domingo, julio 19, 2009

398. IRONIA

GONCALO TAVARES (ANGOLA. 1970)

PALABRAS, ACTOS

“La ironía enseña a sabotear una frase

Como se hace con un motor de automóvil:

Si sacas una pieza la máquina no anda, si mueves

en el verbo o en el sustantivo una letra

La frase trágica se torna divertida

Y la divertida, trágica.

Este casi instinto de rasgar las frases me protegió

Desde nuevo, de aquello que todavía hoy recelo: transformar

la lengua en un Dios que salve, y cada frase en un ángel

Portador de verdad. Sacar seriedad del acto de escritura

Lo aprendí en la infancia

Sacar seriedad de los actos de la vida

Comencé a aprenderlo apenas después de salir de ella, y espero

Envejecer perfeccionando esta desilusión.”

jueves, julio 16, 2009

397. ANIMAL MORIBUNDO (2)


PASO DEL TIEMPO Y VEJEZ = ¿Puedes imaginar la vejez? Claro que no. Yo no lo hice, no pude hacerlo, no tenía idea de cómo era. Ni siquiera una falsa imagen: ninguna imagen. Nadie quiere que sea de otra manera. Nadie quiere enfrentarse a nada de esto antes de que deba hacerlo. ¿Cómo van a salir las cosas? Es comprensible que cualquier etapa de la vida más avanzada que aquella en la que uno se encuentra sea inimaginable. En ocasiones estás en la mitad de la etapa siguiente antes de percatarte de que has entrado en ella. Y, además, las etapas anteriores de la progresión ofrecen sus compensaciones. E incluso así, la zona del medio intimida a mucha gente. Pero ¿y el final? No deja de resultar interesante que sea la primera vez en toda tu vida en que te hallas totalmente fuera mientras estás dentro. Al tiempo que observas continuamente tu decadencia (si eres tan afortunado como yo), en virtud de una vitalidad que no remite te encuentras a considerable distancia de la decadencia, incluso te sientes airosamente al margen de ella. Es inevitable, desde luego, que haya una multiplicación de las señales que conducen a la desagradable conclusión, y no obstante, a pesar de ello, permaneces al margen. Y la fiereza de la objetividad es brutal. Es preciso distinguir entre el morir y la muerte. Si uno está sano y se encuentra bien, el morir es invisible. El fin que es una certidumbre no se anuncia necesariamente de un modo llamativo. No, no puedes entenderlo. Lo único que entiendes acerca de los viejos cuando no eres viejo es que su época los ha marcado. Pero entender sólo eso no hace más que inmovilizarlos en su tiempo, y por ello equivale a no entender en absoluto. Para quienes todavía no son viejos, ser viejo significa que has sido. Pero ser viejo también significa que, a pesar de haber sido, además de haber sido y aunque hayas sido en exceso, sigues siendo. Lo que has sido está muy vivo. Todavía eres, y te obsesiona tanto el ser todavía y su plenitud como el ya haber sido, lo pretérito. Considera la vejez de este modo: que tu vida esté en juego es un hecho cotidiano. Uno no puede eludir el conocimiento de lo que le aguarda dentro de poco. El silencio que le rodeará para siempre. Por lo demás, todo es lo mismo. Por lo demás, uno es inmortal mientras vive. “

“Hasta no hace muchos años existía una manera preconcebida de ser viejo, como existía una manera preconcebida de ser joven. Ya no prevalece ni una ni otra. Ha tenido lugar una gran lucha por lo permisible y se ha dado un gran vuelco. De todos modos, ¿debería un hombre de setenta años involucrarse en el aspecto carnal de la comedia humana? ¿Ser un hombre mayor que rechaza sin disculparse la vida monástica, todavía susceptible de excitarse humanamente? No es ésa la condición simbolizada en otro tiempo por la pipa y la mecedora. Tal vez todavía ofende un poco a la gente quien no se rige por el viejo reloj de la vida. Comprendo que no puedo contar con la consideración virtuosa de otros adultos. Pero ¿qué puedo hacer ante el hecho de que, por lo que puedo decir, no hay nada, absolutamente nada que se apacigüe, por muy viejo que sea uno? “(PHILIP ROTH: EL ANIMAL MORIBUNDO)

MORALIDAD: “Por cierto, la moralidad de Consuelo era incongruente. Recuerdo que por entonces George O'Hearn, el poeta, un hombre casado con la misma mujer durante toda su vida, tenía una amiga en el barrio de Consuelo, y él se encontraba allí, en el centro de la ciudad, desayunando con su amiga en una cafetería, y Consuelo, al verle allí, se enfadó. Le reconoció por la foto de la contraportada de un nuevo libro suyo que entonces estaba sobre la mesilla de noche al lado de mi cama, y sabía que yo le conocía. Aquella noche vino a verme. «He visto a tu amigo. A las ocho de la mañana estaba con una chica en un restaurante, besándola... y está casado.» Para esta clase de cosas era de una trivialidad predecible, mientras que actuaba con independencia de las convenciones en su relación con un hombre treinta y ocho años mayor que ella... Como no podía ser de otra manera, en el fondo estaba insegura de sí misma y, en ocasiones, se sentía fuera de lugar; no obstante, le estaba sucediendo algo especial, algo grande, sucedáneo, imprevisto, que halagaba su vanidad y alimentaba su confianza y, por excitante que fuese, no parecía trastornarla (como me sucedía a mí).” (PHILIP ROTH: EL ANIMAL MORIBUNDO)

CELOS = “¿Cómo sé que un hombre joven se la llevará? Porque en otro tiempo fui el hombre joven que lo habría hecho. En mi juventud no era susceptible. Otros se volvieron celosos antes, pero yo pude protegerme de ello. Les dejaba que se salieran con la suya, confiando en que me impondría mediante el dominio sexual. Pero los celos, claro, son la trampilla que da acceso al contrato. Los hombres responden a los celos diciendo: «Nadie más la tendrá. La tendré yo... me casaré con ella. La cautivaré de ese modo. Mediante la convención». El matrimonio cura los celos. Por eso lo eligen tantos hombres. Porque no están seguros de esa otra persona, le hacen firmar el contrato: No haré, etcétera.
(…)
Un hombre joven dará con ella y se la llevará. Le veo. Le conozco. Sé lo que es capaz de hacer porque ese hombre soy yo a los veinti-cinco años, todavía sin la esposa y el hijo; ese hombre soy yo sin curtir, antes de que hiciera lo que todos los demás hacían.” (PHILIP ROTH: EL ANIMAL MORIBUNDO)

SEXUALIDAD Y MATRIMONIO: “En la época de mi adolescencia y juventud, uno no era un hombre emancipado en el terreno sexual. Eras un allanador de moradas. Eras un ladrón en el ámbito sexual. «Pulías» una sensación. Robabas sexo. Engatusabas, rogabas, halagabas, insistías... tenías que luchar por cada relación sexual, contra los valores si no contra la voluntad de la chica. Las normas exigían que le impusieras tu voluntad. Así le enseñaban a ella a mantener el espectáculo de su virtud. Que una chica corriente se hubiera ofrecido voluntaria, sin una insistencia interminable, a romper el código y realizar el acto sexual, me habría confundido. Porque nadie, ni de uno ni de otro sexo, tenía la menor intuición de una herencia erótica. Eso era algo desconocido.”(PHILIP ROTH: EL ANIMAL MORIBUNDO)

“Mira, los hombres heterosexuales que se casan son como sacerdotes que se integran en la Iglesia: hacen voto de castidad, sólo que, al parecer, sin saberlo hasta tres, cuatro o cinco años más adelante. La naturaleza del matrimonio corriente no es menos sofocante para el heterosexual viril (dadas las preferencias sexuales de un heterosexual viril) que para el gay o la lesbiana. Aunque ahora hasta los gays quieren casarse. Y hacerlo por la Iglesia, con doscientos o trescientos testigos, y esperar a ver qué resulta del deseo que los llevó a ser gays en primer lugar. Esperaba más de esa gente, pero es evidente que también ellos carecen de una visión realista de las cosas. Aunque supongo que en su caso también tiene que ver con el sida. El auge y la caída del condón es la historia sexual de la segunda mitad del siglo XX. El condón ha vuelto. Y, con el condón, ha regresado todo lo que saltó por los aires en los años sesenta. Aunque supongo que en su caso también tiene que ver con el sida. El auge y la caída del condón es la historia sexual de la segunda mitad del siglo XX. El condón ha vuelto. Y, con el condón, ha regresado todo lo que saltó por los aires en los años sesenta. ¿Qué hombre puede decir que disfruta del sexo usando condón de la misma manera que lo disfruta sin él? ¿Qué placer encuentra en eso? (…)

“Para librarse del condón, han de tener una pareja estable, por lo tanto se casan. Los gays son militantes: quieren el matrimonio y quieren abiertamente enrolarse en el ejército y ser aceptados. Las dos instituciones a las que yo odiaba. Y por el mismo motivo: la reglamentación. La última persona que se tomó estas cuestiones en serio fue John Milton, hace trescientos cincuenta años. ¿Has leído alguna vez sus opúsculos sobre el divorcio? En su época, le crearon muchos enemigos. Están aquí, están entre mis libros, con los márgenes llenos de anotaciones que hice en los arios sesenta. «¿Nos abrió el Salvador esta azarosa y accidental puerta del matrimonio para cerrarla sobre nosotros como si fuese la puerta de la muerte...?» No, los hombres no saben nada (o actúan de buena gana como si no lo supieran) del lado duro y trágico de aquello en lo que se meten. En el mejor de los casos se dicen estoicamente: «Sí, comprendo que más tarde o más temprano prescindiré del sexo en este matrimonio, pero lo haré a fin de obtener algo distinto y más valioso». Pero ¿com-prenden qué es lo que desechan? Ser casto, vivir sin sexo... bien, ¿cómo encajarás entonces las derrotas, los compromisos, las frustraciones? ¿Ganando más dinero, ganando todo el dinero que puedas? ¿Teniendo todos los hijos que puedas? Eso ayuda, pero no es en absoluto como lo otro, porque lo otro se basa en tu ser físico, en la carne que nace y la carne que muere, porque sólo cuando jodes te vengas de una manera completa, aunque momentánea, de todo cuanto te desagrada de la vida y todo cuanto te derrota en la vida. Sólo entonces estás más limpiamente vivo y eres tú mismo del modo más limpio. La corrupción no es el sexo, sino lo demás. El sexo no es sólo fricción y diversión superficial. El sexo es también la venganza contra la muerte. No te olvides de la muerte. No la olvides jamás. Sí, también el poder del sexo es limitado. Sé muy bien lo limitado que es. Pero, dime, ¿qué poder es mayor que el suyo?”

