lunes, mayo 28, 2007

095. EL CUERPO ES EL ECO DE LO QUE SOMOS

Diversas expresiones nos muestran la unidad que nos constituye. El interior y el exterior. Lo espiritual y lo material, el alma y el cuerpo hablan el mismo lenguaje, al punto que lo que nos sucede parece expresarse en el cuerpo mismo: "lo veo y me broto", "se me parte el corazón", "tengo el corazón partido", "cuando lo pienso se me hace un nudo en estómago", "escucharlo me parte la cabeza", "me grió y me quedé paralizado", "frente a lo sucedido me quedé sin palabras, sin poder hablar", "colorazo de vergüenza", "blanco como un papel", "empapado por los nervios", "verde de rabia". Efectivamente hay diversos lugares del cuerpo que viven y expresan nuestros pensamientos o nuestros sentimientos: el corazón, el estómago, la falta de tonicidad muscular, el cosquilleo que provocan ciertos sentimientos, los deseos que nos recorren por diversos lugares de un interior y de un exterior que no alcanzamos a precisar. Uno piensa en el beso y no sabe si se trata de algo físico o psíquico o espiritual o integral... Y en los encuentros intersubjetivos (o los desencuentros) y el valor que uno y en otros tienen la mirada (¿física?), el tono de las palabras y su contenido, los gestos, las manos y cada centímetro de nuestra piel. Y en esos encuentros es como que el interior reclama al exterior y el exterior funciona porque hay un interior que puja. Somos nuestro cuerpo, el cuerpo que los otros ven, el que padecemos y el que los demas padecen, el que disfrutamos y el que los demas disfrutan... somos nuestro cuerpo cuando exponemos un tema, defendemos una idea, compartimos una charla o una mesa o nos fundimos - sin distingo de territorios - en unidad con el cuerpo amado. Debe ser esa finitud que nos recorre lo que nos hace tan corporal, a pesar de todo o felizmente.

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