viernes, octubre 13, 2006

004. MUCHO TIEMPO

Hace 23 años - octubre de 1983 - moría mi padre. Me sentí huérfano entonces y salgo a pelearle a la vida la posibilidad de vivir sin él. Cada aniversario me regresa a esa necesaria orfandad y recuerdo aquella mañana en medio de mi trabajo, un llamado, una larga carrera y la certeza del final. Ya no lo tendría más. Y nunca supe cuándo nos despedimos o cuándo nos dijimos las palabras definitivas.

003. SUBJETIVIDAD Y CORPORALIDAD

Escuchaba en una charla de un profesional la caracterización de los adolescentes sorprendidos por la presencia de un cuerpo que crece y los desborda frente a un interior y una subjetividad que parece en construcción y por tanto empequeñecida, disminuida. Los adolescentes son subjetividades con cuerpo desbordados, demasiado grandes para poder manejarlos… y pensé que – con el paso irremediable del tiempo – los adultos, en ciertas etapas de nuestra vida, somos subjetividades desbordadas en cuerpo que van perdiendo su presencia y fortaleza: la fortaleza, el vigor, la agudeza visual, el oído, el entendimiento, la rapidez, los movimientos… Se vive una nueva desarticulación entre el exterior que no responde y un interior que ha acumulado las riquezas y las experiencias de toda la vida… Cuando mas necesitamos disponer de todas fuerzas, sabia, la vida nos recuerda la finitud de nuestra existencia: ya no somos lo que éramos aunque nuestro interior se resista a ver en el espejo el paso irremediable del tiempo.
Es curioso ese despertar del sujeto que trata de descubrir su cuerpo y de apropiarse del mismo para poder manejarlo... pero es mucho mas curioso comprobar ese nuevo descubrimiento de un cuerpo que se va retirando, que acusa recibo de su uso, abuso y deterioro... y que le pide a la subjetividad que no lo re-cargue de tareas porque ya no es el de antes.
Si hay un duelo por el cuerpo perdido de la infancia en los adolescentes, hay un nuevo duelo por el cuerpo propio con el paso de la adultez a la tercera edad. Duelos, al fin, anticipatorios del duelo final, definitivo. Y ese morir al cuerpo infantil tiene una necesaria contraparte en ese morir al cuerpo deseado para aceptar el cuerpo real que la edad nos va regalando...¿Cuánto tiempo de equilibrio nos regala la vida? ¿Cuántos años son los que podemos disfrutar de un equilibrado juego de fuerzas?

002. ¿SOCIEDAD DISCIPLINARIA O SOCIEDAD DE CONTROL?

En el pasado funcionó y se perfeccionó hasta los mínimos detalles la sociedad de la vigilancia. Las miradas vigilantes – de diversos tipos – llegaba a todos los sujetos y a toda la vida del sujeto, de tal manera que no sólo se lo tenía prisionero de una presencia panóptica universal, sino que cada sujeto se sabía vilado, esperaba y descontaba la vigilancia, de tal manera que auto-regulaba sus conductas sabiendo que de cualquier manera es objeto de vigilancia. Si a esto se sumaban las instituciones de vigilancia, los lugares y funciones de vigilancia, las miradas oblicuas o derivadas que miraban en lugar de quienes ejercían el poder, la vida de los hombres se regían por estas presencias permanentes (casi como el “esse est percipit” de Berkeley) que daban entidad a sus vida porque moral y disciplinariamente la tenían sometida. Hasta el Dios de la modernidad era un Dios vigilante que tenía una mirada universal y que vigilaba desde las imágenes que presidían los distintos ámbitos o lo hacía – descaradamente – desde un triángulo/ojo divino que generalmente estaba acompañado de la frase lapidaria: “Dios te ve” (generalmente puesto en los lugares en los que las miradas de los encargados de observar no podía llegar porque eran ámbitos exclusivo de la privacidad). Las acciones privadas eran objeto de juicio solamente de Dios y de la conciencia, pero la mirada vigilante que acompañaba la regulación del obrar moral velaba por la vigencia del estricto cumplimiento.
En la actualidad han decrecido las miradas manifiestas y los poderes prefieren di-simular las miradas y suponer que ya no hay nadie vigilando. Pero la “sociedad de control” no nos pierde rastro y ha transformado las estrategias: estamos registrados en las cámaras de los bancos o de los cajeros, somos permanentemente observados en los visores de los negocios, estamos archivados en las cámaras de videos de los supermercados. Los vigilantes no tienen que mirar, sino que sólo están a la búsqueda de alguna anormalidad… pero si por algún motivo se necesita saber quién compró, quién paso, quién extrajo dinero, quién ingreso al banco o al supermercado o al shopping, dispondrán de un riquísimo archivo de imágenes que sobrepasa el poder del pasado. Si viajamos, cada peaje dará cuenta de nuestro vehículo, con el pago, con la patente, con la cámara que nos enfoca. Cada uso de las tarjetas de crédito o de débito señala dónde estamos, qué hacemos, cuánto gastamos y en qué Terminal la utilizamos. Si hemos recibido una tarjeta de uso en un supermercado o en alguna cadena, con seguridad- bajo la excusa de una promoción o algún regalo – nos están observando nuestros hábitos de consumo. Nos hemos liberado de los teléfonos fijos, pero hemos quedado presos de los celulares: con un llamado que hacemos o que recibimos pueden identificar el lugar desde dónde hablamos. Si hacemos uso de los correos electrónicos o de Internet, estaremos bajo un control extremo y riguroso. Nuestra presencia en la red y nuestro paso por los diversos sitios irá incorporando numerosos cookies (archivos que se instalan automáticamente en nuestra PC de navegantes) y el servidor o un operador avezado puede detectar qué hicimos, qué nos gusta, qué temas abordamos o con qué nos divertimos. No sólo sino que pueden guardar nuestro historial ya que identifican nuestra IP o número de usuario (el DNI de la computadora) dominando lo que hacemos y lo que – estadísticamente – podremos llegar a hacer. En casos extremos hasta tienen la posibilidad de instalarnos – de manera remota – un controlador que envía las información de todo lo que escribimos en la pantalla, junto con lo que enviamos o recibimos por Internet. Hasta el intento de burlar el control, utilizando otras máquina revelará quiénes somos porque acudiremos a nuestros correos o entraremos en nuestros sitios, certificando quiénes somos, ¿Ha desaparecido la sociedad de la vigilancia o se ha potenciado en la sociedad de control? ¿Ha quedado algo de nuestra libertad o definitivamente la hemos perdido?