SUMERGIDOS EN EL TIEMPO: “El paso del tiempo. Estamos nadando, sumergidos en el tiempo, hasta que al final nos ahogamos y desaparecemos. Esta nadería convertida en un gran acontecimiento, mientras Consuelo está aquí y padece el mayor acontecimiento de su vida. El Gran Final, aunque nadie sabe el final de qué, si es algo, y desde luego nadie sabe qué es lo que comienza. Es una alocada celebración de nadie sabe qué. Sólo Consuelo lo sabe, porque ahora Consuelo conoce la herida de la edad. Envejecer es inimaginable excepto para quien envejece, pero esto ya no es así para Consuelo. Ella no mide ya el tiempo como los jóvenes, mirando atrás, al punto de partida. El tiempo para los jóvenes siempre está constituido por lo pasado, pero en el caso de Consuelo el tiempo es ahora el futuro que le queda, y ella no cree tener ninguno. Ahora mide el tiempo contando hacia delante, contando el tiempo por la proximidad de la muerte. La ilusión se ha roto, la ilusión metronómica, el pensamiento consola-dor de que, tictac, todo sucede a su debido tiempo. Su sentido del tiempo es ahora el mismo que yo tengo, acelerado e incluso más desesperanzado que el mío. De hecho, se me ha adelantado. Porque yo aún puedo decirme: «No voy a morir durante cinco años, tal vez diez años. Estoy en forma, me siento bien, incluso podría vivir veinte más», mientras que ella...
El cuento de hadas más encantador de la infancia es el de que todo sucede en orden. Tus abuelos se van mucho antes que tus pa-dres y éstos mucho antes que tú. Si tienes suerte, las cosas pueden salirte así, la gente envejeciendo y muriendo en orden, de modo que en el funeral mitigas tu dolor pensando que esa persona ha tenido una larga vida. Ese pensamiento no hace que la extinción sea menos monstruosa, pero es el truco que empleamos para conservar intacta la ilusión metronómica y tener a raya la tortura del tiempo: «Fulano ha tenido una larga vida». Pero Consuelo no ha sido afortunada y por ello se sienta a mi lado, condenada a muerte, mientras el jolgorio que dura toda la noche se despliega en la pantalla, una histeria infantil manufacturada que pretende hacer frente al futuro ilimitado de una manera que los adultos maduros, con su melancólico conocimiento de que tienen un futuro muy limitado, no pueden secundar. Y en esta noche demencial nadie puede tener un saber más melancólico que el suyo.” (PHILIP ROTH: EL ANIMAL MORIBUNDO)

396. EL ANIMAL MORIBUNDO




El hombre que envejece es también un animal moribundo, alguien que sabe con certeza que está más cercano de la muerte, pero que no quiere renunciar a todos los llamados de la vida que golpea con la misma fuerza, la misma pasión de siempre. Hay como una lucha interior entre el hombre que fue y el hombre que es, entre las fuerzas de siempre y el declinar de las posibilidades. Es un juego maravilloso al que sólo algunos se atreven. PHILIP ROTH a través de las confesiones del profesor que ha quedado definitivamente enamorado de la joven alumna CONSUELO y de un historia mínima, su micro-historia se permite desarrollar una serie de temas y problemas propios de la antropología de nuestros días, tiempo en que caen las certezas y se vuelven líquidas las convicciones.

TITULO = “¿No fue Yeats quien lo dijo? «Con-sume mi corazón; enfermo de deseo / Y atado a un animal moribundo / No sabe lo que es.» Yeats. Sí. «Prendido en esa música sensual», y así sucesivamente.” (PHILIP ROTH: EL ANIMAL MORIBUNDO)

SEXUALIDAD = “La gran broma que te gasta
la biología es que llegas a la intimidad antes de saber nada de la otra persona. En el momento inicial lo comprendes todo. Al principio cada uno se siente atraído por la superficie del otro, pero también intuye la dimensión total. Y la atracción no tiene que ser equivalente: a ella le atrae una cosa, a ti otra. Es superficie, es curiosidad, pero entonces, zas, la dimensión. (…) Supongo que forma parte del encanto, pero es la parte de la que si fuese posible prescindir me sentiría mucho mejor. El sexo es todo el encanto que se requiere. ¿Encuentran los hombres a las mujeres tan encantadoras una vez que se ha eliminado el sexo? ¿Considera alguien encantador a cualquier congénere de uno u otro sexo a menos que tenga relación sexual con él o ella? ¿Qué otro te puede encantar así? Nadie.”

SEXUALIDAD Y EDAD = “No importa cuánto sepas, no importa cuánto pienses, no importa cuánto maquines, finjas y planees, no estás por encima del sexo. Es un juego muy arriesgado. Uno no tendría dos tercios de los problemas que tiene si no corriera el albur de la fiesta continua. El sexo es lo que desordena nuestras vidas normalmente ordenadas. Lo sé tan bien como cualquiera. Hasta el último resto de vanidad volverá para burlarse de ti. Lee el Don Juan de Byron. No obstante, ¿qué haces si tienes sesenta y dos años y crees que nunca podrás aspirar de nuevo a algo tan perfecto? ¿Qué haces si tienes sesenta y dos años y el impulso de apropiarte de lo que aún puede ser tuyo es irresistible? ¿Qué haces si tienes sesenta y dos años y te das cuenta de que todos esos órganos invisibles hasta ahora (riñones, pul-mones, venas, arterias, cerebro, intestinos, próstata, corazón) están a punto de empezar a hacerse penosamente evidentes, mientras que el órgano más sobresaliente durante toda tu vida está condenado a reducirse hasta la insignificancia? No me interpretes mal. No es que, gracias a Consuelo, puedas engañarte y creer que tienes una última oportunidad de recuperar tu juventud. Al contrario, nunca has notado con mayor intensidad lo que te diferencia de la juventud.”

ATRACCION FATAL = “Ahora bien, como sabes, soy muy vulnerable a la belleza femenina. Cada uno está indefenso contra algo, y yo lo estoy en ese aspecto. Veo la belleza y me ciega para todo lo demás. Asisten a mi primera clase y sé casi de inmediato cuál de ellas es la chica apropiada para mí. Hay un relato de Mark Twain en el que éste huye de un toro y se esconde en la copa de un árbol; el toro alza los ojos para mirarle y piensa: «Usted es mi carne, señor». Pues bien, ese «señor» se transforma en «jovencita» cuando las veo en clase. (…)Ahora bien, tengo una regla fija que establecí hace unos quince años y que nunca rompo. Ya no tengo ningún tipo de contacto personal con ellas hasta que han pasado el examen final, se han graduado y ya no me encuentro oficialmente in loco parentis. A pesar de la tentación, o incluso de una señal inequívoca para dar comienzo al coqueteo y hacer la proposición, no he roto esta regla desde que, a mediados de los años ochenta, fijaron el número de una línea telefónica directa para denunciar el acoso sexual en la puerta de mi despacho. No me relaciono antes con ellas para no indisponerme con los miembros de la universidad que, si pudieran, pondrían serios obstáculos a mi goce de la vida. (PHILIP ROTH: EL ANIMAL MORIBUNDO)

MUJERES DE HOY = “El tiempo pasa. El tiempo pasa. Tengo nuevas amigas. Tengo amigas que son estudiantes. Hay amigas de hace veinte y treinta años que reaparecen. Algunas ya se han divorciado numerosas veces y otras han estado tan ocupadas, estableciéndose profesionalmente, que ni siquiera han tenido la oportunidad de casarse. Las que todavía están solteras me llaman para quejarse de los hombres con los que salen. Citarse con hombres es horrible, las relaciones son imposibles, el sexo es arriesgado. Los hombres son narcisistas, carecen de sentido del humor, están locos, son obsesivos, arrogantes, toscos, o bien son apuestos, viriles e implacablemente infieles, o bien están emasculados o son impotentes o tan sólo son demasiado estúpidos. Las mujeres veinteañeras no tienen estos problemas porque aún cuentan con amistades de la universidad y, desde luego, el centro docente es la gran mezcladora social, pero he descubierto que las mujeres algo mayores, las de treinta y tantos, están tan ocupadas con su trabajo que muchas de ellas ahora recurren a casamenteros profesionales para que les encuentren hombres. Y a cierta edad dejan de conocer gente nueva. Como me dijo una de las desilusionadas: «¿Quiénes son las nuevas personas cuando llegas a conocerlas? Son las mismas de antes pero con máscara. No hay en ellas nada nuevo, en absoluto. No son más que gente».” (PHILIP ROTH: EL ANIMAL MORIBUNDO)

RELACIONES LIQUIDAS = “Elena es oftalmóloga, ¿sabes? Ascendió desde el fondo de la clase obrera gracias a una perseverancia inmensa. «La vida te desconcierta», me dijo, «te conviertes en una persona que se protege mucho a sí misma y te dices: "A hacer puñetas". Es una pena, pero pierdes los ánimos. Algunos de esos hombres son más atractivos que la media. Educados. La mayoría de ellos se ganan bien la vida, pero nunca me atraen. ¿Por qué resultan tan aburridos? Tal vez me aburran porque yo soy aburrida». Y siguió contándome: «Los tipos van a buscarte en buenos coches. BMW, por ejemplo. Música clásica durante el trayecto. Te llevan a restaurantes pequeños y agradables, y yo me paso la mayor parte del tiempo ahí sentada, pensando: "Por favor, Señor, tengo ganas de irme a casa". Quiero hijos, quiero una familia, quiero un hogar, pero aunque tengo los recursos emocionales y físicos necesarios para pasarme seis, siete u ocho horas en pie en la sala de operaciones, ya no los tengo para esta humillación. Por lo me nos, algunos de ellos me encuentran impresionante». «¿Por qué no habrían de hacerlo? Eres especialista de la retina. Eres cirujano ocular. Evitas que la gente se quede ciega.» «Lo sé. Me refiero a ser rechazada de plano», replicó ella. «No estoy hecha para eso.» «Nadie lo está», le dije, pero eso no pareció ayudarla. «Lo he intentado razonablemente», me dijo, un poco llorosa, «¿no es cierto, David? Diecinueve citas». «Dios mío, incluso más que razonablemente», respondí.” (PHILIP ROTH: EL ANIMAL MORIBUNDO)

