domingo, agosto 17, 2008

332. ESTADO DE ANIMO


Siempre me he sentido un simple arroyito, aunque a veces finja ser un torrente enloquecido que baja de la montaña y se hace pedazos contra las piedras. A pesar de que así me vean o me imaginen. Siempre he sido apenas un yuyito que nace, intruso, en las uniones de los viejos adoquines, con una existencia precaria y un destino incierto. Y en estos días estoy, allí, en el medio del río, navegando sin saber hacia donde. Se hace de noche y la barca da vueltas, y los remos no saben, esperan mis manos, mis decisiones... miro el sol, el sol sobre el río. Es otoño. No hace frío. Escucho voces que llaman desde las orillas y sé que hacia algún lugar debo ir, hacia algún lugar, pero la barca no me lleva, sólo me espera y todas las direcciones son posibles. Los ojos se me duermen mirando el poniente y esa noche que avanza inundando se sombras el paisaje. Nadie me despierta y yo sigo así paralizado, casi muerto. Los remos se han dormido en mis manos o mis manos en los remos.
De pronto, brilla una luz, la primera tal vez o la que primero divisan mis ojos cansados… y lentamente me pongo en marcha. No sé como ni cuando ni a donde llegaré. Alguien más debería estar en esta barca, para avanzar tomados de los mismos remos.

domingo, agosto 10, 2008

331. LOS FALSIFICADORES


Aunque el libro de Lawrence Malkin (El falsificador de Hitler. La estafa nazi y los prisioneros del bloque 19) se presenta como la primera historia sobre el tema, mencionando que entre 1942 y 1945 los prisioneros falsificaron un total de 132 millones de libras esterlinas, el equivalente al 15 por ciento de la moneda de curso legal en circulación entonces en Inglaterra e incluyendo la historia personal de muchos de sus protagonistas, con fotografías, planos y reproducciones de los documentos falsificados, la película LOS FALSIFICADORES (Die fälscher) está basada en la novela autobiográfica de uno de los que vivieron la historia: Adolf Burger (The devil’s workshop), un militante comunista judío eslovaco que pasó dos años de su vida en el “taller del diablo”, ya que con este nombre se conocía la imprenta secreta en el corazón del campo de concentración de Sachsenhausen donde junto con otros 139 tipógrafos judíos fabricó divisas y documentos falsos para los espías nazis.

“Los falsificadores” relata la historia de Salomon Sorowitsch, insigne falsificador y bohemio. Tras su confinamiento en un campo de concentración alemán en 1944, aceptó colaborar con los nazis en la mayor operación de falsificación de billetes de la Historia, con la que se pretendía contribuir a la financiación de la guerra. Durante los últimos años del conflicto, cuando el Reich veía cercano su final, las autoridades decidieron imprimir sus propios billetes de las divisas de sus principales enemigos (libras, dólares) y lo hicieron con una perfección admirable. Con aquel dinero falso pretendían hundir las economías de los países rivales y al tiempo llenar sus propias arcas, vacías por la guerra. En el campo de concentración de Sachsenhausen, dos barracones fueron aislados del resto de las instalaciones y del mundo exterior para ser transformados en perfectos talleres de falsificación. Así nació la denominada Operación Bernhard. Los barracones especiales se transformaron en un taller de falsificación perfectamente equipado. Al grupo de prisioneros que debían llevar a cabo la operación se les trataba bien, poniendo a su disposición comida, ropa, camas, atención médica y duchas, siempre que colaborasen y consiguiesen el objetivo en el tiempo marcado. La mayoría de ellos provenían ya de otros campos de concentración y habían sobrevivido hasta ese momento al horror más aberrante e inhumano. La jaula de oro que ahora se les ofrecía planteaba una encrucijada moral para muchos: ¿debían sobrevivir como les dictaba el instinto a pesar de ayudar a sus asesinos?


Dirección: Stefan Ruzowitzky.Países: Alemania y Austria.Año: 2007.Duración: 98 min.Género: Drama.Interpretación: Karl Markovics (Salomon Sorowitsch), August Diehl (Adolf Burger), Devid Striesow (Herzog), Martin Brambach (Holst), August Zirner (Dr. Klinger), Marie Bäumer (Aglaia), Dolores Chaplin (mujer pelirroja), Veit Stübner, Sebastian Urzendowsky (Kolya), Andreas Schmidt (Zilinsky), Tilo Prückner (Viktor Hahn).Guión: Stefan Ruzowitzky; basado en el libro "The devil's workshop" de Adolf Burger.Producción: Josef Aichholzer, Nina Bohlmann y Babette Schröder.Música: Marius Ruhland.Fotografía: Benedict Neuenfels.Montaje: Britta Nahler.Vestuario: Nicole Fischnaller.

