martes, febrero 03, 2009

370. EL TIEMPO PASA, ¿NOS PONEMOS VIEJOS?

¿Me vas a querer cuando me vuelva vieja? Si te quiero nunca te veré vieja. Pero si dejo de quererte me daré cuenta cómo se han amontonado los años en tu cara, en tus ojos y en cada parte de tu cuerpo. Es el amor, son los afectos, los que relativizan las visiones del cuerpo y de los años. Los que queremos no tienen edad, excepto que – de forma repentina – una operación o una enfermedad nos lo devuelvan transformados en otros. Si no, sus cuerpos, sus rostros son siempre lo mismo. Por eso, tal vez, los padres no cambian para los hijos, que se vuelven incapaces de objetivarlos y que siempre lo miran desde su subjetividad.
Especialmente en el amor, amamos el cuerpo que nosotros construimos, amamos el cuerpo que emerge de su interior, de su intimidad; es al otro que hay allí – dentro – el que nos sale al encuentro, y entonces, los cuerpos hablan sus lenguajes sin usura (como dice Benedetti). Le digo a alguien “estás linda” y me responde es que estoy bien, bien con vos… y eso me transforma en linda. Si estuviera mal por dentro o mal con vos, me transformaría en objeto y me volvería fea.
El para ti y el para mi de la relación es determinante, porque el amor eterniza los cuerpo, los vuelve intemporables y amos siempre lo que queremos amar del otro, porque en el diálogo en todas las dimensiones, el cuerpo se asocia a todas las demás que no sufren los avatares y contratiempos de la edad.
Tal vez, ese sea el secreto de las relaciones virtuales: rescatar del otro algo que no se expone al cambio, construirlo y saberse construido: pura subjetividad, plena contrucción. Y el otro es lo que yo quiero que sea el otro… y yo dejo de ser para volverme lo quiero que sean…pero eso, ¿no es la esencia misma del amor?
¿Me seguirás queriendo cuando me vuelva vieja y fea? Nunca te veré ni vieja, ni fea. Mi mirada tiene un filtro que procesa las imágenes y las convierte en lo que deseo. Pero siempre que te siga amando, que nos sigamos amando.