miércoles, octubre 10, 2007

194. ERES UN AMOR QUE ME INCOMODA

Oído al pasar, ya no sé cuándo, no recuerdo dónde:

Eres un amor que me incomoda, me desconcierta, me invade,
revoluciona cada parte de mi, los íntimos secretos,
me atropella, arremete, destruye, toma posesión,
marca su territorio, construye sus moradas, hunde sus raíces,
hace preguntas, desconfía, me llena de dudas y misterios.
Eres un amor que desasosiega, inquieta, se torna un torbellino,
me envuelve, me absorbe, me penetra.
Eres un amor que me incomoda, me saca de los bordes, se mete en los resquicios,
buscas las grietas, anida en las preguntas, siembra sospechas,
revisa mi pasado, me pide que renuncie a mis fantasmas,
que siembre de abrazos las ausencias
y borre la seguidad de las cadenas.
Eres un amor que me incomoda, me lanza al porvenir, me llena de silencios,
entorpece mis palabras, se atrinchera en mis razones y me desarma.
Eres un amor que me incomoda detrás de la fresca carcajada,
del juego de vocablos, las miradas,
que registras mi cuerpo y mis entrañas
que no admite fronteras ni murallas,
que construye con fuerza la morada.
Eres un amor y has estallado en la vida de dos sin prepararnos
para expandirse sin usura y arollar el desamaparo.
Eres un amor que me incomodas y se torna necesario, nuestro, propio,
definitivo, fuerte, misterioso. Nada.

193. PLATON + EL BANQUETE

“Es más largo de contar, pero, con todo, te lo diré Sócrates. Cuando nació Afrodita, los dioses celebraron un banquete y, entre otros, estaba también Poros, el hijo de Metis. Después que terminaron de comer, vino a mendigar Penía, como era de esperar en una ocasión festiva, y estaba cerca de la puerta. Mientras, Poros, embriagado de néctar -pues aún no había vino-, entró en el jardín de Zeus y, entorpecido por la embriaguez, se durmió. Entonces Penía, maquinando, impulsada por su carencia de recursos, hacerse un hijo de Poros, se acuesta a su lado y concibió a Eros. Por esta razón, precisamente, es Eros también acompañante y escudero de Afrodita, al ser engendrado en la fiesta del nacimiento de la Diosa y al ser, a la vez, por naturaleza un amante de lo bello, dado que también Afrodita es bella. Siendo hijo, pues, de Poros y Penía, Eros se ha quedado con las siguientes características. En primer lugar, es siempre pobre, y lejos de ser delicado y bello, como cree la mayoría, es más bien duro y seco, descalzo y sin casa, duerme siempre en el suelo y descubierto, se acuesta a la interperie en las puertas y al borde de los caminos, compañero siempre inseparable de la indigencia por tener la naturaleza de su madre. Pero, por otra parte, de acuerdo a la naturaleza de su padre, está al acecho de lo bello y de lo bueno; es valiente, audaz y activo, hábil cazador, siempre urdiendo alguna trama, ávido de sabiduría y rico en recursos, un amante del conocimiento a lo largo de toda su vida, un formidable mago, hechicero y sofista. No es por naturaleza ni inmortal ni mortal, sino que en el mismo día unas veces florece y vive, cuando está en la abundancia, y otras muere, pero recobra la vida de nuevo gracias a la naturaleza de su padre. Mas lo que consigue siempre se le escapa, de suerte que Eros nunca ni está falto de recursos ni es rico, y está, además, en el medio de la sabiduría y la ignorancia. Pues la cosa es como sigue: ninguno de los dioses ama la sabiduría ni desea ser sabio, porque ya lo es, como tampoco ama la sabiduría cualquier otro que sea sabio. Por otro lado, los ignorantes ni aman la sabiduría ni desean hacerse sabios, pues en esto precisamente es la ignorancia una cosa molesta: en que quien no es ni bello, ni bueno, ni inteligente se crea a si mismo que lo es suficientemente. Así, pues, el que no cree estar necesitado no desea tampoco lo que no cree necesitar.
(…)
Hasta para un niño es ya evidente que son los que están en medio de estos dos, entre los cuales estará también Eros. La sabiduría, en efecto, es una de las cosas más bellas y Eros es amor de lo bello, de modo que Eros es necesariamente amante de la sabiduría, y por ser amante de la sabiduría está, por tanto, en medio del sabio y del ignorante. Y la causa de esto es también su nacimiento, ya que es hijo de un padre sabio y rico en recursos y de una madre no sabia e indigente. Ésta es, pues, querido Sócrates, la naturaleza de este demon. Pero, en cuanto a lo que tú pensaste que era Eros, no hay nada sorprendente en ello. Tú creíste, según me parece deducirlo de lo que dices, que Eros era lo amado y no lo que ama. Por esta razón, me imagino, te parecía Eros totalmente bello, pues lo que es susceptible de ser amado es también lo verdaderamente bello, delicado, perfecto y digno de ser tenido por dichoso, mientras que lo que ama tiene un carácter diferente, tal como yo lo describí.”

