lunes, mayo 28, 2007

098. PERFUME

El perfume que sobrevive no es mi perfume. No es el tuyo. Es otro, distinto, diferente. No podríamos rastrear o encontrar. En otro perfume. La conjunción de los perfume en el juego de la piel es una esencia maravillosa que enviarían los inventores y productores de perfumes. Porque es la piel, tu piel, mi piel, el roce de ambas, el juego de los poros. Y de allí salen los perfumen colocados y los perfumes naturales para intercambiarse. No es que al separarnos nos queden – culposos – los perfumes mutuos: nos queda un solo perfume construido cada vez en el encuentro lleno del amor. El juego de la pasión se llena de sustancias que nos embriagan y que nos identifican. Nosotros nos convertimos en los fabricantes de la esencia original. Ya no somos dos: somos la misma cosa, el mismo ser unidos por un aroma que nos envuelve. Y es lindo – cuando ya no estás – seguir sintiéndote en cada centímetro de piel. Quisiera que durara para siempre.

097. AMIGO

Mi amigo llego con el filo de la tarde. Llegó como llegó a mi vida hace demasiados años, en un extraño país y en una historia que defintivamente no quiero recordar. Volvió como vuelve de vez en cuando hasta las playas de mi vida para instalarse un tiempo. Mi amigo me desbarata mis esquemas, abre mis puertas, revisa mis cosas, se me mete con atrevimiento en mi vida. Yo hago lo mismo. Y por unos días ando a corazón abierto hablando todo, tratando de que hablemos todo. Fluyen mis miedos, mis esperanzas, mis derrotas, mis expectativas, mis sueños. Y todos los de él. Le digo cosas al mismo tiempo que me las digo a mi. Reímos, reimos muchos: las compuertas de la risa regresan nuevamente hasta nosotros y podemos volver a ser los chicos, los adolescentes que somos. Disfrutamos, vivimos, respiramos, caminamos por la vida un par dedías juntos. No hacemos planes para reencontrarnos, para hablarnos, para conectarnos. Sabemos que la voz de la vida será la señal. Y allí estaremos. Y cuando parte algo de mí se queda huérfano, lejano. La piel, el cuerpo, el alma, el corazón siente esa partida. Y descubro cuando lo abrazo y lo despido que en él pasa lo mismo. Pero nadie nos puede robar este tiempo juntos, este soplo de vida.

096. TIEMPO PARA EL TIEMPO

A veces el tiempo se torna demasiado corto para compartir toda la pasion de un momento y al querer recuperarlo uno trata de enumerar lo que hecho con él, en él y no concluye nunca, y se aqdmira que en tan poco tiempo haya podido hacer tanto, tantas cosas... y a veces el tiempo se alarga y se hace eterno cuando debe negociar una ausencia, calcular el tiempo exacto que divide el momento en que te dejé del momento en que te volveré a encontrar. Nunca el tiempo es el tiempo, sino que el tiempo es una construcción subjetiva que nos obedece o se nos resiste... Y es entonces cuando, mirándote a los ojos y sabiendo que me miras, te digo: ¿Cómo hago para convertir en eternidad ese tiempo de encuentro imborrable, indeleble, inolvidable... y convertir en una ráfaga los tiempos en que nos estamos juntos?

095. EL CUERPO ES EL ECO DE LO QUE SOMOS

Diversas expresiones nos muestran la unidad que nos constituye. El interior y el exterior. Lo espiritual y lo material, el alma y el cuerpo hablan el mismo lenguaje, al punto que lo que nos sucede parece expresarse en el cuerpo mismo: "lo veo y me broto", "se me parte el corazón", "tengo el corazón partido", "cuando lo pienso se me hace un nudo en estómago", "escucharlo me parte la cabeza", "me grió y me quedé paralizado", "frente a lo sucedido me quedé sin palabras, sin poder hablar", "colorazo de vergüenza", "blanco como un papel", "empapado por los nervios", "verde de rabia". Efectivamente hay diversos lugares del cuerpo que viven y expresan nuestros pensamientos o nuestros sentimientos: el corazón, el estómago, la falta de tonicidad muscular, el cosquilleo que provocan ciertos sentimientos, los deseos que nos recorren por diversos lugares de un interior y de un exterior que no alcanzamos a precisar. Uno piensa en el beso y no sabe si se trata de algo físico o psíquico o espiritual o integral... Y en los encuentros intersubjetivos (o los desencuentros) y el valor que uno y en otros tienen la mirada (¿física?), el tono de las palabras y su contenido, los gestos, las manos y cada centímetro de nuestra piel. Y en esos encuentros es como que el interior reclama al exterior y el exterior funciona porque hay un interior que puja. Somos nuestro cuerpo, el cuerpo que los otros ven, el que padecemos y el que los demas padecen, el que disfrutamos y el que los demas disfrutan... somos nuestro cuerpo cuando exponemos un tema, defendemos una idea, compartimos una charla o una mesa o nos fundimos - sin distingo de territorios - en unidad con el cuerpo amado. Debe ser esa finitud que nos recorre lo que nos hace tan corporal, a pesar de todo o felizmente.