domingo, agosto 17, 2008

332. ESTADO DE ANIMO


Siempre me he sentido un simple arroyito, aunque a veces finja ser un torrente enloquecido que baja de la montaña y se hace pedazos contra las piedras. A pesar de que así me vean o me imaginen. Siempre he sido apenas un yuyito que nace, intruso, en las uniones de los viejos adoquines, con una existencia precaria y un destino incierto. Y en estos días estoy, allí, en el medio del río, navegando sin saber hacia donde. Se hace de noche y la barca da vueltas, y los remos no saben, esperan mis manos, mis decisiones... miro el sol, el sol sobre el río. Es otoño. No hace frío. Escucho voces que llaman desde las orillas y sé que hacia algún lugar debo ir, hacia algún lugar, pero la barca no me lleva, sólo me espera y todas las direcciones son posibles. Los ojos se me duermen mirando el poniente y esa noche que avanza inundando se sombras el paisaje. Nadie me despierta y yo sigo así paralizado, casi muerto. Los remos se han dormido en mis manos o mis manos en los remos.
De pronto, brilla una luz, la primera tal vez o la que primero divisan mis ojos cansados… y lentamente me pongo en marcha. No sé como ni cuando ni a donde llegaré. Alguien más debería estar en esta barca, para avanzar tomados de los mismos remos.