domingo, mayo 11, 2008

303. ESTA SEMANA

Compleja, dispersa, cargada de novedades. Aunque la voz no me respondía como lo necesito, fue la semana de la palabra: (1) lunes (16,30) los padres del colegio ante quien desarrollé el tema de los límites y la preparación responsable para el futuro. (2) miércoles (19,00) la charla con los alumnos del instituto superior sobre la necesidad de participar en los centros de estudiantes y en las actividades culturales y solidarias. (3) jueves (19,00) el juramento profesional y las palabras acostumbradas para entregar los títulos a los profesores recibidos. (4) viernes (19,00) la conferencia en la facultad de humanidades de Rosario, facultad tomada, situación de conflicto y un número generoso de asistentes que - a pesar del ruido exterior y la ausencia de micrófono - pudo seguir la exposición y entrar en diálogo con las ideas... (5) sábado a la mañana, el primer encuentro con la cohorte de la licenciatura en torno a la Epistemología y la matemática.
¿Cuántos han pasado por mis ojos y mi vida profesional? ¿En cuántas personas han resonado las palabras y se han hecho eco las ideas?
Es una hermosa profesión, me digo. Me gusta lo que hago. Hay algo de trascendencia a pesar de papel volátil de las palabras y del tiempo. Siempre algo queda.

302. ESTOS DIAS

Me pesan ciertas ausencia, ciertos silencios. Los considero injustos. No hay razones para la ausencia, los silencios, los reproches, pero cayeron todos sin reparar en justicias ni merecimientos. De poco sirve que uno haya hecho mucho o lo haya hecho todo a lo largo del tiempo, las últimas acciones determinan el valor definitivo. Es esa visión que Borges le pone a los finales de sus cuentos: hay algo o alguien que nos convierte en héroes o en villanos, en salvadores o en condenados. Y hay algo de esa noción luterana de la limitación del "buen obrar" sabiendo que se trata de un esfuerzo continuo que no siempre podemos mantener y de nada nos servirá haberlo acumulado: si no somos santos, exitosos, heroicos, magníficos en el final, de nada hemos servido.
No se trata de defraudar sino de ser fiel a uno mismo. Pero esa fidelidad a la existencia que uno juego no siempre es entendible para todos. Me resuenan en el oído las palabras que anticiparon el silencio... y supe que no tenían razón. Lo peor es que se complica la forma de re-constituir la trama, de reamar la comunicación.
Me pesan las ausencias, ciertos silencios que sobrevienen estos días en que se han aquietado los demonios del trabajo y es difícil no tener ante los ojos y en los oídos algunas horas de la mañana del viernes y cierta hora de la tarde del sábado. Hay un horizonte de luces que se pega en las retinas y un sonido a Aute que vuela en mi cabeza, y un llamado y un momento con sabor a eternidad.