miércoles, diciembre 20, 2006

REGRESO

Siempre hay historias de viajes. Porque el viaje en sí mismo constituye un relato y permite que se ensamblen historias y relatos. Habrá sido eso, supongo. Esa sensación de estar allí, juntos, por varias horas, con una cercanía que muy pocas veces regala la vida real, atados al mismo asiento, muy próximos, con la posibilidad de jugar con las palabras y con las miradas... Lo cierto es que el viaje fue desgranando - lentamente - una serie de palabras, ideas, sensaciones, confidencias. Y ese roce que nunca termina de definirse pero que estratégicamente juega con la cercanía... Recuerdo otros viajes, muchos viajes, especialmente aquellos en que la vida puso el tiempo oportuno, y a partir de los mismos la existencia, el amor, las relaciones ya nunca fueron los mismos. El cuidado, los amigos, las historias, los libros, los deseos, las expectativas, los gustos... y el tiempo que fluye y que por momento se expande y por momentos se contae, y vuelve a ser el mismo para ser definitivamente otro.
Despertamos al llegar, resucitamos: no somos los mismos ya, pero algo nos devolverá a la vida de la que partimos... y - si lo decidimos - nos regalará otra oportunidad, alguna propuesta, ciertas palabras claves, mutuas determinaciones.
Pero eso ya no depende de los viajes, sino del incesante juego del azar y de nuestras ganas de aportartle al futuro.

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