AMOR Y JUEGOS DE PODERES = “Verás, creo que Consuelo percibió en mí una versión, a la que ella podía poseer, del refinamiento de su familia, de ese pasado aristocrático irrecuperable que es más o menos mítico para ella. Un hombre de mundo. Una autoridad del mundo cultural. Su profesor. Es cierto que a la mayoría de la gente le horroriza la diferencia de edad, pero eso es precisamente lo que atrae a Consuelo. La rareza erótica es lo único que denota la mayoría de la gente, y lo denotan como repugnancia, como una farsa repugnante. Pero mi edad tiene una gran importancia para Consuelo. Estas muchachas no se relacionan con viejos caballeros a pesar de la edad, sino que se sienten atraídas por la edad, lo hacen precisamente por la edad. ¿Por qué? En el caso de Consuelo, creo que se debe a que la gran diferencia de edad le permite someterse. Mi edad y mi categoría le proporcionan, racionalmente, autorización para entregarse, y la en-trega en la cama no es una sensación desagradable. Pero, al mismo tiempo, la entrega íntima a un hombre mucho mayor aporta a esta clase de joven un tipo de autoridad que no puede tener en una relación sexual con un hombre más joven. Obtiene los placeres de la sumisión y los placeres del dominio. Que un muchacho se someta a su poder... ¿qué significa eso para una criatura tan patentemente deseable? Pero ¿que este hombre de mundo se someta tan sólo por la fuerza de su juventud y su belleza? Haber logrado el interés total, haberse convertido en la pasión devoradora de un hombre inasequible en todos los demás campos, tener acceso a una clase de vida que ella admira y que de otra manera le habría estado vedada... eso es poder, y es el poder lo que ella quiere. No es que el dominio pase consecutivamente de unas manos a otras, sino que el cambio se produce de un modo continuo, no es tanto un cambio como un entrelazamiento. Y ahí se encuentra el origen no sólo de mi obsesión por ella sino de la obsesión que ella experimenta por mí. O así lo supuse al principio, aunque de poco me sirvió el intento de comprender lo que ella se proponía y por qué me enredaba cada vez más en aquella relación.” (PHILIP ROTH: EL ANIMAL MORIBUNDO)

PASO DEL TIEMPO Y VEJEZ = ¿Puedes imaginar la vejez? Claro que no. Yo no lo hice, no pude hacerlo, no tenía idea de cómo era. Ni siquiera una falsa imagen: ninguna imagen. Nadie quiere que sea de otra manera. Nadie quiere enfrentarse a nada de esto antes de que deba hacerlo. ¿Cómo van a salir las cosas? Es comprensible que cualquier etapa de la vida más avanzada que aquella en la que uno se encuentra sea inimaginable.




domingo, julio 12, 2009

395. LA DUDA Y LOS CONFLICTOS ACERCA DE LA VERDAD











Título original: DOUBT. LA DUDA

Año: 2008
País: USA. Duración: 104 minutos
Director: John Patrick Shanley
Reparto: Meryl Streep (Hermana Aloysius), Philip Seymour Hoffman (Padre Flynn), Amy Adams (Hermana James), Viola Davis (Mrs. Muller), Lloyd Clay Brown (Jimmy Hurley), Joseph Foster (Donald Miller), Bridget Megan Clark (Noreen Horan), Lydia Jordan (Alice), Paulie Litt (Tommy Conroy), Matthew Marvin (Raymond Germain), Evan Lewis (Parroco John).
Guión: Patrick Shanley.

Producción: Scott Rudin.
Música: Philip Glass.
Fotografía: Roger Deakins. Montaje: Dylan Tichenor.
Diseño de producción: David Gropman.
Vestuario: Ann Roth

Es 1964,en el colegio de San Nicolás en el Bronx. Un vibrante y carismático sacerdote, El padre Flynn (Philip Seymour Hoffman) es un sacerdote simpático y carismático que goza de prestigio en la comunidad parroquial. Trabaja como animador pastoral en la escuela y pretende cambiar las estrictas y anticuadas normas del colegio por un tipo de trato mas humano y de mayor confianza entre los docentes y los alumnos. La hermana Aloysius Beauvier (Meryl Streep), una directora con mano de hierro que cree firmemente en el poder de la disciplina, es quien gobierna la escuela desde hace mucho tiempo. Su presencia desde lugares estratégicos de observación y vigilancia (panóptico) es el reaseguro indiscutible de que toda falta dedebe ser descubierta y debe ser castigada. La presentación de cada uno de los personales, los revela como serán en el desarrollo de la obra: el cura predicando con una gran capacidad para relacionar el mensaje evangélico con la realidad que viven los feligreses, contrasta con la humilde presencia de la hermana James y el rigor de la hermana Aloysius que parada en el fondo de la iglesia vela por el orden y la disciplina de cada uno de los alumnos, con castigos y advertencias.

La estructura arquitectónica de la iglesia y del colegio sigue siendo muy tradicional, y desde ese ordenamiento espacial se maneja la educación en un colegio tradicional y prestigioso. Sin embargo, hay vientos de cambios, tanto en la sociedad como en la iglesia (Concilio Vaticano II y nuevas costumbres en las celebraciones, que se insinúa en la manera con que el sacerdote habla y se desplaza con confianza hacia la primera fila de fieles): el colegio ha aceptado a su primer alumno negro, Donald Millar. El sacerdote es mirado con desconfianza, simplemente porque expresa un formato educativo diferente: se acerca a los alumnos, tiene confianza con ellos, trata de interesarse por sus problemas, interpreta con otros códigos el compromiso como educador.


De hecho la película es un repertorio de lugares comunes de una escuela tradicional: dirección, clases, control de la disciplina, enseñanza, interrogatorios, castigos, uso del espacio y del tiempo escolar, manejo de la autoridad y de la obediencia… que trae generosos recuerdos a quienes pertenecen a esa generación de alumnos o de docentes.


La hermana James (Amy Adams) es una religiosa muy joven, inocente, crédula que esta descubriendo todos los mundos. Hay algo que despierta su interés y su preocupación: algunos gestos inusuales, indiscretos y ambiguos del Sacerdote con algunos de sus alumnos, especialmente con Donald. Crees que debe comentarlo con su superiora, la hermana Aloysius que no le tiene simpatía, ni acepta los mensajes del Padre Flynn. La superiora comienza una cruzada personal para investigar y sacar a la luz la presunta verdad y expulsar a Flynn del colegio. No tiene ninguna prueba, pero ante la duda, el reo debe ser condenado, y basada en sus curiosas convicciones morales (traicionando numerosos principios éticos), la hermana Aloysius comienza una batalla con y contra el padre Flynn, para lograr que abandone la comunidad.


Y allí aparece el juego de versiones: se trata de descubrir la VERDAD, pero en realidad se trabaja con opiniones, versiones, conjeturas, aproximaciones, todas muy VEROSIMILES. Pero la verdad trabaja con la adecuación entre el juicio o proposición y la realidad… ¿Cómo conocer la realidad que vive el Padre Flynn si solamente debemos aceptar – fe – lo que él afirma? Para la Hna. Jame se trata de creerle al Sacerdote, de aceptar sus versiones, sus referencias. Para la Hna. Aloysius se trata de alimentar la duda, la sospecha, y hasta recurrir a la mentira inventando pruebas que puedan alimentar sus íntimas convicciones. Trabaja con CERTEZAS, pero no puede aportar EVIDENCIAS, aunque sale a la búsqueda de todas las pruebas para poder garantizar sus decisiones. Nunca juega la última carta y si la juega, nunca sabemos cuál es el valor de la misma. Ej. el presunto llamado a una Hermana de un colegio en el que el CURA ha trabajado… para certificar las razones de su traslado. El llamado nunca se produjo, pero la versión del mismo siembra inseguridad en el P. Flynn y alimenta las certezas de la monja.

Tanto el alumno como la madre del alumno saben que por el contexto familiar necesitan del respaldo del sacerdote y por el contexto escolar (exclusión y agresiones de los compañeros) de la presencia del Padre Flynn. Ambos saben que el sacerdote es necesario, y no quieren entrar a discutir hechos, versiones, situaciones que no se pueden ni probar, ni certificar. Ni el alumno negro, ni su madre quieren convertirse en prueba plantada, en denuncia inventada, en un instrumento manipulado por la Directora.


Hay tres sermones que acompañan la presencia del CURA en la película, TRES SERMONES que con vehemencia marcan la línea de desarrollo del argumento: LA DUDA (como una situación normal en alguien que cree, como una posibilidad de reafirmación en la fe), EL FALSO TESTIMONIO Y LAS MALEDICENCIAS como condena de las calumnias que pueden arruinar la fama y la vida de una personal, y la DESPEDIDA que oficia de paso del sacerdote a un nuevo destino.

Curiosamente, cuando la película se cierra y la joven hermana Jame (una recreación del autor y director de una Hermana real que fue su educadora en tiempos de su escuela primaria y que fue invitada a ver la obra de teatro y asesorar en la película con respecto a las costumbres de las Hermanas de la Caridad) le pregunta a su directora cómo se siente frente al desenlace los hechos: Aloysius reconocerá que vive sumida en la duda, que ése es el estado normal de su existencia. Tal vez la duda, el temor, la inseguridad sean los ingredientes que la convierten en el ser humano cruel que somete y aterroriza a todos.


Hay otra iglesia (Concilio y los cambios producidos), otra sociedad, otra sociedad que ya asoma en el horizonte… y que los niños de 1964 deberán enfrentar porque se convertirá en el desenlace del siglo XX.


Como espectador, uno vive la sensación de no saber, de nunca saber, de salir de la obra cargado de opiniones, conjeturas, versiones, sospechas, de tomar posición por una o por otro, pero carente de toda certeza, sumido en la DUDA.

LA OBRA DE TEATRO (2008). FABIÁN VENA coprotagoniza con SUSÚ PECORARO la obra de John Patrick Shanley, "La duda", en la que no sólo se plantean interrogantes vitales, sino que se enfrentan dos modos de ver el mundo. El actor explicó las múltiples razones que lo impulsaron a aceptar con entusiasmo el proyecto. "En primer lugar -señaló- la obra propone una cantidad de temas muy interesantes para desarrollar y para dar a la gente un motivo de reflexión. No sólo hablamos de la duda -explicó- sino de la manera de ver la educación y la vida, de reflexionar sobre si la certeza nace de la emoción o de un hecho.

Se plantean una cantidad de interrogantes a través de los cuales se cuestiona, poéticamente y en acción dramática, sobre qué cosas deposita cada uno su fe y en qué cree cuando cree".
Otro de los atractivos fundamentales para el actor fue la característica del personaje que debía interpretar. "Siempre se me ha identificado con los 'malos' o los 'conflictivos' y en este caso se trata de un cura párroco de la iglesia católica que desarrolla su rol con un sentido de vocación muy plena y transita una calidad de emociones muy importantes", comentó. "Es un tipo generoso, brillante, que pertenece a lo que empezó a ser después del II Concilio Ecuménico la 'Nueva Iglesia' -acotó-. Tiene una forma de creer en la vida de manera muy amorosa".

Es obra del actor humanizar los personajes profundizando en los aspectos que el autor no haya resaltado en el texto, evitar a toda costa los caracteres lineales que sean exclusivamente "buenos" o definitivamente "malos".Sin embargo no parece ser éste el caso en "La duda", ya que la contracara del sacerdote se manifiesta en la directora y a partir de la dialéctica entre ambos se revela el claro-oscuro de la condición humana. "Entre los dos personajes hay una pelea constante -aseveró-, que parte de una manera distinta de ver la vida. Hay una lucha entre dos formas diferentes de generosidad.

