domingo, enero 11, 2009

360. LA FORMA DE LAS COSAS

La frescura del diálogo, la espontaneidad de los personajes, la absoluta sinceridad con que se relacionan, son el mejor recurso para el engaño. Porque en realidad uno piensa que todo es una verdadera trama de amores y desamores juveniles, con nuevos códigos, fieles a lo que siempre hace, produce, genera el amor. Porque lo que la hermosa EVELYN hace con ADAM no es mas que una progresiva transformación propia de las relaciones de amor… se trata de convertir al otro en una adecuación de los propios gustos. De hecho, en un diálogo entre las dos chicas (Evelyn y Jeny) lo manifiestan: la posibilidad y la necesidad de cambiar a los otros y de hacerlos a nuestra imagen…

El problema es que los cambios, nos cambian…y mutan nuestras relaciones. Y eso es lo que pasa. Si uno cambia, todo cambia… Pero no es ese el lugar a dónde nos lleva la trama y el autor: ADAM, JENNY Y PHILIPS – sentados entre los espectadores –no pueden imaginar que el presunto amor no es verdad o forma parte de otra verdad (el arte),que EVELYN ha hecho con ADAM un experimento de transformación, que su fingido amor es solo un recurso para probar su tesis: con la materia prima (persona humana) y con su cincel(los afectos y amor) uno puede lograr y probar transformaciones extraordinarias. El se convierte en algo absolutamente instrumental y funcional.

El autor lleva hasta el extremo, hasta el ridículo lo que puede ser en realidad una práctica oculta entre nosotros. Juega muy bien con el concepto de verdad /no verdad; de subjetiva construcción de la realidad, de los otros, de la mirada… por lo que todo, absolutamente todo, es discutible, opinable, propio. Si en Pigmalión, el artista cambia para liberar y hacer crecer al otro, aqui, el cambio se produce para generar la mayor subordinación de los otros...¿Una curiosa y crítica mirada de cierto tipo de arte de nuestro tiempo? En manos de un elenco joven es todavía más contundente, porque parecería ser el código de los nuevos tiempos, al que mejor se adaptan los nuevos.

Cuantas veces – sin llegar a la deliberada y genial exageración de Lein Labute – somos objetos (o somos sujetos) de esta manera de manipular a los otros, de conquistarlos para “probar algo”: lo que somos, lo que podemos lograr, la debilidad del otro, la fragilidad de su poder, lo que sea…A la mas linda, al mas feo, al profesor, al jefe, a la secretaria, a la mujer casada, a la solterona, a la exquisita, a la histórica, al que tiene una sexualidad diferente. A veces nosotros mismos no podemos creer que alguien se haya fijado en nosotros…y terminamos sospechando que somos parte de una trama, de un juego, que no descubrimos pero que con seguridad está allí agazapada para saltarnos y matarnos con una decepción… No es tan inverosímil el planteo de la obra: como el arte no trabaja con la verdad sino con la verosimilitud, cualquier parecido con la realidad es deliberada pero sospechosa coincidencia. Recuerdo a alguien, a quien reiteradamente le dije, por meses: “No es verdad. No puede ser. Esto es un sueño, es un imposible: yo soy apenas un arroyito y vos vivís rodeada de ríos torrentosos… ¿por qué fijarte en mi?”. “Precisamente por eso.”, me respondió, y agregó: “Cuando descubran por qué te elegí, vos que nunca fuiste ni sos un arroyito, serás para todos un río caudaloso”. Confieso que cuando desde la primera fila, butaca 17 veía las primeras escenas, pensé inmediatamente en ella.

La obra tiene en la dirección a Daniel Veronese y está protagonizada por Fernán Mirás, Griselda Siciliani, Magela Zanotta y Sergio Surraco, en el Multiteatro de la calle Corrientes. Hay – además-un ingenioso y dinámico manejo escénico para definir con rapidez los cambios de lugares, situaciones y personajes.


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