domingo, mayo 06, 2007

084. LAS PLANTAS Y LOS HIJOS

Hay momentos que son claves en la vida de una planta: el primero es el ritual de la siembra, el nacimiento, el trasplante, el milagro de la vida, a través de los diversos medios: es hermoso ver cómo – de un día para otro – en la tierra debidamente preparada va surgiendo la vida nueva.

Pero hay un segundo momento importante: cuando la planta – especialmente los futuros árboles – ya se ha afirmado y comienza el camino de su crecimiento, no basta con remover la tierra y abonarla, regarla en su justa proporción, sino que es necesario sostener su crecimiento con una guía o un tutor que asegure que avanza como corresponde. Uno sabe que la planta interiormente se resiste y protesta: quisiera crecer libremente, sin tutelas, hacia cualquier lado porque el milagro de la vida le permite explotar en brotes y en ramas… pero el tutor es quien le pone la dirección indicada. Con suavidad pero con firmeza es imprescindible sujetar y atar. Esa es la fórmula del crecimiento: darle forma y orientar el desarrollo.

A la presencia del tutor se le agrega la tarea de la poda: es quitar para fortalecer, provocar dolor y privaciones para garantizar que la planta tenga mayor fuerza en su tronco y en sus ramas. La permite obedecer mejor a la forma y dirección que le otorga el tutor.

En ciertas etapas del crecimiento – cuando las plantas son más grandes, más fuertes, más altas – los tutores deben también crecer en fortaleza. Y cuando el tronco pueda mantener la copa por si mismo, se eliminan los tutores y las ligaduras.

Un caso especial lo constituyen las enredaderas o trepadoras porque frecuentemente se cree que son plantas libres, que crecen sin control. Sin embargo, si la trepadora no se agarra sola, tendremos que ir atándola sobre un soporte de madera y alambres a medida que crezca. Es la única manera de asegurar que puedan trepar, enredarse, adquirir formas. Algunas especies encuentran en las paredes o en otras plantas la forma de sostenerse: construyen ellas mismas el tutor y el límite con sus pequeñas raíces. Al hallar resistencia y límites pueden elevarse y crecer.

Cuando observamos el crecimiento de los chicos de diversas edades los asociamos naturalmente al crecimiento de las plantas. Un buen padre, una buena madre no son mas que buenos jardineros que con buenos y estratégicos tutores, con la poda necesaria aseguran el crecimiento hasta que los hijos tengan las alas necesarias para sostenerse solos en el aire y volar el vuelo propio.

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