Los dos aparentemente van hacia un mismo fin, noble y solidario, pero el recorrido puede llegar a ser otro y hasta las consecuencias pueden variar. Lo cierto es que a través de mi personaje no se lee el más mínimo rasgo de oscuridad, pero para que la obra tenga el impacto que tiene, del otro lado le va a venir un ejército de sombras demoníacas que van a desarrollar el conflicto".
"Es de esas obras donde venís a disfrutar del relato, te conectás con las emociones y si bien desde el escenario se tiran temas, el espectador es quien, con el churrasco en la mesa y compartiendo la cena después de la obra, va a protagonizar fuertes debates", aseguró. Es una obra muy pensada y resulta poco frecuente es encontrar este tipo de material. Es verdad que los premios no siempre dicen algo -reconoció Vena- pero no es el caso de 'La duda'. El Pulitzer es un premio muy importante como para otorgarlo a una obra que pueda llegar a caer en lo literario".

martes, julio 07, 2009

394. EL NIÑO DEL PIJAMA A RAYAS


TITULO ORIGINAL: The boy in the striped pyjamas
PAIS: Reino Unido / Estados Unidos
DIRECCION: Mark Herman
GUION: John Boyne y Mark Herman, en base a una novela de John Boyne.
ACTORES: Asa Butterfield, Vera Farmiga, David Thewlis, Jack Scanlon, Amber Beattie, Richard Johnson, Shelia Hancock, Rupert Friend, David Hayman, Jim Norton, Cara Horgan.
GENERO: Drama

La película, más allá de la aprobación del ingenioso autor de la novela, no refleja el alma misma del escrito. Porque la novela de JOHN BOYNE es un monólogo permanente de un niño que genera pensamientos, que ata cabos, que saca conclusiones, que trata de ver más allá de los hechos, aunque por su ingenuidad o su ignorancia no logre sacar las conclusiones perfectas, adecuadas.

BRUNO piensa, piensa permanentemente, emite juicio sobre su padre, su madre, su hermana, sus abuelos, sus dos casas, la extraña granja que hay detrás de su nueva casa, su amigo con pijama a rayas, el extraño médico con traje a rayas que ha dejado de ser médico para servir en la casa, los soldados, todo lo que extraño que sucede.

BRUNO es una máquina de pensar, de un pensamiento inquisidor, crítico, que busca y busca. De la misma manera que sueña ser en el futuro explorador de extraños países y continentes, es un explorador del territorio del pensamiento. Todo lo interroga, noto lo maravilla, todo lo saca de su lugar para crearle necesidad de investigar.

La película cuenta la historia, suprime algunas partes y agrega otras, pero sobre todo, le pone una mirada objetiva que registra las acciones de BRUNO, no el pensamiento de BRUNO y allí está la diferencia

Puede ayudar para darle contexto, imágenes, referencias al libro es un excelente instrumento para disparar la capacidad de pensar en todos los seres humanos, especialmente en esos momentos de la vida en que todos los mundos pueden ser descubierto, por una mirada ingenua genera la capacidad de maravillarnos (e interrogarnos) sobre todo lo que nos rodea, sobre el mundo que inauguramos.

Luego, con el paso del tiempo y el acostumbramiento necesario, casi nada nos sobresalta… y se neutraliza la capacidad de pensar, que tanto necesitamos

La historia es simple, aleccionadora porque refleja ese ámbito de ignorancia que pudieron sufrir los que asistieron impávidos a las acciones mas crueles: La película transcurre en 1942. Bruno es un niño de ocho años, hijo de un oficial nazi. Cuando su padre es ascendido, la familia debe abandonar su casa en Berlín y se instala en una región aislada, donde Bruno no tiene con quien jugar. Al llegar, la madre le advierte al pequeño que, bajo ninguna circunstancia, debe ir más allá del jardín de su nuevo hogar.Aburrido y atraído por la curiosidad, un día Bruno decide violar la advertencia de su madre y se dirige hacia lo que cree que es una granja, que se encuentra ubicada junto a su casa. Detrás de una alambrada, Bruno conoce a Shmuel, un chico de su misma edad que viste una especie de pijama de rayas. Poco a poco entablan una amistad, con la alambrada de por medio, mientras Bruno desconoce la realidad que sufre Shmuel y los adultos crean que ambos niños deberían ser enemigos.

lunes, julio 06, 2009

393. LA OLA + OTROS APORTES Y EXPERIMENTOS












LA OLA: PRIMERA VERSION

Corto para TV realizado en 1981.

Director: Alexander Grasshoff.
Actores: Marc Copage, Bruce Davison, Robert DeLapp, Johnny Doran.
Idioma: Inglés.
Paí­s: EE.UU..
Género: Drama / Short / Family.
Tiempo: 44 Minutos.


La historia comienza con una sencilla pregunta e interesante de uno de los alumnos de la clase de historia donde estaban dando la Alemania Nazi. La pregunta que no supo responder el profesor Ben Ross y que dio pie a los hechos acontecidos después fue “¿Cómo asesinaron a 10 millones de personas sin que lo notaran?”


Intrigado por la pregunta de su alumno el profesor empieza a investigar y a documentarse sobre el Tercer Reich y decide hacer un experimento sobre el totalitarismo con sus propios alumnos.


En la siguiente clase empieza a hablar a sus alumnos sobre el poder a través de la disciplina donde a traves de ejercicios y juegos se lo inculca. Cuando al tercer dia entra por la puerta para hablar de la campaña japonesa ve que todo el mundo se sienta y se comporta de una forma disciplinada, entonces deja de un lado la clase del dia y prosigue su experimento. Decide que es hora de enseñarles otros valores a los alumnos, La Comunidad. Crea un símbolo (una ola), un saludo y un lema de forma que identifique a todos los integrantes de la clase incluso nombra informadores para informar al profesor de las personas que no cumplen las reglas.


La alumna más carismática y estudiosa de clase, Laurie ve en el grupo un cambio demasiado brusco empezando así a replantearse los métodos utilizados por su profesor. Intenta disuadir al resto de alumnos mediante artículos en el periódico de la escuela, algo que a los miembros de La Ola no les hace gracia e intenta persuadirla de que lo siga haciendo. Mientras, La Ola se extiende por toda la escuela haciendo una campaña de captación mediante carteles y panfletos.


Cuando David y Lauri visitan la casa del profesor para que cese en su intento de proseguir el experimento, Ross ve que se le ha ido de la mano, sin embargo el acabará a su forma. Al dia siguiente el profesor Ross crea una reunión de miembros donde un destacado político saldrá por TV para relevarse como líder nacional del movimiento. Cuando llega la hora el pabellón se llena, todos empiezan a ponerse nerviosos al observar que nadie sale por la televisión hasta que de pronto la imagen de un discurso de Hitler se ve por la pantalla del proyector, entonces ahi empieza la gran lección y la moraleja del experimento: siempre se debe mantener una actitud crítica y cuestionar lo que uno hace de vez de seguir ciegamente a un líder y nunca renunciar a la capacidad de pensar, como un derecho inalienable.


OBEDIENCIA DEBIDA


Aún hoy, el fenómeno de la obediencia extrema a la autoridad en épocas como la del Tercer Reich no se ha terminado de comprender desde un punto de vista científico. Existe una serie de experimentos en el campo de la psicología social, sin embargo, que han examinado el comportamiento de individuos en una situación colectiva y que ha arrojado resultados preocupantes. Uno de los experimentos más famosos se llevó a cabo en 1971, en la prisión de Stanford, que estudió el comportamiento humano en situaciones de encierro. El Experimento Milgram realizado en 1962 por el psicólogo Stanley Milgram estudió la voluntad de gente normal de seguir las instrucciones de figures autoritarias aun en contra de su propia conciencia y principios. Philip Zimbardo, el responsable del experimento de la prisión de Stanford, ha encontrado elementos idénticos entre sus hallazgos y las torturas que recibieron los presos iraquíes en Abu Ghraib.


"Los aspectos legales y filosóficos de la obediencia son de enorme importancia, pero dicen muy poco sobre cómo la mayoría de la gente se comporta en situaciones concretas. Monté un simple experimento en la Universidad de Yale para probar cuánto dolor infligiría un ciudadano corriente a otra persona simplemente porque se lo pedían para un experimento científico. La férrea autoridad se impuso a los fuertes imperativos morales de los sujetos (participantes) de lastimar a otros y, con los gritos de las víctimas sonando en los oídos de los sujetos (participantes), la autoridad subyugaba con mayor frecuencia. La extrema buena voluntad de los adultos de aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad constituye el principal descubrimiento del estudio". Stanley Milgram. The Perils of Obedience (Los peligros de la obediencia. 1974)


ESCUELA Y OBEDIENCIA DEBIDA

¿El éxito del experimento depende de la popularidad y aceptación del profesor? “Desde luego ayuda tener una personalidad carismática. Alguien que realmente sea un líder, con capacidades reales de liderazgo, que pueda persuadir a la gente, a quien los alumnos admiren. Creo que el sistema fascista es tan pernicioso psicológicamente que fácilmente puede reaparecer en cualquier otro sitio y momento. Le das a gente que antes no tenía voz una parcela de responsabilidad. Formas una comunidad. Eliminas las diferencias individuales, dándole a todos la oportunidad de distinguirse. Creo que eso es algo que puede funcionar en cualquier lugar. Especialmente en algo como el sistema escolar, y eso lo sabe cualquiera que haya ido al instituto: están los chicos populares, los líderes sociales, los que están arriba y luego un montón de gente que son más o menos tímidos y en quienes no te fijas. Estoy seguro de que si de repente le das la vuelta a un sistema como ese, ocurriría de nuevo.


Nuestra sociedad se define por el individualismo. ¿Es la necesidad de sobresalir de la multitud lo que hace que un experimento como La Ola sea posible? Cuando era joven, siempre deseaba tener algo con lo que identificarme. Envidiaba a mis padres por haber tenido el movimiento estudiantil de los 60, en el que todos tenían unas metas comunes, intentando cambiar el mundo y todo eso. Crecí en las décadas de los 80 y los 90, cuando ya había miles de movimientos políticos pero sin dirección real. Nada que te excitara realmente. Eso es algo que echaba de menos de veras. Creo que los chicos de hoy se sienten de la misma manera. No podemos definirnos solamente a través de la ropa y la música, creo. Pienso que la gente tiene una necesidad mayor de sustancia, una necesidad que crece más fuerte. La tendencia hacia el individualismo y la atomización completa de la sociedad en grupos muy reducidos no puede seguir indefinidamente. En algún momento se producirá un gran vacío. Ahí es donde reside el peligro de que otro régimen totalitario intente llenar ese vacío.” Dennis Gansel, Director de LA OLA


EXPERIMENTOS SIMILARES: Experimento de Stanford


Los participantes fueron reclutados por medio de anuncios y una oferta de una paga de 15 dólares por participar en la “simulación de una prisión”. De los que respondieron, seleccionaron a los 24 más saludables y estables psicológicamente. Los participantes eran estudiantes universitarios y predominaba la raza blanca.


El grupo de 24 jóvenes fue dividido aleatoriamente en dos mitades: los “prisioneros” y los “guardias”. Este papel se les asignó mediante el lanzamiento de una moneda y no había diferencias objetivas de estatura o complexión entre los dos grupos. Zimbardo (psicólogo encargado del experimento) estableció varias condiciones específicas que esperaba que provocaran la desorientación y la despersonalización de los individuos.


