En ese laberinto suburbano, policías, escuadrones especiales y marginales tienen el hilo de Ariadna para no perderse. Sólo quienes dominan el laberinto sobreviven, porque pueden refugiarse en él o salir de él.
La preparación de las tropas de elite recuerdan escenas de muchas películas norteamericanas, aunque no dejan de presentarse como un realismo extremo.
El cruce con la universidad, los debates burgueses, el consumo social de drogas, los libros de moda (Foucault y otros) es muy curioso: ese policía - anulando su identidad de tal - en las aulas y discutiendo el tema del poder, de la sociedad de la vigilancia y de control, poniendo en esos lugares "otra palabra", es una forma muy curiosa de plantear antinomias.
Hay un final que interpela: el policía (descubierto como tal y convencido de su vocación) enfrenta una manifestación para gritarles que la droga que consumen y que toleran (aunque rija la prohibición) es un producto clandestino de esa mundo violento que como policías combaten. Hay una contradicción ideológica, en ese defender y al mismo tiempo sostener la presencia (¿necesaria?) de las favelas y de la miseria.