domingo, mayo 11, 2008

302. ESTOS DIAS

Me pesan ciertas ausencia, ciertos silencios. Los considero injustos. No hay razones para la ausencia, los silencios, los reproches, pero cayeron todos sin reparar en justicias ni merecimientos. De poco sirve que uno haya hecho mucho o lo haya hecho todo a lo largo del tiempo, las últimas acciones determinan el valor definitivo. Es esa visión que Borges le pone a los finales de sus cuentos: hay algo o alguien que nos convierte en héroes o en villanos, en salvadores o en condenados. Y hay algo de esa noción luterana de la limitación del "buen obrar" sabiendo que se trata de un esfuerzo continuo que no siempre podemos mantener y de nada nos servirá haberlo acumulado: si no somos santos, exitosos, heroicos, magníficos en el final, de nada hemos servido.
No se trata de defraudar sino de ser fiel a uno mismo. Pero esa fidelidad a la existencia que uno juego no siempre es entendible para todos. Me resuenan en el oído las palabras que anticiparon el silencio... y supe que no tenían razón. Lo peor es que se complica la forma de re-constituir la trama, de reamar la comunicación.
Me pesan las ausencias, ciertos silencios que sobrevienen estos días en que se han aquietado los demonios del trabajo y es difícil no tener ante los ojos y en los oídos algunas horas de la mañana del viernes y cierta hora de la tarde del sábado. Hay un horizonte de luces que se pega en las retinas y un sonido a Aute que vuela en mi cabeza, y un llamado y un momento con sabor a eternidad.

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