Aunque la película no juzga, y son los mismos personajes los que manifiestan sus contradicciones, sus miedos y sus arrepentimientos, hay un interrogante ético que recorre la historia y que encarnan SALOMON (que está dispuesto a todo) y BURGER que quiere mantener sus principios y no colaborar con quienes ejercer un poder absoluto, matando a todos. Todo el clima siempre es opresor, porque transcurre en pequeñas habitaciones, con dilogos bajos y personajes que obviamente viven oprimidos, sin saber que les ha pasado a sus familiares, y sin tener la certeza absoluta con respecto a su propio presente y futuro. La violencia sigue siendo la misma aunque enmascarada por el interés que tienen en el resultado del trabajo.


Detrás de los TANGOS mas tradicionales (especialmente MANO A MANO, muy adecuado para el inicio y el final de la película) en grabaciones de HUGO DIAZ, se ocultan las discusiones ideológicas que ponen en riesgo la operación. SALOMON afirma que no es momentos de discusiones o de sabotajes porque son simples condenados a muerte que tienen en la operación su salvación. BURGER cree que los principios no se negocian y que han sido las negociaciones y las concesiones las que han instalado a Hitler y al nazismo en el poder. Curiosamente SALOMON es el mas solidario con quienes sufren o se han cansado de vivir. ¿El fin mas digno (salvar la vida propia y ajena) justifica los medios (colaborar con el enemigo y poner en riesgo a los países que deberán salvar a los prisionero judíos)? Puede ser un debate teórico: en la historia se trata de un debate existencial. O morir o sobrevivir, pero siempre pagando un precio. SALOMON será el héroe que salvará a todos cuando los billetes falsificados lleguen a manos de los jefes nazisBURGER el héroe de la resistencia, que se atrevió a desafiarlos, retardando la aparición de la ansiada falsificación de los dólares.

330. CLAUSTROS INVISIBLES


Cuando se habla de las sociedades disciplinarias, se menciona el triple encierro de las estructuras de las mismas (cárcel, sanatorio, manicomio, ejército, escuela). En realidad el modelo es monacal: el monje está encerrado en su celda, en el ámbito en que comparte trabajo u oración con la comunidad, y el muro que divide al monasterio del mundo. La salida de estas estructuras es casi imposible, sin autorizaciones que las legitimen.

A veces, las personas viven encerrados en claustros invisibles que lo protegen, le otorgan seguridad, pero lo encierran. Y resulta difícil sacarse ese encierro: reconocerlo, reconocer los muros, imaginar la salida. A veces es necesaria la presencia de un iluminador, de un derrribador de muros, de alguien con la totalidad de las llaves, los permisos, los salvoconductos. Uno puede vivir toda la vida encerrado en esos claustros que no dejan ver sus muros, que se tornan visibles cuando alguien nos lo señala, los hace sona, los golpea... y frecuentemente, y a pesar del descubrimiento, no hay intención de salir, de liberarse.

Un trabajo, un lugar, una profesión o ese pantanoso territorio de los afectos en donde el presunto amor se puede convertir en una costumbre y la costumbre edificiar año a años, ritual a ritual el claustro invisible que nos impide ser feliz. Y para siempre.

329. CULPA

Observo los noticieros de la jornada. Una descontrolada defensora de los militares insulta a los jueces y a los funcionarios al concluir un juicio por la violación de los derechos humanos (1976 - 1983) durante la dictatura, en los Tribunales Federales de Corrientes. Cambio: un octogenario ex-general Bussi - en los tribunales de Córdoba - es retirado por una descompensación y, finalmente, con asistencia respiratoria logra pronunciar su propio alegado o palabras finales, antes del veredicto. Va pasando por todos los registro: seguro, violento, amenazante, lloroso, quebrado, inseguro, olvidadizo. Presto atención a sus palabras: juicios injustos, cruce de la justicia con ideologías y políticas, mención del territorio demarcado como ámbito de guerra, guerra justa, muertes justas. No hay amenazas sino quejas. Y repetición de conocidos argumentos.
Lo veo, casi al borde de una muerte que seguramente no será lejana, y pienso: tal vez hubiera sido oportuno que este juicio se hubiera producido en la década del 80 (no es posible que el mismo sujeto juzgado haya sido democráticamente elegido como gobernador y representante), para que las heridas comenzaran a cerrar un poco... pero mas allá de ello, en medio de las quejas y reivindicaciones que quisiera expresar en ejercicio de sus legítimos derechos... ¿no hay una mínima expresión de culpa, de pena, de arrepentimiento? ¿No existe la posibilidad de dirigirse a los familiares de las víctimas para reafirmar sus (condenables) convicciones pero al mismo tiempo pedir perdón por esas desapariciones y esas muertes que tanto mal le hicieron a los afectos y al país? Aun esgrimiento el ejercicio de una justicia que le reconozca la legitimidad de lo actuado... ¿no puede haber un salto ético hacia la una relación intersubjetiva que pide humanamente perdón por los inhumanos medios empleados?.
Cuando finalmente se queda sólo: ¿pensará que algo ha sido mal hecho? ¿que alguna culpa se tiene de todo lo que se menciona?. Lo miro nuevamente: creo que no. Y pienso: que lejos que estamos de alcanzar los niveles de humanidad que necesitamos.