Los guardias recibieron porras y uniformes de inspiración militar, que ellos mismos habían escogido. También se les proporcionaron gafas para impedir el contacto visual.


Los prisioneros debían vestir sólo batas de (sin ropa interior) y sandalias con tacones de goma, escogidos para contribuir a su incomodidad y provocar la desorientación. Se les designaría por números en lugar de por sus nombres. Estos números estaban cosidos a sus uniformes. Además debían llevar medias de nylon en la cabeza para simular que tenían las cabezas rapadas, a semejanza de los reclutas en entrenamiento para que recordaran continuamente su encarcelación.


El experimento se descontroló rápidamente. Los prisioneros sufrieron—y aceptaron— un tratamiento humillante a manos de los guardias, y muchos mostraban graves trastornos emocionales. El segundo día se desató un motín. Los guardias se prestaron como voluntarios para hacer horas extras y disolver la revuelta, atacando a los prisioneros con extintores sin la supervisión directa del equipo investigador. Se abandonaron rápidamente la higiene y la hospitalidad y se obligó a algunos prisioneros a limpiar retretes con sus manos desnudas y a la práctica de actos homosexuales para incrementar su humillación. Se decidió terminar el experimento prematuramente cuando Christina Maslach (una estudiante) objetó que la "prisión" mostraba unas pésimas condiciones tras ser introducida para realizar entrevistas. Tras apenas seis días, ocho antes de lo previsto, el experimento fue cancelado.


Entre las novelas y películas inspiradas en la historia real de este experimento podemos destacar Black Box del autor alemán Mario Giordano o un documental realizado por la BBC titulado The Experiment



Experimento de Milgram


El experimento de Milgram fue una serie de experimentos de psicología social llevados a cabo por Stanley Milgram, psicólogo en la Universidad de Yale. El fin de la prueba era medir la buena voluntad de un participante a obedecer las órdenes de una autoridad aun cuando éstas puedan entrar en conflicto con su conciencia personal. A través de anuncios en un periódico de New Haven se reclamaban voluntarios para participar en un ensayo relativo al "estudio de la memoria y el aprendizaje" en Yale, por lo que se les pagaba cuatro dólares más dietas. A los voluntarios que se presentaron se les ocultó la realidad de la investigación. Los participantes eran personas de entre 20 y 50 años de edad y con todo tipo de educación. El experimento requiere tres personas: El experimentador (el investigador de la universidad), el "maestro" (el voluntario que leyó el anuncio en el periódico) y el "alumno" (un cómplice del experimentador que se hace pasar por participante en el experimento). El experimentador le explica al participante que tiene que hacer de maestro, y tiene que castigar con descargas eléctricas al alumno cada vez que falle una pregunta.


Separado por un módulo de vidrio del "maestro", el "alumno" se sienta en una especie de silla eléctrica y se le ata para "impedir un movimiento excesivo". Se le colocan unos electrodos en su cuerpo con crema "para evitar quemaduras" y se señala que las descargas pueden llegar a ser extremadamente dolorosas pero que no provocarán daños irreversibles. Todo esto lo observa el participante. Se comienza dando tanto al "maestro" como al "alumno" una descarga real de 45 voltios con el fin de que el "maestro" compruebe el dolor del castigo y la sensación desagradable que recibirá su "alumno". Seguidamente el investigador, sentado en el mismo módulo en el que se encuentra el "maestro", proporciona al "maestro" una lista con pares de palabras que ha de enseñar al "alumno". El "maestro" comienza leyendo la lista a éste y tras finalizar le leerá únicamente la primera mitad de los pares de palabras dando al "alumno" cuatro posibles respuestas para cada una de ellas. Éste indicará cuál de estas palabras corresponde con su par leída presionando un botón (del 1 al 4 en función de cuál cree que es la correcta). Si la respuesta es errónea, el "alumno" recibirá del "maestro" una primera descarga de 15 voltios que irá aumentando en intensidad hasta los 30 niveles de descarga existentes, es decir, 450 voltios. Si es correcta, se pasará a la palabra siguiente. En realidad, estas descargas no existen ya que todo es una simulación del alumno con el fin de comprobar a donde llega el ser humano. Por lo general, cuando los "maestros" alcanzaban los 75 voltios, se ponían nerviosos ante las quejas de dolor de sus "alumnos" y deseaban parar el experimento, pero la férrea autoridad del investigador les hacía continuar. Al llegar a los 135 voltios, muchos de los "maestros" se detenían y se preguntaban el propósito del experimento. Cierto número continuaba asegurando que ellos no se hacían responsables de las posibles consecuencias. Algunos participantes incluso comenzaban a reír nerviosos al oír los gritos de dolor provenientes de su "alumno".


El objetivo de este experimento, es observar como es el comportamiento humano ante una autoridad a pesar de estar haciendo daño (aunque esto fuera simulado, el profesor pensaba que era real) a otro ser humano. El experimento está muy bien reproducido en la película de Henri Verneuil titulada "I... como Icaro".

domingo, julio 05, 2009

392. PRE - HISTORIA DE "LA OLA"


Título: La ola Título Original: Die Welle
Género: Drama

Director: Dennis Gansel

Intérpretes: Jürgen Vogel, Frederick Lau, Max Riemelt, Jennifer Ulrich, Christiane Paul, Elyas M´Barek

Nacionalidad: Alemania

Libro original: Todd Strasser (bajo el pseudónimo de Morton Rhue) “La ola”

Duración: 101 min.


La Tercera Ola fue el nombre que el profesor de historia Ron Jones dio a una recreación experimental de la Alemania Nazi que él mismo dirigió con alumnos de secundaria (preparatoria en algunos países). El experimento se llevó a cabo en el Cubberley High School, un colegio de Palo Alto, California, durante una semana de 1967. Jones, al no poder explicar a sus alumnos por qué los ciudadanos alemanes (especialmente los no judíos) permitieron que el Partido Nazi exterminara a millones de judíos y otros llamados "indeseables", decidió mostrárselo.

En el otoño de 1967, Ron Jones, un profesor de historia en el Instituto Cubberley de Palo Alto, California, dirigió un experimento en su clase. Durante una lección sobre el tema del Nacionalsocialismo, uno de sus alumnos hizo una pregunta que el profesor no pudo responder: “¿Cómo pudo el pueblo alemán alegar su ignorancia del genocidio judío? ¿Cómo podía la gente de las ciudades, los obreros, los profesores, los doctores, decir que no sabían nada de los campos de concentración y las matanzas? ¿Cómo gente que eran vecinos o incluso amigos de judíos podían decir que no estaban allí cuando sucedió todo?”

El profesor decidió llevar a cabo un experimento en la clase para probar que ese orden social era posible y que la forma de organización convencía y le quitaba visión a casi todos. Impuso un régimen de estricta disciplina en su clase, restringiendo la libertad de los alumnos y haciendo de ellos una unidad. El nombre del movimiento fue La Tercera Ola. Para gran asombro del profesor, los alumnos reaccionaron con entusiasmo a la obediencia exigida de ellos. El experimento, que originalmente debía durar solamente un día, pronto se extendió por toda la escuela. Aquellos que disentían fueron aislados o incluso agredidos si no se unían al movimiento, y los miembros comenzaron a espiarse y a desconfiar entre sí. Pero en el quinto día, Ron Jones fue obligado a dar por terminado el experimento.

El fenómeno de la “obediencia extrema u obediencia debida”: Existe una serie de experimentos en el campo de la psicología social, sin embargo, que han examinado el comportamiento de individuos en una situación colectiva y que ha arrojado resultados preocupantes. Uno de los experimentos más famosos se llevó a cabo en 1971, en la prisión de Stanford, que estudió el comportamiento humano en situaciones de encerramiento. El Experimento Milgram realizado en 1962 por el psicólogo Stanley Milgram estudió la voluntad de gente normal de seguir las instrucciones de líderes autoritarios aun en contra de su propia conciencia y principios.

RELATO DEL AUTOR DEL EXPERIMENTO:

“Es así como empezó todo y, por una extraña coincidencia, creo que fue Steve quien inició la Tercera Ola con una pregunta. Estábamos estudiando la Alemania nazi y me interrumpió la pregunta: "¿Cómo pudo el pueblo alemán declararse ignorante respecto de la masacre del pueblo judío? ¿Cómo pudieron, los habitantes de las ciudades, los conductores de trenes, los profesores, los médicos, declarar que no sabían nada acerca de los campos de concentración y de la carnicería humana? ¿Cómo, personas que eran vecinas y tal vez, incluso, amigas de ciudadanos judíos, pudieron decir que no estaban allí cuando eso ocurrió?". Era una buena pregunta y yo no supe responderla. Como aún nos quedaban muchos meses para que finalizara el año escolar y yo ya había llegado a la Segunda Guerra Mundial, decidí dedicar una semana para investigar esa pregunta.

(1) INICIOS: EL LUNES introduje a mis alumnos de historia de segundo año a una de las experiencias que caracterizaron a la Alemania nazi: la disciplina. Les hablé acerca de la belleza de la disciplina; de cómo se siente un atleta al haber trabajado dura y regularmente para tener éxito en el deporte; de cómo se empeña un bailarín o un pintor para perfeccionar un movimiento; de la tenaz paciencia de un científico en la prosecución de una idea; acerca del poder del deseo; acerca del uso del esfuerzo físico para el logro de habilidades mentales y físicas superiores; acerca del triunfo final. Para experimentar el poder de la disciplina, sugerí (no, exigí) a la clase el ejercicio y uso de una nueva forma de sentarse. Les expliqué cómo una manera correcta de sentarse ayuda a la concentración y fortalece los deseos, Concretamente, les impuse una posición para sentarse que comenzaba por mantener los pies firmes contra el suelo y las manos estiradas, cruzadas en la espalda, a fin de lograr una posición recta de la columna. "Así respiran más fácilmente y están más atentos. ¿No se sienten mejor?". Practicamos una y otra vez esta nueva posición de atención.

Caminé por los pasillos señalando los pequeños defectos y corrigiéndolos. La forma manera de sentarse se transformó en el aspecto más importante del aprendizaje. Di por terminada la clase haciéndoles dejar sus escritorios y luego, abruptamente, haciéndoles regresar a la posición de atención. Rápidamente, la clase aprendió a cambiar de la posición de pie a la de atención, sentándose en quince segundos. Centré la preocupación en que los pies estuvieran paralelos y planos, los tobillos juntos, las rodillas dobladas en un ángulo de noventa grados, las manos estiradas, cruzadas en la espalda, la columna recta, el mentón pegado al pecho y la cara de frente. Hicimos ejercicios sonoros en que la conversación era permitida sólo para demostrar que era una distracción. A los pocos minutos de ejercicios progresivos, el grupo podía cambiar desde una posición de pie, fuera de la sala, a una posición sedente, junto a sus escritorios, sin hacer ruido; la maniobra completa sólo nos tomaba cinco segundos.

