lunes, abril 30, 2007

078. EL VIENTO QUE ACARICIA EL PRADO

La película Inglesa que recrea la resistencia Irlandesa contra las tropas de ocupación inglesas es una pequeña joyita no sólo desde el punto de vista de la filmación, sino atendiendo a las diversas ideas que dispara y presenta. El juego de las imágenes y de los sonidos revela con crudeza y mucha fuerza la violencia que ejercen unos sobre otros: golpes, muertes, gritos, amenazas, torturas. No hay referencias generales sino directas, próximas, cercanas. El dolor que provoca y la rabia interior que genera se traduce en los diversos niveles de compromiso que asumen sus protagonistas que cambian su vida normal (con reconocimientos y futuros) por la presencia en medio de la tropa irregular que - en una suerte de guerrilla urbana y rural - sorprenden a los Ingleses. Al tema del compromiso se le van sumando las otras cuestiones que hilan mas fino la trama de las relaciones: las traiciones que se pagan con muertes y ejecuciones, las comunicaciones a los familiares, los rituales de la tortura, de la resistencia y de las despedidas ("escribe tus cartas") y - fundamentalmente - el tema de las determinaciones políticas que, cuando Inglaterra le ofrece una nueva figura de relación a Irlanda, divide a los mismos irlandeses que habían jugado en el mismo bando. ¿Vale la pena seguir resistiendo o es preferible aceptar las nuevas condiciones y construir desde allí el futuro?. Son los mismos irlandeses los que se apropian de los discursos (sacerdotes, soldados) y los procedimientos de los ingleses (violencia, traiciones, tortura). El final será el dilema mayor: dos hermanos quedan enfrentados y desde bandos opuestos terminan subordinados el uno al otro, como víctima y victimario. La despedida, los intentos de convencerlo para que abandone la luche y revele los secretos, la ejecución, la muerte y la comunicación de la misma a los familiares son antológicos. ¿Hasta dónde el compromiso polìtico puede desbordar los compromisos éticos? "Entre a esta guerra sin quererla, sin proponérmelo, porque me lo pidieron... y ahora no puedo salir de ella". La vida no nos obliga en el inicio de algunas determinaciones, pero se vuelve implacable cuando ya formamos parte de las cadenas de determinaciones.

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