DISCURSO DE SOCRATES (2003 b – 204 b)

192. DEL OTRO LADO


191.EL BAMBU JAPONES

No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante. También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente la semilla sembrada y grita con todas sus fuerzas: "¡Crece, maldita seas...!"
Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo trasforma en no apto para impacientes: Uno siembra la semilla, la abona, y se ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto, que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.
Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas, ¡la planta de bambú crece más de 30 metros! ¿Tardó solo seis semanas en crecer?.
No. La verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener Necesario para el crecimiento que iba a tener después de siete años.
Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo. Y muchas veces es necesario perder tiempo, invertir tiempo en las raíces, en los fundamentos. Parece que perdemos tiempo, pero en realidad lo estamos ganando.
Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta. Es tarea difícil convencer al impaciente que sólo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y saben esperar el momento adecuado.
De igual manera es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creeremos que nada está sucediendo. Y esto puede ser extremadamente frustrante. Pensar, reflexionar pueden parecer una pérdida de tiempo.
En esos momentos (que todos tenemos), recordar el ciclo de maduración del bambú japonés, y aceptar que -mientras no bajemos los brazos -, ni abandonemos por no "ver" el resultado que esperamos -, sí está sucediendo algo dentro nuestro: estamos creciendo, madurando.
Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando éste al fin se materialice. El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación. Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros. Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia.

190. PUERTAS Y TERRITORIO

Es verdad. No puedo abrir las puertas. Estoy del otro lado, te veo venir, hablarme, decirme cosas. Y no puedo. Hay algo que traba las puertas por dentro. Lo intento, pero solo te oigo desde lejos cuando tus demandas me llegan como queja y yo te respondo sin excusas. Te miro a los ojos y me miro al mirarte. Mis ojos te registran y no. A mis oídos no llegan tus palabras. O llegan pero no logro dcecodificarlas del todo. "Tiras tus tristes redes a mis ojos oceánicos...", "Tus palabras se adelgazan para llegar..." Y es verdad: por un momento, por una tarde, por un día mi territorio se ha hecho territorio inexpugnable. No es una decisión mía, pero así soy. Hoy no encuentro las llaves de mis puertas. Han clausurado las ventanas y no puedo lanzarme al vacío de sus ojos o de tu alma, y dejarme ir como quien se desangra en medio del abismo. Estoy y no estoy. Y sé que aun detrás de la puerta, haciendo señas, llenándome de palabras, naufragando en la mirada es oportuno que estés, que no te vayas, que te quedes a dormir allí, aguardando el tiempo necesario. Porque es así: por momentos mi vida se sumerge en un túnel misterioso y entonces me encierro en él, camino en las tinieblas, amo el silencio, descarto las palabras, rehuyo los abrazos, mezquino la piel, negocio las ausencias y huyo hacia la nada. Hay algo de tedio, aburrimiento, cansancio existencial, clausura en todo esto. Es un tiempo que me regresa - creo - a otros tiempos: en algún lugar algo o alguien produjo el terremoto y me sumergió en la nada.
No te vayas, encontremos la receta, pongámonos los dos a construir las nuevas llaves, a derribar las puertas, a destruir los muros, a mezclar los territorios, a construir los puentes, a rellenar los ríos.
Tal vez, saber que te has dado cuenta ("no me escuchas, te hablo y no registrás lo que te digo"), desnudar mi estado, sentirme ausente y sin embargo persisitir en el intento sea la forma de vencerme o de vencer los fantasmas que sobrevienen sigilosos del pasado y reaparecen en una tarde de martes y de octubre.