(2) PRIMEROS RESULTADOS: Me extrañaba ver la rapidez con que los alumnos adoptaron ese código de comportamiento uniforme. Comencé a preguntarme hasta dónde podían ser llevados. ¿Era esta obediencia un juego momentáneo, al que todos estábamos jugando, o había algo más? ¿Era una necesidad natural el deseo de disciplina y uniformidad, un instinto social que escondíamos tras nuestros restoranes informales o los programas de televisión? Decidí probar la tolerancia del grupo hacia la acción reglamentada. En los últimos veinticinco minutos de la clase, introduje algunas reglas nuevas: los alumnos debían permanecer sentados en la posición de atención hasta el último sonido de la campana. Todos debían tener un papel y lápiz para tomar apuntes. Al formular una pregunta o al responder, debían ponerse de pie junto al escritorio, y la primera palabra debía ser: "Sr. Jones". Tuvimos una breve sesión de "lectura silenciosa". Los alumnos que no se atenían a esas normas eran sancionados y se les hacía repetir las reglas hasta que se convirtieran en un modelo de puntualidad y respeto. La intensidad de la respuesta llegó a ser más importante que el contenido mismo de ella y, para resaltar lo anterior, hice preguntas que debían ser respondidas en tres palabras, o menos. Estimulé a mis alumnos a que hicieran un gran esfuerzo al preguntar o responder algo y también les enseñé a actuar de manera rápida y cortés. Muy pronto comenzaron a surgir preguntas y respuestas. El nivel de compromiso pasó de los pocos que siempre dominaban las discusiones, a todo el grupo. Al mismo tiempo, era extraño el gradual perfeccionamiento en la calidad de las respuestas. Cada uno parecía escuchar más atentamente; eran nuevas personas las que hablaban. Las respuestas comenzaron a ser más largas a medida que los alumnos, por lo general reacios a hablar, se sentían seguros, gracias a su propio esfuerzo.
Por mi parte, en este experimento yo sólo me hacía preguntas: ¿Por qué no había pensado antes en esta técnica? Los alumnos se veían interesados en el asunto y repetían cuidadosamente hechos y conceptos. Incluso, parecía que planteaban mejores preguntas y entre ellos se trataban con más consideración, ¿Cómo era posible? Yo estaba creando un ambiente de aprendizaje autoritario y éste, parecía ser muy productivo. Comencé, entonces, a ponderar no sólo hasta dónde podía arrastrar al grupo, sino también hasta qué punto esto iba a cambiar mis creencias básicas acerca del aprendizaje libre y autodirigido. ¿Acaso desaparecería mi fe en Carl Rogers? ¿Hacia dónde me estaba llevando este experimento?

(3) PRIMERA LECCIÓN PRÁCTICA: EL MARTES, segundo día del experimento, entré a la sala encontrando a todo el grupo sentado en silencio, en la posición de atención. Algunos rostros se veían relajados por sonrisas destinadas a agradar al profesor, pero la mayoría de los alumnos miraba fijamente, mostrando una profunda concentración, con los músculos del cuello rígidos y sin el menor rastro de una sonrisa o de un pensamiento, ni siquiera de una interrogación, tensas cada una de sus fibras, ejecutando su papel. Para librarlos de la tensión, me acerqué a la pizarra y escribí con grandes letras: "PODER A TRAVÉS DE LA DISCIPLINA" y, bajo esta frase, escribí una segunda máxima: "PODER A TRAVÉS DE LA COMUNIDAD".
Mientras el grupo permanecía sentado en profundo silencio, comencé a sermonearlo acerca del valor de la comunidad. A este punto del juego, pensaba en mi fuero interno si debía parar el experimento, o continuar con él. No me había esperado semejante intensidad ni sumisión. De hecho, me sorprendía ver cómo las ideas acerca de la disciplina estaban completamente estatuidas. Mientras seguía planteándome si continuar o no con todo eso, seguí hablando acerca de la comunidad. Inventé historias acerca de mi experiencia como atleta, como entrenador deportivo y como profesor de historia. Había sido una experiencia fácil. La comunidad es ese vínculo entre los individuos que trabajan y luchan juntos, es sentir que se es parte de algo que está más allá de uno mismo, un movimiento, un equipo, la raza, una causa.
Ya era tarde para retroceder, (Ahora puedo comprender por qué el astrónomo mira inexorablemente a través del telescopio). Estaba sondeando cada vez más profundamente en mis percepciones y motivaciones acerca de la acción de grupos y la acción individual. Y aún quedaba mucho por ver y entender. Numerosas preguntas me asaltaban: ¿Por qué los estudiantes aceptaban la autoridad que estaba imponiéndoles? ¿Dónde había quedado su curiosidad o resistencia ante el comportamiento marcial? ¿Cuándo y cómo terminaría todo esto?
Siguiendo con mi descripción de comunidad, dije a mis alumnos que, al igual que la disciplina, las ideas sobre comunidad debían ser experimentadas para ser comprendidas. Para ejemplificar la idea de comunidad, les hice repetir al unísono: "Poder a través de la Disciplina". "Poder a través de la Comunidad". Al comienzo, hice dirigir el coro a dos estudiantes, parados frente al grupo, luego fui agregando estudiantes, hasta que, finalmente, toda la clase recitaba de pie. Fue muy curioso, los alumnos comenzaron a mirarse unos a otros, sintiendo el poder de la pertenencia. Estaban haciendo algo juntos.
Trabajamos en este simple ejercicio durante todo el período de la clase, repitiendo los lemas en coro, diciéndolos con distintas intensidades, siempre juntos, enfatizando, al mismo tiempo, la forma correcta de sentarse, de pararse, de hablar. Comencé a sentirme a mí mismo como parte integrante del experimento, gozaba con la unidad que demostraban mis alumnos, era gratificante ver su satisfacción y su deseo de seguir adelante. En cuanto a mí, me era cada vez más difícil sustraerme de la situación y la identificación que estaba desarrollando la clase; estaba siguiendo el dictamen del grupo de la misma forma en que lo estaba dirigiendo.

(4) EL SALUDO: Cuando ya terminaba el periodo y sin ningún oculto propósito, creé un saludo que era sólo para los miembros del grupo. Para hacer este saludo, se levantaba la mano derecha a la altura del hombro, en una posición curvada, como cuchara. Lo denominé el saludo de la Tercera Ola, pues la mano parecía la cresta de una ola a punto de estallar. La idea del número tres surgió de la marea, en que las olas se forman en cadena, siendo la tercera la última de cada serie y la mayor.

Desde que inventamos el saludo, hice de él una regla para saludar a todos los miembros de la clase, incluso fuera de la sala. Cuando sonó la campana indicando el fin de período, pedí al grupo absoluto silencio y, frente a todos los alumnos sentados en la posición de atención, levanté lentamente mi brazo y, curvando la mano, los saludé. Fue una señal silenciosa de reconocimiento e indicaba que ellos eran algo especial que los distinguía del resto de la gente. Sin que mediara ninguna orden, el grupo completo me devolvió el saludo. Desde ese día, mis alumnos, dondequiera que se encontraran, intercambiaban este saludo en las canchas de deportes, en la biblioteca, en la cafetería, en que se produjo un pequeño accidente con las bandejas, se veía a mis alumnos intercambiando esa extraña jerga. El misterio de treinta individuos que hacían esta curiosa pirueta, pronto llamó la atención de los demás hacia el grupo y su experimento sobre la personalidad alemana. Muchos estudiantes de otros cursos pidieron integrarse.

(5) PODER DE LA ACCION. TARJETAS DE SOCIO: EL MIÉRCOLES decidí entregar tarjetas de socio a cada estudiante que quisiera continuar con lo que empecé a llamar el Experimento. Nadie se manifestó con deseos de abandonarlo. En este tercer día de actividades había 43 alumnos en la sala. Trece muchachos habían dejado otros cursos para integrarse al Experimento. Mientras estaban todos sentados en la posición "correcta", entregué a cada uno una tarjeta y, marcando con una equis roja tres de ellas, informé a los receptores que tenían una misión especial, consistente en denunciar a aquellos alumnos que no cumplieran con las reglas. Luego, les hablé acerca del significado de la acción. Expliqué cómo disciplina y comunidad carecían de significado sin la acción; me referí a la maravilla que encerraba la responsabilidad total de las acciones individuales les hablé de la confianza en uno mismo, la comunidad y la familia, instituciones que debían protegerse y preservarse a cualquier costo. Puse el acento en el trabajo duro y la mutua lealtad, que hacían posible el rápido aprendizaje y el logro de los objetivos. Les hice sentir cómo la competencia producía temor v degradaba a les individuos, despertando en ellos sentimientos de compasión, sensación de inutilidad, de no-pertenencia y de falta de apoyo.

A este punto, los alumnos comenzaron a pararse voluntariamente y a hacer declaraciones como: "Sr. Jones, por primera vez estoy aprendiendo muchas cosas" "Sr. Jones, ¿por qué no enseña así siempre?" Yo estaba perplejo. Estaba atiborrándolos de información y en una forma tan coercitiva, que el hecho de que lo encontraran cómodo y aceptable era sorprendente. Era igualmente desconcertante descubrir que el tiempo necesario y la complejidad de la tarea acerca de la vida alemana eran tan vastos y, sin embargo, era completada e incluso ampliada por los estudiantes. El rendimiento académico había mejorado significativamente, estaban aprendiendo más y pedían más aún. Comencé a pensar que los alumnos harían todo lo que les pidiese y decidí hacer la prueba. Para permitirles una experiencia directa, di a cada uno una tarea específica: Diseñar una bandera de la Tercera Ola y responsabilizarse de impedir el ingreso a la sala a los extraños. Recordar y ser capaz de repetir para el día siguiente, de memoria, el nombre y la dirección de cada miembro de la Tercera Ola. Cada alumno recibió la responsabilidad de entrenar y convencer a, por lo menos, veinte muchachos de la escuela básica. Cada uno de los alumnos debía dame el nombre y la dirección de un amigo en el que se pudiera confiar y que quisiera participar en la organización.
Para concluir esa sesión de acción directa, instruí a algunos alumnos acerca de una forma más simple de reclutar nuevos miembros, consistente en que cada miembro nuevo solamente tenía que ser recomendado por otro antiguo y yo le daría una tarjeta. Cuando la recibiera, debía demostrar conocimiento acerca de nuestras reglas y obedecerlas. Mi proposición fue acogida con entusiasmo.
La curiosidad se apoderó del colegio, afectando a todo el mundo. El cocinero me preguntó cómo debía ser un pastel de la Tercera Ola y, le respondí "Igual a una rosca de chocolate, naturalmente". El director, en una reunión de profesores, me saludó a la manera de la Tercera Ola y le devolví el saludo. La bibliotecaria me agradeció nuestro esquema de aprendizaje, escrito en un gran pliego de treinta pies y lo puso sobre la entrada de la biblioteca. Al final del día, fueron admitidos más de doscientos alumnos en el nuevo orden. Mientras tanto, yo me sentía muy solo y un poco asustado.

