jueves, mayo 31, 2007

099. AMANTES

El abrazo, los abrazos. El beso, todos los besos. La pasión, casi sin respirar, sin hablar, susurrando apenas, gimiento. En una primesa pausa, necesaria, ella: ¿Ahora somos amantes? Y él la abraza fuerte, demasiado fuerte como para no dejarla escapar, para hacerla definitivamente suya. Y ella retribuye como el náufrago a la tabla que lo sostiene. Y permanecen así unidos en un rincón del mundo, ajenos a todos, envueltos en la mágica creación de un nuevo universo. Y llega el juego de las explicaciones. Ella: te estuve esperando todo este tiempo, te estuve siguiendo, estuve aprendiendo de memoria tu rostro, tus ojos, tus palabras, el sonido de tu voz. Jugaba con la posibilidad y la negativa. Avanza y no me atrevía. Disfrutaba de la seguridad y me resistía. No, no podía ser. O sí: podía ser. Ahora o nunca. Nunca... Y fue aquel viaje. Aquella cena en la que estuvimos juntos. El roce casual en el trabajo compartido. La mirada y la pregunta. Fueron todos esos detalles. El juego de los perfumes, uno a uno. Conozco tus horarios, tus hábitos, tus gustos. Y él: entonces he caído en la red, he caído en la dulce trampa del amor. Lo veía pero no lo podía creer. No de vos, no en vos. Sospechaba y aplacaba la sospecha. No sabía interpretar las signos. Difícil, tentadora, lejana, demasiado lejana por momentos. No, no podía ser: ilusiones. De ilusiones tambien se vive... pero el salto a la realidad no lo daría nunca. Es verdad el viaje: demasiado cerca, demasiado juntos, demasiado tiempo... la luz mortecina del atardecer fueron acunando un universo de palabras... pero cada uno regresó a su mundo, a los suyos. Debo confesarlo y reconocerlo: he caído sutilmente en tu trampa... y es tan dulce caer en tus brazos... Ella: ¿ahora somos amantes? ¿podremos vivir juntos? ¿qué será de nuestro futuro? He tejido hilo a hilo la trama de este telar en que hemos caídos porque en realidad me lo tejía a mi misma tambien para convencerme de que era posible, de que en algún momento produciríamos el salto. Un escrito. Una copa de vino. Un correo devuelto. Un llamado. Y toda la certeza disponibles y el desasosiego... es verdad, amor, es verdad. Nuevamente él: no sé si eres tú la que has tramado todo esto. No sé si la sutil manera en que me has hecho caer en tus redes no es mas que un juego del que yo mismo he marcado las cartas y las fichas... Insinuar y separarme. Sugerir y desaparecer. Hacer rodas la pelota y no jugar. Un juego de atracción y desaparición... y tratar de que las circunstancias pudieran darte rienda sueltas para que tejieras a tu gusto los hilos de la telaraña. ¿Quien es el cazador y quien la presa? ¿Quien es la causa y quien el efecto? ¿quien el dueño del juego y el jugador?...
Y busca el rincón exacto para amarse sin usura, ellos tan formales. Y saben, los dos lo saben, que ambas han sido cazadores y presas, jugadores del mismo partido, ni vencedor ni vencido, que en otro lugar se entrejen los hilos, la trama, los secretos. Y que el amor convierte por una química especial es historia compartida las vidas que deambulan solitarias, huefanas, sin cuidado por ese mundo ancho, extraño, ajeno.