domingo, octubre 22, 2006

007.A LOS GOLPES

Nuevamente la violencia se ha instalado en nuestra sociedad. No se trata de una violencia doméstica, oculta y perversa que se refugia en el calor del hogar, sino de una violencia descaragada y obsena que gana los escenarios sociales. Está allí en los medios exhibiéndose como un pasaporte seguro para lograr los propios objetivos.
La violencia parece haberse apropiado de ser sectores claves de la realidad: la política y el poder, el trabajo y los reclamos sociales, la diversión y el deporte. No funciona como último recurso, ni como respuesta a presuntas agresiones, sino como disparador y fuerza paralizante. Hay mucho por ganar, hay mucho por perder y por lo tanto los actores van cambiando de obra y de escenario pero están allí, siempre allí, imponiéndo la fuerza de una barbarie que suponíamos sepultada.
En las agresiones mutuas parece primar un sentido suicida y descontrolado que pone en riesgo todo: golpean, destrozan, rompen aun sabiendo que pueden ser las víctimas de quienes responden y atacan... Son los cuerpos descontrolados, los gritos, la suma de individuos, las armas, los palos, la furia.
De pronto, un pasado ancestrar y un pasado histórico vuelven a escena... y nos encuentran inermes porque hace mucho tiempo que hermos perdido la fórmula. Los mismos respresentantes para cubriendo "las necesidades" de diversos sectores: cambian sus identificaciones y sus consignas, y repiten sus rituales.
Tal vez haya que pensar nuevamente en ciertos baños de racionalidad para recuperar el sentido de la convivencia, de la negociación, de los acuerdos... Tal vez haya que resucitar - con mejor criterio que en el pasado - la civilización nuevamente... o tal vez haya que lograr una domesticación inicial, previa a los procesos de humanización, a los encuentros personales, a las relaciones marcados por la sensibilidad y el afecto.

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