(6) LOS SOPLONES. Mi mayor temor fue provocado por el incidente de los soplones. Si bien yo designé formalmente a tres alumnos para que me informasen de los casos de comportamiento desviado, aproximadamente veinte personas se acercaron a mí con informes del tipo de: "Alan no saludó", "Georgina estaba criticando el Experimento", etc. Este incidente de los chismes significaba que ya la mitad del grupo consideraba su deber observar y delatar a otros miembros de su propio grupo. Junto con esta avalancha de informes, parecía avecinarse una conspiración de verdad. Tres muchachas de la clase habían contado todo a sus padres acerca de las actividades del colegio. Estas alumnas eran, con creces, las más aventajadas de la clase y andaban siempre juntas; además, tenían en común su gusto por el liderazgo. Durante el Experimento, me preguntaba cómo responderían a la idea de igualdad entre los integrantes del grupo. Las recompensas a que ellas estaban acostumbradas no tenían cabida en el Experimento. Las cualidades intelectuales como el razonamiento, no existían para nosotros. En la atmósfera marcial de la clase, parecían mantenerse al margen. Ahora que veo retrospectivamente el Experimento, ellas me parecían entonces como esos alumnos con dificultades en el aprendizaje. Observaban las actividades, participando mecánicamente mientras el resto se mostraba entusiasta, ellas se introvertían, limitándose a observar. Al contar a sus padres lo del Experimento, provocaron una breve cadena de acontecimientos. Un rabino me llamó de parte de uno de los padres, siendo cortés y condescendiente: Le dije que sólo estábamos estudiando la personalidad alemana y se mostró satisfecho, dándome a entender que no me preocupara, pues él se encargaría de llamar a los padres para tranquilizarlos. Al concluir esta conversación, pensé en cuántas veces, a través de la historia, había habido conversaciones similares en las que la iglesia aceptó y pidió excusas por entrometerse. Si el rabino se hubiera encolerizado o, simplemente, hubiera investigado la situación, yo podría haber demostrado a mis alumnos una forma concreta y correcta de rebelión. Pero no, el rabino se convirtió en una parte del Experimento; al ignorar la opresión, pasó a ser cómplice.

(7) EL GUARDAESPALDAS: Al terminar el tercer día estaba agotado, me estaba desmoronando, El equilibrio entre el papel que jugaba y el comportamiento real, llegó a ser difícil de distinguir. Muchos alumnos eran auténticos miembros de la Tercera Ola y exigían a los demás estricta obediencia a las reglas, desaprobando a aquellos que tomaban el Experimento a la ligera. Otros, simplemente, se sumergían en las actividades, auto-asignándose tareas. Me acuerdo en especial de Roberto, un muchacho grande para su edad y con pocas cualidades académicas. Se empeñaba más que otros para salir adelante; entregaba detallados informes semanales, copiados, palabra por palabra, de las enciclopedias de la biblioteca. Roberto era de aquellos muchachos que no causan problemas, no son brillantes, no pueden formar parte de equipos deportivos y no llaman la atención entre sus compañeros. Están perdidos, son invisibles. La única razón por la que llegué a conocer a Roberto fue porque siempre lo encontraba comiendo en la sala, siempre solo. La Tercera Ola le dio a Roberto un lugar en el colegio. Por lo menos, era igual a todo el mundo, hacer algo que tuviese un significado: eso era exactamente lo que hacía Roberto. El miércoles por la tarde lo encontré siguiéndome y le pregunté qué demonios hacia. Sonrió (no creo haberlo visto sonreír antes) y anunció: "Sr. Jones, soy un guardaespaldas. Tengo miedo que le suceda algo. ¿Puedo hacerlo, Sr. Jones, por favor?" No pude negarme ante esa sonrisa, y, así, tenía un guardaespaldas. Durante todo el día, él abría y cerraba las puertas por mí, caminaba siempre a mi derecha, sonreía y saludaba a los compañeros de curso, me seguía a todas partes. En la sala de profesores (vedada a los alumnos), se paraba silencioso y atento, mientras yo bebía mi café. Cuando un profesor de inglés le llamó la atención por estar ahí, sonrió y dijo: "Yo no soy un alumno, soy guardaespaldas".

(8) LAS COSAS FUERA DE CONTROL: EL JUEVES empecé a dirigir mi Experimento hacia su etapa final. Estaba cansado y preocupado. Muchos alumnos habían sobrepasado los límites, llegando a convertirse la Tercera Ola en el centro de sus vidas. Yo mismo estaba en una condición bastante precaria, actuando instintivamente como un dictador, pero, con benevolencia, me convencía a mí mismo de los beneficios de esta experiencia. Ya en este cuarto día estaba empezando a olvidar mis propios argumentos. Mientras más tiempo dedicaba a jugar mi papel, menos tiempo tenía para recordar el origen y las razones del Experimento. Me sorprendí a mí mismo desempeñando un papel aunque no fuese necesario y me pregunto si esto no le sucede a mucha gente: Nos auto-asignamos roles determinados y después hacemos todo lo posible por hacer creer que realmente somos lo que aparentamos. Luego, esa imagen es la única identidad nuestra que la gente acepta. En esa forma, llegamos a convertirnos en una imagen. El problema con la situación y el rol que me había creado fue no haber tenido tiempo para pensar hacia dónde me estaba llevando. Los acontecimientos se entrechocaban a mí alrededor y yo temía por mis alumnos, que hacían cosas que lamentarían más tarde. Temía también por mí mismo.

Una vez más me encontré pensando en concluir el Experimento o hacerlo caer por su propio peso, pero ambos caminos eran impracticables, pues si paraba el Experimento, un gran número de alumnos quedaría abandonado; Se habían comprometido profundamente con este nuevo comportamiento, se habían expuesto emocional y psicológicamente. Si yo los regresaba bruscamente a la realidad, tendría que vérmelas con un grupo muy confundido, por el resto del año. Habría sido muy doloroso y degradante, para Roberto y los alumnos como él, hacerlos volver a sus puestos y decirles que sólo habla sido un juego; los alumnos más brillantes también habrían quedado en ridículo. Yo no podía dejar que los Robertos perdieran otra vez. La otra opción, la de dejar caer el Experimento por su propio peso, también estaba fuera de las posibilidades. Las cosas estaban ya fuera de control.

(9) LA GOTA FINAL: EL MIÉRCOLES, AL ATARDECER, alguien había irrumpido en la sala, registrándolo todo. Más tarde supe que se trataba del padre de uno de mis alumnos, un coronel de la Fuerza Aérea que había estado un tiempo prisionero en un campo de concentración alemán. Al saber acerca de nuestras actividades, simplemente perdió el control de sus actos y, tarde en la noche, entró en la sala haciéndola pedazos. A la mañana siguiente lo encontré recargado contra la puerta. Me habló de sus amigos asesinados en Alemania, mientras me agarraba, temblando, y, con palabras entrecortadas, me rogó que lo entendiera y ayudara a regresar a su casa. Llamé a su esposa y, con la ayuda de un vecino, lo llevé a su casa. Durante horas hablamos sobre lo que él sentía y hacía. Desde ese momento, en la mañana del jueves, estaba más preocupado aún con lo que estaba ocurriendo en el colegio. Nuestra actividad estaba afectando a la facultad y a otros estudiantes. La Tercera Ola estaba interfiriendo la enseñanza, ya que algunos estudiantes faltaban a otras clases para participar con nosotros. La dirección interrogaba a los alumnos acerca de sus actividades. Se ponía en funcionamiento una verdadera Gestapo.

(10) PREPARANDO EL FINAL: Al enfrentarme al Experimento y ver cómo parecía estallar éste en todas direcciones, decidí usar una vieja estrategia de básquetbol: cuando un jugador lucha contra todos sus adversarios, lo mejor es intentar el elemento sorpresa. Y eso fue lo que hice.
Ya el jueves el curso había aumentado a ochenta personas. Lo único que les permitía a todos caber en la sala era la disciplina impuesta, que consistía en sentarse en silencio, en la posición de atención. Había una calma extraña en una pieza llena de gente sentada en silencio y observando con expectación. Eso me ayudaba a acercarme a ellos según lo planeado. En ese momento les dije solemnemente: "El orgullo es mucho más que saludos y banderas. Es algo que nadie puede quitarles. Es saber que tú, o tú, eres el mejor y no puedes ser destruido".
En el clímax de la reunión, cambié abruptamente el tono de voz, bajándola, para anunciar la verdadera razón de ser de la Tercera Ola y, de una manera lenta y metódica, les expliqué qué había detrás de la Tercera Ola, "La Tercera Ola no es sólo un experimento o una actividad escolar, es mucho más importante que eso. La Tercera Ola es un programa organizado a través de todo el país para buscar alumnos que quieran luchar por obtener cambios políticos. Es verdad. Esta actividad que hemos estado realizando ha sido una práctica para lo que luego va a ser una realidad. A través del país, profesores como yo, han estado instruyendo y entrenando una joven brigada, capaz de mostrar a toda la nación una mejor y nueva sociedad, mediante la Disciplina, la Comunidad, el Orgullo y la Acción. Si cambiamos la forma en que se maneja esta escuela, podremos cambiar la forma en que se manejan las fábricas, las tiendas, las universidades, y todo tipo de instituciones. Uds. son un grupo selecto de gente joven, elegidos para colaborar en esta causa. Si Uds. se levantan y muestran lo que han aprendido en estos últimos cuatro días, podremos cambiar el destino de esta nación. Podremos darle un nuevo sentido del orden de la comunidad, del orgullo y de la acción: una nueva tarea. Todo se apoya y descansa en Uds. y sus deseos por ocupar un lugar".
Para dar validez y seriedad a mis palabras, miré a las tres mujeres del curso, que yo sabía habían dudado de la Tercera Ola, y les ordené que abandonaran la sala. Expliqué por qué lo había hecho y luego designé a cuatro guardias que las escoltarían a la biblioteca e impedirían que entraran a la sala el viernes. Luego, con gran dramatismo, informé al grupo acerca de una concentración especial que se llevaría a cabo el día siguiente. Esta sería una concentración solamente para los miembros de la Tercera Ola.

Era un juego macabro. Yo seguía hablando, con miedo de que, si me detenía, alguien pudiera reírse o hacerme alguna pregunta, con lo que toda la gran escena se disolvería y sería el caos. Expliqué cómo el viernes, a mediodía, un candidato nacional a la presidencia anunciaría la formación de un programa juvenil de la Tercera Ola. Simultáneamente a este anuncio, más de mil grupos de jóvenes de todas partes del país harían demostraciones de apoyo a este movimiento y les revelé que ellos eran los seleccionados para representar esta área. También les encargué hacer una buena presentación porque la prensa habla sido invitada a grabar este acontecimiento.

