martes, septiembre 04, 2007

169. EL QUESO Y LOS GUSANOS + INQUISICION

El queso y los gusanos CARLO GINZBURG cuenta la historia de un molinero friuliano, Domenico Scandella, alias "Menocchio", que es condenado a la hoguera de la Inquisición a fines del siglo XVI por sus ideas avanzadas acerca de la religión y de la libertad. En esta narración aparecen varios niveles superpuestos para describir lo que parece imposible: una cosmovisión que no se puede construir a partir de documentos oficiales, sino de testimonios vagos y fuentes inciertas. Eso es quizás lo que obliga al artificio y a la erudición, a llenar las lagunas de una historia que no tiene narrador oficial. La empresa de Ginzburg representa riesgos metodológicos que son compensados por su intensidad literaria. El hilo que une las investigaciones de Ginzburg parece ser la intuición, una intuición que une hilos invisibles y que ha llamado "el paradigma indiciario": muchos indicios, pocas certezas, casi todo olfato. El mismo habla de su método: Enseñar a descifrar indicios no es fácil. Hace falta partir de un caso, analizarlo y decir: "Yo lo hice así, pero sepan que no me voy a encontrar con un caso exactamente igual a este". Creo que aquí no hay recetas. Sobre todo, no existen recetas sobre el modo de pasar de lo micro a lo macro, de un caso específico a la generalización. Estoy convencido de que el tema fundamental de la microhistoria es la generalización. Parece una paradoja, pero no lo es. Naturalmente, se trata de arribar a una generalización un poco más compleja de las corrientes. Para aprender a hacer esto es necesario desarrollar un talento analógico. Creo que en nuestro modo de estar en el mundo, la analogía tiene una importancia fundamental. Si no tuviéramos capacidad analógica, no sobreviríamos ni siquiera un minuto. (Pablo Rodríguez. La Nación. Agosto 2007)
En otros tiempos era lícito acusar, a quienes historiaban el pasado, de consignar únicamente las "gestas de los reyes". Hoy día ya no lo es, pues cada vez se investiga más sobre lo que ellos callaron, expurgaron o simplemente ignoraron. El queso y los gusanos narra la historia del molinero friulano Domenico Scandella, conocido como Menocchio, que murió en la hoguera por orden del Santo oficio a finales del siglo XVI. Mediante los expedientes del proceso inquisitorial y de otros documentos que dan cuenta de sus actividades económicas y otros aspectos de su vida, Ginzburg reconstruye un fragmento de la llamada "cultura popular" o "cultura de las clases subalternas", condenada al ostracismo por quienes sostienen que la reintegración de las clases subalternas en la historia sólo es posible a través de la demografía y la socilogía. Así, el caso de Menocchio se erige, por su singularidad, en símbolo de su tiempo y en una especie de eslabón perdido de un mundo oscuro, difícilmente asimilable al presente, pero del que, de alguna manera, somos deudores.
El queso y los gusanos es un volumen en el que el objeto explícito de análisis es un individuo, o mejor, nos hallamos ante un libro en el que su autor lleva a cabo la biografía parcial y posible de un sujeto marginal, basándose para ello en una serie de informaciones incompletas, fragmentarias o menores que proceden de una fuente inquisitorial. Esos datos le permiten narrar una vida y recuperar las ideas que defendió, unas ideas que le enfrentaron al sentido común de su época y al poder de la Iglesia.
Pero El queso y los gusanos es también un libro sobre la lectura. Menocchio dice y lee, Ginzburg lee lo que Menocchio dice ante los inquisidores y lee los libros que éste leyó y finalmente nosotros leemos a Ginzburg y leemos al molinero a partir de lo que dice a los inquisidores. Entre lo dicho y lo leído está la escritura, está por un lado la "escripción", un neologismo que alude al acto de transcribir una voz eliminando parte de la oralidad, y está por otro la narración. Podríamos así admitir que esa "escripción" se aproxima al ordo naturalis, al menos por lo que respeta a la sucesión cronológica, mientras que la escritura de Ginzburg sería el ordo artificialis. Esto es, en los términos de los formalistas rusos por los que él siente tanto aprecio, los hechos de Menocchio contenidos en el proceso son la fábula y la narración del historiador constituye la trama. Es, pues, ese entramado, la disposición de los incidentes que lo componen, aquello que hay que considerar.
¿Cuál es la tarea que Ginzburg se propone? ¿Por qué trabajar con una fuente tan poco fiable? El historiador se plantea rastrear el mundo cultural de las clases populares y es consciente de que este objeto apenas ha dejado huellas en el pasado. Por esa razón, un único testimonio, por extraordinario, sesgado o dudoso que sea, acaba siendo valiosísimo. Así pues, si de lo que se trata es de interpretar palabras y silencios, de reconstruir sus contextos y sus fuentes, y para ello no cuenta con suficientes documentos, no parece tener otro remedio que la narración conjetural.

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