01. Cuando la autoridad recurre al ejercicio descontrolado del poder, pierde su autoridad (nadie lo reconoce como tal, aunque lo tema y se subordinen) y terminará perdiendo el poder.
02. La autoridad que se sostiene sobre la delegación de la autoridad en otros funcionarios intermedios y se alimenta con la confianza y la comunicación tiende a fortalecerse y a perfeccionarse en su ejercicio.
03. Si la autoridad - que delega en otros autoridad – interviene, en cada caso, para imponer autoridad, destruye la autoridad de sus colaboradores y pone en riesgo su propia autoridad.
04. La fuerza y el valor de la autoridad es inversamente proporcional al nivel de voz que utiliza para dar e imponer órdenes, y a la necesidad constante de repetir las consignas para lograr su cumplimiento.
05. La autoridad debe admitir observaciones y críticas porque no duda de sí; el ejercicio del poder rechaza toda crítica y a los críticos porque teme que sean estrategias para desplazarlo o anularlo.
06. El orden del discurso de la autoridad es distinto del orden del discurso del poder: para convocar, para ordenar, para proponer, para mandar utilizan de manera absolutamente distinta los vocablos y se manejan con otra sintaxis.
07. El poder tiene una duración temporal y finalmente se pierde, porque quien no lo ejerce (de alguna manera) no lo posee. La autoridad se conserva aun cuando ya no se ocupen lugares o jerarquías.
08. Principalmente en la educación los que nos dejan huellas son los que han pasado por nuestra vida con verdadera autoridad. Los que simplemente han ejercido el poder nos dejan marcas y cicatrices de las que frecuentemente nunca nos curamos.
09. Uno puede aprender a ejercer la autoridad y a manejar el poder que comporta su ejercicio. Pero el ejercicio del poder en sí mismo – al margen de la autoridad - es frecuentemente el resultado de intuiciones y determinaciones que no se pueden transferir y que responden a manejos estratégicos de la realidad y de los subordinados.
10. La autoridad admite sus errores y la posibilidad de una corrección. El poder desconoce sus errores, o los tapa, o los justifica, porque todo error es visto e interpretados como una disminución en la cuota de poder.
02. La autoridad que se sostiene sobre la delegación de la autoridad en otros funcionarios intermedios y se alimenta con la confianza y la comunicación tiende a fortalecerse y a perfeccionarse en su ejercicio.
03. Si la autoridad - que delega en otros autoridad – interviene, en cada caso, para imponer autoridad, destruye la autoridad de sus colaboradores y pone en riesgo su propia autoridad.
04. La fuerza y el valor de la autoridad es inversamente proporcional al nivel de voz que utiliza para dar e imponer órdenes, y a la necesidad constante de repetir las consignas para lograr su cumplimiento.
05. La autoridad debe admitir observaciones y críticas porque no duda de sí; el ejercicio del poder rechaza toda crítica y a los críticos porque teme que sean estrategias para desplazarlo o anularlo.
06. El orden del discurso de la autoridad es distinto del orden del discurso del poder: para convocar, para ordenar, para proponer, para mandar utilizan de manera absolutamente distinta los vocablos y se manejan con otra sintaxis.
07. El poder tiene una duración temporal y finalmente se pierde, porque quien no lo ejerce (de alguna manera) no lo posee. La autoridad se conserva aun cuando ya no se ocupen lugares o jerarquías.
08. Principalmente en la educación los que nos dejan huellas son los que han pasado por nuestra vida con verdadera autoridad. Los que simplemente han ejercido el poder nos dejan marcas y cicatrices de las que frecuentemente nunca nos curamos.
09. Uno puede aprender a ejercer la autoridad y a manejar el poder que comporta su ejercicio. Pero el ejercicio del poder en sí mismo – al margen de la autoridad - es frecuentemente el resultado de intuiciones y determinaciones que no se pueden transferir y que responden a manejos estratégicos de la realidad y de los subordinados.
10. La autoridad admite sus errores y la posibilidad de una corrección. El poder desconoce sus errores, o los tapa, o los justifica, porque todo error es visto e interpretados como una disminución en la cuota de poder.
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