Nadie se rió. No hubo ni un murmullo de resistencia, por el contrario, sus rostros se iluminaron ponla excitación y preguntaron: "¿Usaremos camisas blancas? ¿Podremos traer amigos? Señor Jones, ¿ese anuncio lo vio en la revista 'Timé'?" El detalle de la revista sucedió accidentalmente: era una página entera, a todo color, haciendo propaganda a unos productos madereros. El publicista identificó su producto como la "Tercera Ola". La propaganda rezaba, en grandes letras azules, rojas y blancas: "Viene la Tercera Ola". Los alumnos preguntaron: "¿Es esto parte de la campaña, señor Jones? ¿Es una clave, o algo así?" "Si, les dije, escuchen bien. Está todo listo para mañana. Deben acudir todos al auditorio pequeño, a las 11:50 horas, sentarse y estar listos para mostrar la Disciplina, Comunidad y Orgullo que han aprendido. No deben hablar a nadie acerca de esto. Esta concentración es solamente para miembros".

(11) DESCUBRIENDO LA VERDAD: EL VIERNES, último día del ejercicio, me pasé toda la mañana preparando el auditorio para la concentración. A las 11:30 los alumnos empezaron a entrar en fila india, llenando las hileras de asientos. El silencio inundaba la sala. Las banderas de la Tercera Ola colgaban como nubes desde el techo. A las doce en punto cerré la sala y puse guardias en las puertas. Varios amigos míos, actuando como reporteros y fotógrafos, empezaron a tomar fotos y a escribir rápidas notas. No había ni un solo asiento libre. El grupo estaba compuesto por distintos tipos de muchachos: los atletas, los socialmente prominentes, los dirigentes, los solitarios, los que siempre se iban temprano de clases, los ciclistas, los bromistas, los dadaístas... La colección completa parecía, sin embargo, una sola fuerza, al sentarse en una perfecta posición de atención. Todos se fijaban en el equipo de televisión, que yo había ubicado al frente de la sala. Nadie se movía, el silencio era profundo, pareciendo que todos eran testigos de un nacimiento. La tensión y la ansiedad eran increíbles.
"Antes de comenzar la Conferencia Nacional de Prensa, que empieza dentro de cinco minutos, quiero demostrar a la prensa el nivel de nuestro entrenamiento". Diciendo esto, hice el saludo y, enseguida, doscientos brazos, automáticamente, me saludaron. Después, dije: "PODER A TRAVÉS DE LA DISCIPLINA". Doscientas voces repitieron en coro: "PODER A TRAVÉS DE LA DISCIPLINA". Lo repetimos una y otra vez y la respuesta cada vez era más sonora. A este punto, los fotógrafos aunque seguían tomando fotos, eran ignorados. Reiteré la importancia de este evento y, una vez más, pedí disciplina. La sala retumbó con el grito gutural de "PODER A TRAVÉS DE LA DISCIPLINA".

Eran las 12:05, Apagué las luces y caminé rápidamente hacia el equipo de televisión. Parecía que el aire de la sala se estaba secando y era difícil respirar y, más difícil aún, hablar. Era como si, en su clímax, la muchedumbre enardecida hubiera echado todo fuera de la sala Encendí el televisor. Ahí estaba yo, parado, junto al aparato, mirando hacia la sala repleta. La pantalla produjo un haz luminoso azul pálido. Roberto estaba a mi lado. Le susurré que mirara atentamente y no se distrajera en los próximos minutos La única luz de la sala provenía del televisor, reflejándose en los rostros de los alumnos. Los ojos se esforzaban, mirando la luz, pero ésta no cambiaba. La concurrencia se mantuvo quieta esperando. Había una guerra mental entre la gente del auditorio y la televisión y fue esta última la que ganó. El fulgor del aparato no mostró ningún candidato presidencial, simplemente se apagó. Los que contemplaban, todavía persistían. ¡Tenía que haber un programa! ¡Tenía que venir! ¿Dónde estaba? El trance frente al televisor continuó durante lo que parecieron horas: eran las 12:07, Nada. Un televisor apagado. No iba a suceder. La ansiedad se transformó en frustración. Alguien se paró y gritó:"¿No hay ni un líder?. ¡Verdad!". Todos miraron sorprendidos al alumno y luego al televisor. En sus rostros habla una mirada de incredulidad. En la confusión del momento, me moví despacio al televisor, sintiendo la respiración de la gente. Esperaba un bombardeo de preguntas, pero sólo hubo un profundo silencio. Empecé a hablar, cada palabra parecía ser escuchada y absorbida."Escuchen claramente, tengo una cosa muy importante que decirles. No hay, ningún líder. No hay nada que se parezca a un movimiento llamado "Tercera Ola". Uds. han sido usados, manipulados, empujados por su propia voluntad hacia el lugar en que se encuentran en este momento. Ustedes no son mejores ni peores que los nazis alemanes que hemos estado estudiando".

"Ustedes pensaron que eran los elegidos, que eran mejores que los que están fuera de la sala. Ustedes vendieron su destino y su libertad por la comodidad de la disciplina y la superioridad. Ustedes eligieron aceptar el deseo del grupo y la gran mentira de su propia convicción y creyeron que sólo lo hacían, por diversión, en un comienzo, que podrían salirse en cualquier momento, pero, ¿hasta dónde habrían llegado? ¿Qué tan lejos podrían haber ido? Déjenme mostrarles su futuro". Con esto, encendí una proyectora de cine. Inmediatamente iluminó una tela blanca que colgaba encima del televisor. El rugido de la concentración de Nüremberg apareció en la pantalla. Mi corazón golpeaba fuertemente. En imágenes fantasmagóricas, la historia del Tercer Reich desfiló ante la sala. La Disciplina. La marcha de la Súper Raza. La gran mentira. Arrogancia, violencia, terror. Gente empujada dentro de grandes camiones. La visión de los campos de concentración, caras sin ojos. Los juicios. La plegaria de la ignorancia.

Yo sólo hacía mi trabajo, Mi trabajo. Abruptamente, como empecé la proyección de la película, terminé con una frase: "Todo el mundo debe aceptar la culpa. Nadie puede declarar que no tomó parte alguna". La sala permaneció oscura mientras el rollo cambiaba de carrete. Me sentí enfermo del estómago. La sala olía a camarín. Nadie se movía. Era como si cada une quisiera disecar ese momento, descubrir qué había pasado. Era como despertar de un sueño profundo. Toda la gente en la sala miró por última vez hacia su conciencia. Esperé durante varios minutos para que todos recapacitaran. Finalmente, algunas preguntas empezaron a surgir. Todas ellas indicaban una situación imaginaria y buscaban encontrar el significado de este evento. Todavía en la sala a oscuras, empecé la explicación. Confesé mi sensación de enfermedad y remordimiento. Expliqué a la asamblea que una aclaración completa tomaría tiempo. Me vi desplazándome desde un punto de introspección activa en el evento, hasta el papel de profesor: es más fácil ser profesor.

(12) LA EXPLICACIÓN FINAL: "A través del experimento de la semana pasada, todos sentimos qué era vivir y actuar en la Alemania nazi. Aprendimos qué se siente al crear una sociedad disciplinada, al construir una sociedad especial y rendir pleitesía a esa sociedad, instituir la razón a través de reglas. Sí, todos habríamos sido buenos alemanes. Nos habríamos puesto el uniforme, habríamos dado vuelta la cara ante nuestros amigos perseguidos y encarcelados. Nosotros mismos habríamos cerrado los goznes. Habríamos trabajado en los centros de "defensa", quemado ideas.

Sí, sabemos, a escala, qué se siente ser un héroe, tener decisiones rápidas, sentirse fuerte y controlando el destino. Conocemos el miedo de ser dejado fuera, el placer de hacer algo bien y ser recompensado, ser el número uno, estar en lo correcto. Hemos visto, y, a lo mejor, sentido, lo que estas acciones, al ser llevadas a un extremo, pueden causar. Cada uno de nosotros ha sido testigo de algo en la semana recién pasada. Hemos visto que el fascismo no es solamente cosas que esa gente hizo. No. Está aquí, en esta sala, en nuestros propios y personales hábitos y formas de vida. Remuevan la superficie y aparecerá. Es algo que está en todos. Lo llevamos como un virus. La creencia de que los seres humanos son básicamente malos y que, por esto, no pueden actuar bien hacia sus semejantes, es una creencia que requiere de un fuerte líder y de disciplina para preservar el orden social y, aún más, es el acto de la defensa, de la apología".

"Esta es la lección final que debemos experimentar. Esta última lección, es, a lo mejor, la de mayor importancia. Esta lección era la pregunta que inició nuestra inmersión en el estudio de la vida nazi. ¿Se acuerdan, de la pregunta? Concernía a la ignorancia del pueblo alemán, reclamando no saber y no estar involucrado en el movimiento nazi. Si me acuerdo bien de la pregunta, ésta iba así: ¿Cómo pudo el soldado alemán, el conductor de trenes, la enfermera, el recaudador de impuestos, el ciudadano común, clamar, al final del Tercer Reich, que no sabía nada de lo que pasaba? ¿Cómo pudo, la gente, ser parte de algo y luego declarar no estar realmente involucrada? ¿Qué hizo que la gente se olvidara de su propia historia? En los próximos minutos y, quizás, años, Uds. tendrán la oportunidad de responderse estas interrogantes". "Si vuestra actuación sobre la mentalidad fascista ha sido lograda, ni uno de Uds. va a admitir jamás que estuvo presente en esta reunión final de la Tercera Ola. Como los alemanes, tendrán problemas para admitirse a Uds. mismos que llegaron tan lejos. No permitirán a sus amigos ni a sus padres saber que hubieran podido entregar la libertad personal y el poder individual a los dictadores o a un líder invisible. No pueden admitir que fueron manipulados, que fueron seguidores, que aceptaron la Tercera Ola como una nueva forma de vida. Uds. no admitirán que participaron en esta locura. Harán de este día y de esta reunión un secreto y es un secreto que yo compartiré con Uds."

Saqué la película de la cámara y expuse el celuloide a la luz. El juicio había terminado. La Tercera Ola había terminado. Miré hacia atrás. Roberto estaba llorando. Los alumnos se levantaron lentamente y, sin palabras, abandonaron la sala. Caminé hacia Roberto y lo abracé. Estaba sollozando y respiraba ahogadamente. Le dije: "Ya terminó. Está bien". Al consolarnos mutuamente, fuimos una roca en el arroyo de los estudiantes. Algunos se voltearon, estrechándonos, a Roberto y a mí. Otros lloraban abiertamente y se limpiaban las lágrimas, para seguir llorando. Eran seres humanos circulando y abrazándose mutuamente, yendo hacia la puerta, hacia el mundo exterior. Durante una semana, en la mitad del año escolar, habíamos vivido y compartido intensamente un secreto. En los cuatro años que fui profesor en el Cubberly High School, nunca nadie admitió haber asistido a la reunión final de la Tercera Ola. Por supuesto que hablamos y analizamos profundamente nuestras acciones, pero la reunión, no: Era algo que todos queríamos olvidar.

Artículo de RON JONES aparecido en la revista Co-Evolution Quarterly, Primavera de 1976, tomo N° 9, 20 de marzo de 1976, P.O. Box 428, Sausalito CH.