domingo, junio 03, 2007

100. POR LA VENTANA Y FILOSOFIA MEDIEVAL

Nuevamente están allí. Apenas me asomo desde mi escritorio en donde mis papeles envuelven la vida y las ilusiones. Lejano a todo y el cuerpo apenas se asoma a la vida a través de los ojos y de los oídos. Allí están. Hace unos minutos: sonó el celular. Un solo sonido y el código funcionó: abrió suavemente la tapa del aparato y comprobó - presumo - la procedencia del mensaje. Y llamó: hablaron poco. A veces veo que este ritual es la antesala de largas conversaciones en donde su rostro se ilumina. Ella, por teléfono: abrime rápido, amor. Hace frío. Poco minutos restan entre la frase y la llegada. Lo arregla todo: cada detalle y el ambiente se pone cálido. Esta sereno, aguardándola. Finge seguir con su trabajo, pero seguramente ya no hay tema que lo atrape. Ha llegado ella, porque abandona la escena y se nota que corre o baja a abrirle. Allí estan nuevamente. No pueden esperar: se han comenzado a besar y ha abrazar desde el cierre de la puerta misma. No aguandan ya. Los cuerpos están deseosos y casi no hay palabras. Ella: te he extrañado, amor, te he extrañado demasiado. El: no importa ya, nada importa ya, estamos juntos. Entran cierran la puerta y se abrazan sin hablar en un beso único cargado de besos desesperadamente tiernos. Me cuesta seguir mirándolos, sin envidiarlos un poco. Me cuesta seguir con mis textos de filosofia. La filosofia medieval pesa más que esa maravillosa escena que disfruto. Ella: no puedo creerlo, amor, no puedo creerlo, que estemos juntos juevamente. El: lo estamos, amor, es obra tuya, me atrapaste. O nos atrapamos... Los manos - generosas y cargadas de misterios - comienzan a recorrer los cuerpos. Se detienen, ingresan en la ropa. acarician, vuelven a salir, pasan suavemente por los lugares indicados. No hablan: se aman, simplemente. Ella se acerca al equipo de música y pone un CD: bailan juntos. Hay un tema que los enloquece. Ella canta el estribillo: Quiero quedarme /Y que me abraces y que me digas que te quedarás aquí para amarme todo el día. Ella: ¿nos ponemos cómodos, amor? Volvemos a nuestro sillón? El: podría ser. Dejame que me encargue de ti, amor. Y la desnuda despacio serenamente, descubriendo paso a paso el cuerpo cargado de pasiones. Los besos interrumpen el ritual... Ella: y yo a ti, amor... y en gestos simétricos lo va despojando de todo. Han quedado desnudos los dos, los cuerpos gozan encontrándose, reconociéndose. El beso los une en un juego infinito arriba y los cuerpos juegan su juego en cada unas de las geografias mas abajo. Baja despacio y se detiene en el lugar exacto y besa sin usura. Imagino sus gemidos porque descubro sus movimientos espasmódicos. No hace falta mas. El amor sobreviene en un gesto infinito de ternura. No hablan ya: gozan simplemente. Como regreso a mis textos. No lo sé. Mer atrae esa figura única que han formado los dos cuerpos entrelazados, únicos, asociados. Permanecen asi, mientras renacen los besos. Ella: qué vamos a hacer con todo este amor? El: gastarlo todo. Ella: ¿se nos terminará? El: mientras mas lo gastemos mas amor habrá disponible. Ella: ¿nunca se termina? El: nunca. Somos nosotros los que decidimos cuando dejamos de invertir. Ahora mismo mientras nos amamos estamos produciendo mas amor. Ella: no tienes miedo a que todo esto no sea real? El: lo tengo, pero lo acallo con la realidad. Me pregunto dónde estaban todos estos besos, todas estas caricias, todo ese deseo, todos estos movimientos de los cuerpos agazapados y escondidos como a la espera. A dónde los hubiéramos depositado si no nos conocíamos... Ella: hubiera muerto con nosotros, amor, dentro de nosotros, como una flor que no logra florecer o una semilla sepultada. Los miro y asocio: potencia y acto. Allí esta expresándose lo que moraba en el interior de cada uno como a la espera. El ser y la posibilidad de ser. Cuestión de tiempo (antes y despues), custión ontológica (no ser y llegar a ser). Materia y forma: el amor los tiene como materia que han construido una nueva forma. Toda la metafísica depositada en la desnudez de los cuerpos que siguen abrazados en el sillón. Se acomodan, ordenan sus cuerpos: ella desnuda siente sobre él, desnudo. La abraza: le pide que la bese y le llena de besos el cuello y la espalda. Se acarician.. Ella: estuvimos toda una vida esperándonos? El: una vida pasado o una vida futura: el tiempo es relativo. SomoS los que fuimos o somos lo que seremos... Se cuentan historias de sus cuerpos: sus manchas, cicatrices, recuerdos: la geografia de sus cuerpos se está convirtiendo en un territorio conocido: es el surco en el que siembran el mismo amor. Ella: ¿y qué dirían tus hijos y los míos? El: ¿Dirían algo, amor? Ella: no podrían pensarlo de una mamá perfecta, sin historias, transparente. El: Tal vez me preguntarían por qué. O no. O lo imaginan y no me lo dicen. Soy para ellos el padre perfecto pero su concepto de perfección no incluye esta dimensión. Se ponen de pie, se abrazan, se besa y los cuerpo desnudos se encuentran nuevamente. Ella: Y si tu te mueres o si yo me muero, ¿como podremos llorarnos, nos dejarán expresar lo que sentimos? El: No nos moriremos nunca, amor. Ella: ¿Me vestís amor? quiero ser una nena para vos. La viste, despacio, prenda a prenda. Un beso por cada una de ella. Se viste y una larga conversación va cerrando el encuentro. El ritual de despedida, el tiempo, la sensación de eternidad, las obligaciones que les aguardan, los próximos encuentros... nuevamente los besos. No los veo mas: ha bajado a acompañarla, se deben haber besado hasta el último segundo. Vuelve a mis ojos el textos de filosofia medieval. Vuelve él a su escritorio: ordena, limpia, respira hondo, sonríe. Abre el celular, prende unas luces y saca una foto al rincón en el que está el sillón. Vuelve a sonreir. Sueña el teléfono: todo bien amor - ella - he llegado bien. Ya te extraño. Y es el final: me espera el problema de certeza y verdad en San Agustín, y su refutación del escepticismo académico. ¿Es real todo lo que he visto o es solamente una imagen fantasmal de una realidad que no llegaré nunca a conocer?

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