miércoles, enero 17, 2007

LA EDUCACION O LA MEMORIA DE UN JARDINERO

Nadie me enseñó el oficio. Aprendí a ser jardinero atendiendo a las plantas del jardín. Con cada planta que llegaba o que nacía, con cada crecimiento o dificultad yo fui adquiriendo experiencia. Todos consideran que soy un buen jardinero pero no han sido los estudios ni las lecturas, sino simplemente el tiempo, la experiencia y la observación, porque yo he tratado de apropiarme de lo que fue sucediendo con las diversas plantas para poder aplicar la misma fórmula o aconsejar a quienes me vienen a preguntar.
Hay dos momentos que son claves en la vida de una planta: el primero es el ritual de la siembra, el nacimiento, el trasplante, el milagro de la vida, a través de los diversos medios: es hermoso ver cómo – de un día para otro – en la tierra debidamente preparada va surgiendo la vida nueva. Frágil, bella, ínfima, llena de esperanza y futuro. Uno mira algunos árboles y recuerda aquellos momentos iniciales y no puede creer que la vida y el tiempo hagan tanta maravilla.
Pero hay un segundo momento importante: cuando la planta – cualquiera sea, especialmente los futuros árboles – ya se ha afirmado y comienza el camino de su crecimiento, no basta con remover la tierra y abonarla, regarla en su justa proporción, sino que es necesario sostener su crecimiento con una guía o un tutor que asegure que avanza como corresponde. Uno sabe que la planta interiormente se resiste y protesta: quisiera crecer libremente, sin tutelas, hacia cualquier lado porque el milagro de la vida le permite explotar en brotes y en ramas… pero el tutor es quien le pone la dirección indicada. Con suavidad pero con firmeza es imprescindible sujetar y atar. Esa es la fórmula del crecimiento: darle forma y orientar el desarrollo. En su concepto básico, el entutorado consiste en aplicar la técnica de ir atando diferentes partes de las ramas del sobre otras partes de ella misma u otros objetos como cañas o estructuras generales, que en definitiva nos permita ir dirigiendo la orientación física del desarrollo de la planta hacia una idea preconcebida.
A la presencia del tutor se le agrega la tarea de la poda: es quitar para fortalecer, provocar dolor y privaciones para garantizar que la planta tenga mayor fuerza en su tronco y en sus ramas. La permite obedecer mejor a la forma y dirección que le otorga el tutor.
Sin embargo hay que tener en cuenta algunas cosas: las ramas crecen en grosor con el tiempo, por lo tanto, al realizar el atado de una rama sobre el tutor, debemos tener la precaución de dejar una pequeña holgura entre la rama y este. Si la planta queda aprisionada al tutor termina ahogándose. Sin tutor crece desordenada y sin fuerza. Hay un justo medio entre la sobreprotección que ahoga y el descontrol que termina en abandono y descuido. Conforme van creciendo las ramas no sufrirán ningún tipo de estrangulamiento. De todas formas, periódicamente conviene revisar estas ataduras y en caso de ver peligro se aconseja desatar y volver a atar dejando más holgura. Tanto el tutor como la podan deben servir para dar mas vida, no para matar. En ciertas etapas del crecimiento – cuando las plantas son mas grandes, mas fuertes, mas altas – los tutores debe también crecer el fortaleza.
Pero es necesario vigilar siempre las ataduras y al propio tutor para que no causen estrangulamientos o heridas en las plantas eliminando dichas ataduras y reponiéndolas cada cierto tiempo. Es muy importante también vigilar la posición relativa planta/tutor en relación con los vientos dominantes, a veces es necesario reforzarlos porque pueden provocar la caída de la planta. Y cuando el tronco pueda mantener la copa por si mismo se eliminaran los tutores y las ligaduras, no permitiéndose, como viene siendo regla general, ningún tipo de brotaciones por debajo de la cruz.
Un caso especial lo constituyen las enredaderas o trepadoras porque frecuentemente se cree que son plantas libres, que crecen sin control. Sin embargo, si la trepadora no se agarra sola, tendrás que ir atándola sobre un soporte de madera y alambres a medida que crezca. Es la única manera de asegurar que puedan trepar, enredarse, adquirir formas. Algunas especies encuentran en las paredes o en otras plantas la forma de sostenerse: construyen ellas mismas el tutor y el límite con sus pequeñas raíces o ventosas. Encuentras resistencia y límites, y entonces pueden elevarse y crecer Siempre los tutores son la guía necesaria para el crecimiento, sin ellos la enredadera o trepadora se cae y no logra elevarse y lucir: los tutores nos permiten darle la forma necesaria y llevar a la planta hasta los lugares que deseamos, aunque siempre tengan esa libertad para extender sin ataduras su crecimiento.
A veces, observo los chicos de diversas edades que frecuentan estas plazas, solo o acompañados por sus padres y los asocio naturalmente al crecimiento de las plantas. Un buen padre, una buena madre no son mas que buenos jardineros que con buenos y estratégicos tutores, con la poda necesaria aseguran el crecimiento hasta que los hijos tienen las alas necesarias para sostener solos en el aire y volar el vuelo propio.

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