sábado, septiembre 29, 2007

185. ABELARDO Y ELOISA

No supe - durante toda la mañana - qué texto leer: si el de mis libros y mis apuntes que relataban las desventuras de Abelardo buscando a su Eloísa y lamentando que las tormentas descontroladas (¿pueden no serlo?) del amor se llevaran parte de su cuerpo y su fama de profesor de filosofía... o el texto de la ventana que abierta de par para comerse el sol de la primavera me regalaba obsceno el encuentro de mis vecinos. Se ve bullían los gérmenes de un septiembre pleno de vida porque fueron deambulando de habitación en habitación, libres de todo para amarse hasta el hartazgo. Frente a la computadora y frente a mi texto no tuve que consultar las fuentes del pasado, sino transcribir las fuentes del presente, con los mismos riesgos tal vez pero con el mismo encanto. Cuando finalmente los vi detenerse en un sillón de la entrada y en su minúscula geografía jugar todos los encantos en un ritmo que los envolvía al compás de una melodía infinita, me imaginé la dialéctica, los universales, el sic et nunc, el planteo de la ética de un Abelardo apostando todo al cuerpo de Eloísa. Y en secreto no dejé de sonreír. Se cuidaban mutuamente con la misma pasión conque se amaban. Y reian. Hasta el momento en que sonó una canción y bailaron suavemente - cuerpo con cuerpo - para repetir el ritual de muchos siglos.

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