicos.
Estaba cerrando el cuadro, cuando me levanté a buscar un libro de mi biblioteca y me asomé a la ventana. Allí estaba ella: allí estaba la vecina de la casa. A ella sí la había visto un par de veces y hasta nos habíamos saludado: estaba intentando entrar al departamento, pero la llave se lo impedía. La veía observando por los vidrios de las puertas que - aunque opacos - permitía divisar el interior. No sé lo que vio, pero vio mucho porque yo operaba como el Dios de Boecio (previdente, al menos) : ellos estaban tratando de vestirse apresurados, de cerrar las puertas, de ordenar la ropa, de volver a una normalidad imposible. Me quedé atrapado por la escena, porque mi mirada (sartreana) le quitaba libertad a los amantes, pero mas poderosa que nunca, le quitaba libertad a la mujer que sometía con sus miradas a los infieles. Hay un juego de miradas que se cruzaban y el destino crucificaba por cierto a quienes se reconocían des-cubiertos, mirados, condenados.
Finalmente la puerta se abrió y la mujer entró furiosa, con gritos que se imaginaban, aunque . por la lejanía - no se oían. Yo jugaba con las distancias y con las miradas: un libro de Hume, mi propia ventana que pedía una limpieza, los furtivos amantes descubiertos que se habían dividido, la mujer que avanzaba, y la vida que seguía con su ritmo infernal en las calles.
Ignoro como terminó todo. Hoy que tengo entre mis manos los escritos de ese día, me viene a la memoria esa imagen que se asoció a la trama de las impresiones, las ideas, el inmaterialismo, la sustancia, la existencia o la imposibilidad de Dios, el tratado de la visión, esse est percipi, las desventuras del pensamiento... me asomo y veo las ventanas cerradas, muy cerradas, y mínimos movimientos. En varios lugares deberán estar re-escribiendo decisiones e historias. Es mejor refugiarse en el pensamiento.