sábado, septiembre 29, 2007

185. ABELARDO Y ELOISA

No supe - durante toda la mañana - qué texto leer: si el de mis libros y mis apuntes que relataban las desventuras de Abelardo buscando a su Eloísa y lamentando que las tormentas descontroladas (¿pueden no serlo?) del amor se llevaran parte de su cuerpo y su fama de profesor de filosofía... o el texto de la ventana que abierta de par para comerse el sol de la primavera me regalaba obsceno el encuentro de mis vecinos. Se ve bullían los gérmenes de un septiembre pleno de vida porque fueron deambulando de habitación en habitación, libres de todo para amarse hasta el hartazgo. Frente a la computadora y frente a mi texto no tuve que consultar las fuentes del pasado, sino transcribir las fuentes del presente, con los mismos riesgos tal vez pero con el mismo encanto. Cuando finalmente los vi detenerse en un sillón de la entrada y en su minúscula geografía jugar todos los encantos en un ritmo que los envolvía al compás de una melodía infinita, me imaginé la dialéctica, los universales, el sic et nunc, el planteo de la ética de un Abelardo apostando todo al cuerpo de Eloísa. Y en secreto no dejé de sonreír. Se cuidaban mutuamente con la misma pasión conque se amaban. Y reian. Hasta el momento en que sonó una canción y bailaron suavemente - cuerpo con cuerpo - para repetir el ritual de muchos siglos.

184.LUGAR AL QUE SE VUELVE

El amor - te digo - el verdadero amor, es el lugar al que siempre vuelve. El amor es un lugar, un lugar en el mundo y un lugar en el tiempo. El verdadero amor, el único amor es eso. Lo que no nos han dicho ( o nos lo dijeron pero no lo entendimos o no lo quisimos escuchar) es el que el amor es un lugar que se encuentra en algún momento de la vida. No tiene orden temporal o espacial: no es el primero o lo mas cercano, no es el último o el más difícil, no es el actual o el mas gratificante. Tardamos una vida, tres amores, varias décadas, experiencias diversas, frustraciones. Pero finalmente nos cunde. Esta aguardándonos para hacernos presa suya y demorarnos entre sus brazos, como esas amantes protectoras que gozan con nuestra presencia y se pierden en besos sublimes y en abrazos infinitos. Allí está el amor definitivo: nos aguarda, nos sale al encuentro, nos pide que lo busquemos, que luchemos por él. El amor es asi. Y una tarde de otoño (son traslúcidas y armoniosas las tardes de otoño) o una mañana de primavera (el sol es un niño inquieto que nos invade) lo descubrimos. O puede ser un día del mayo (21 o 24). Nos mira a los ojos y nos dice las palabras definitivas. Y se vuelve el lugar que buscamos, la misteriosa cabaña en el bosque montañoso, la complicidad de una playa desierta, el secreto de un encuentro clandestino, la seguridad de un reconocimiento público. Y allí estará para siempre, sabiéndose el lugar al que siempre regresaremos y del que - si sabemos articular las tácticas y las estrategias - nunca partiremos.