domingo, octubre 26, 2008

340. DIFERENCIAS

Somos responsables de nuestras acciones. No de todas, pero de las mas importantes. Sobre cada una de ellas pesa una valoración. Nuestros actos nos identifican, somos los que hacemos, quedan las huellas de nuestras decisiones.
Hay actos que podemos regresar, corregir, enmendar, volver a hacer, pasar a limpio: una mentira puede volverse verdad, un agresión puede volverse reconciliación y un gesto de amor, un robo, reconocimiento y devolución, una negativa convertirse en un acercamiento, una desobediencia mutar en un acto de aceptación, un desvío en un regreso. La culpa y la conciencia se convierten en rectificación de la conducta, en vuelta atrás, en vida nueva.
Hay actos que no admiten regreso: amar a una persona, matarla, violar su intimidad, un beso apasionado con quien hemos intentado un acercamiento que parecía imposible, la entrega amorosa en una noche sin control o con todos los controles, un embarazo, un aborto, no salvar a alguien que necesita de nuestra ayuda, un acto de tortura, tener un hijo. No todos estos actos son o valen lo mismo, no todos puede encuadrarse en el mismo esquema o cuadro, pero comparte la calificación: están allí para quitarnos posibilidad de regreso, marcan un antes y un después, en cierto sentido nos hacen perder nuestra virginidad. Y la pérdida de la virginidad no tiene regresos.
Y muchas veces, los actos son fruto de deliberaciones y decisiones... pero muchas otras, se producen porque sí, sin que casi, lo pensemos. Y qué humanos somos en todo esto: humano, demasiado humano, definitivamente humano.

339. DE VEZ EN CUANDO LA VIDA


Puede ser un día de lluvia. O un día de sol. Un lunes que amenaza con su aburrimiento o uno de esos viernes de sol en que es una obscenidad esta trabajando detrás de las ventanas. Puede ser una noche, cuando el trabajo ya nos ha transformado en una barca maltrecha que sale a la busca del puerto mas cercano. Puede ser rápidamente, veloz, sin anunciarse. O puede ser un lento recorrido que finalmente encuentra su final. Pero allí esta, para sorprendernos, la vida. De vez en cuando la vida se hace una pausa, nos regala el milagro, nos sobresalta y no nos deja en paz.

Y entonces, ni la lluvia, ni el sol, ni los lunes, ni los viernes, ni las noches, ni la barca, ni los puertos vuelven a ser los mismos.

Lo curioso es que no hay agendas, no hay calendarios, no hay programas, no hay certezas: es todo riesgo, azar, destino, misterio, milagro. Y uno debe saber si ése es el barco, si aquel es el tren, si se trata de la bahía soñada, si podemos iniciar el camino, si alguien nos aguarda en la otra neblinosa orilla. Algo o alguien nos cambiará por siempre. Hay un momento, un instante (a veces repetidos en un tiempo cíclico que goza en volverse sobre sí) en que somos todo y no somos nada.

Y cuando saltamos, cuando damos el paso, cuando nos atrevemos, ya no hay regresos. La vida es eso: el total atrevimiento en el único gesto que nos concede, o hundirnos sin destino en un tiempo sin dimensiones.