miércoles, diciembre 03, 2008

346. ¿PARA QUE SIRVEN LOS JUECES?

-Señor marqués, razonáis como coronel de dragones que sois; dejadme a mí que vea las cosas como magistrado, persona sagrada e indispensable al Estado y que no se expone jamás a la ligera.-¿Tú persona indispensable al Estado, presidente? Hacía mucho tiempo que no me reía, pero veo que tienes ganas de que me dé esa convulsión. ¿Y a qué santo te has creído, te lo ruego, que un hombre de oscura extracción por lo general, que un individuo siempre rebelde contra todo lo bueno que pueda desear su señor, al que no sirve ni con su bolsa ni con su persona, que se opone sin cesar a todos sus buenos propósitos, cuyo único fin es el de fomentar la división de los particulares, ahondar la del reino y vejar a los ciudadanos..., te repito, ¿cómo puedes creer que un ser semejante puede ser precioso para el Estado?
(…)
-¿No os gusta la toga, verdad, marqués?
-No os lo oculto, presidente; sólo me gustan las profesiones útiles: todo aquel que no tiene talento más que para fabricar dioses o para matar hombres, me ha parecido siempre un individuo consagrado a la indignación pública y al que se le debe ridiculizar u obligar a que trabaje a la fuerza. ¿No creéis, amigo mío, que con esos dos hermosos brazos que os ha dado la naturaleza, no seríais infinitamente más útil en un carro que en una sala de justicia? En el primer caso haríais honor a todas las facultades que habéis recibido del cielo... En el segundo, no hacéis más que envilecerlas.
-Pero es necesario que haya jueces.
-Más valdría que no hubiera más que virtudes, podrían adquirirse sin necesidad de jueces, con ellos se las pisotea por doquier.
-¿Y cómo queréis vos que se gobierne un Estado...?
-Con tres o cuatro sencillas leyes promulgadas en el palacio del monarca y observadas en cada clase por los ancianos de la clase en cuestión; de esa manera cada estamento tendría sus pares y un gentilhombre que fuera condenado no tendría que sufrir la espantosa afrenta de serlo por algún bellaco como tú, tan prodigiosamente lejos de ser digno de ello.-¡Oh!, todo eso nos llevaría a discusiones...
-Que van a acabar en seguida -interrumpió el marqués-, pues ya hemos llegado.” (Marqués de Sade: El presidente burlado)