lunes, octubre 29, 2007

205. ¿DONDE ESTA LA CASA DE MI AMIGO?

Una película deliciosa (iraní, 1987) para disfrutar, comentar y aprender:
Artículo orignariamente publicado en Letras de Cine nº 7.
La anécdota argumental de ¿Dónde está la casa de mi amigo?, extremadamente mínima como siempre en el cine del iraní -recuérdense trabajos precedentes como Pan y callejuela o La hora del recreo-, describe la pequeña odisea, recorriendo los ignotos caminos y callejones de un pueblo vecino al suyo, vivida por un niño de ocho años -Ahmed- y su intento de devolver el cuaderno de deberes que ha tomado por equivocación a su compañero de banco. Esta sencilla premisa, sin embargo, se ve enriquecida y adquiere un valor emotivo añadido cuando Ahmed, y el espectador, saben que de no entregar el cuaderno a tiempo, su amigo no podrá presentar los deberes hechos al día siguiente en clase, será duramente amonestado por el maestro y, probablemente, sea expulsado del colegio al acumular ya varias faltas de este tipo, tal es la amenaza del profesor.
Ahmed, gracias a su obstinada actitud, deberá superar una y mil veces la incomprensión de los adultos que encuentra a su paso –unos adultos que, paradójicamente, repiten incansablemente la necesidad que tiene el niño de adquirir responsabilidad y madurez, pero que demuestran al mismo tiempo esa misma falta de responsabilidad en ellos mismos–, remarcando de nuevo la recurrente insistencia con la que el realizador iraní vuelve a hablarnos del enorme poder que reside en la voluntad de todo ser humano. Así, el personaje principal –al igual que tantos otros protagonistas de otras tantas obras de Kiarostami–, no se dará por vencido en la conquista de su propósito aún cuando todas las situaciones que se le presenten sean adversas y el objetivo parezca, a cada minuto que pasa, prácticamente inalcanzable. Con una evidente sencillez y exigüidad de recursos técnicos –que no esconde a su vez una gran riqueza expresiva–, la película de Kiarostami deviene en una emotiva oda a la amistad en la que el niño Ahmed deberá hacer frente un mundo extraño y desconocido para él que pondrá a prueba su sentido de la responsabilidad. ¿Dónde está la casa de mi amigo?, para mí, el mejor trabajo realizado hasta la fecha por el director iraní, y en el que conviven de manera más acertada y equilibrada eso que se suele denominar "forma y fondo" sin que ninguna de ellas se resienta de la presencia de la otra.¿Dónde está la casa de mi amigo? es la película más redonda de su autor, y esa "redondez" no sólo es aplicable a su calidad en el sentido metafórico, sino también, y más literalmente, a su forma. La película presenta una estructura circular que recorrerá los mismos escenarios varias veces y que regresará, en la escena final, al mismo lugar donde empezó todo: el aula.
Este viaje de ida y vuelta incluye en su interior otros apuntes que funcionan a su vez a modo de cadencia, de son repetitivo, otorgando al conjunto un cierto aspecto de "musicalidad". Uno de ellos es el movimiento, el viaje repetitivo de ida y vuelta que Ahmed hace al pueblo de su compañero de pupitre. El niño va y viene de Poshteh en dos ocasiones y Kiarostami no vacila en filmar esos viajes de la misma manera y desde idénticas perspectivas, en las que sólo cambia el orden.
Todos los adultos que aparecen en escena no dudan en manifestar la necesidad que tiene Ahmed, y los demás niños, de adquirir responsabilidad y disciplina a la hora de crecer y "hacerse un hombre de bien", pero manifiestan, a su vez, en ellos mismos, esa falta de responsabilidad que promulgan, cuando ignoran y menosprecian el valor de la empresa que debe llevar a cabo el niño. Esta dificultad por crecer y aprender de manera correcta es puesta de manifiesto por Kiarostami al mostrar la imposibilidad del desarrollo de una dinámica educativa en ese entorno hostil: los niños deben sacrificar su aprendizaje educativo y su infancia –relegados a un segundo plano– en beneficio de la ayuda que han de prestar en las tareas del hogar y en los trabajos de sus padres. El discurso escolar del maestro se transforma en mera y vacía retórica frente a la cruda realidad a que tienen que enfrentarse a diario los niños a los que pretende dotar de conocimientos. El propio maestro revela también su condición de "adulto inconsciente" al no ser capaz de ver lo que sucede más allá de las páginas escritas de un cuaderno de deberes: las razones de porqué no se realizan, el porqué de los dolores de espalda de algunos alumnos, etc...
Sólo Ahmed parece dar el verdadero valor a las cosas, sólo él parece saber la importancia que tienen los actos y las consecuencias que acarrearía no llevarlos a cabo. El resto –los adultos–, aparecen como bustos parlantes, sin alma, proclamando a los cuatro vientos un discurso "docente" que demuestran ignorar. Para el maestro, el aprendizaje es un cuaderno de deberes hecho, para la madre es la ayuda en las tareas de la casa, para el abuelo es la obediencia ciega a sus caprichos,…incluso el carpintero no dudará en arrancar una de las hojas del cuaderno –que tanto valor tiene para el niño– para garabatear unas notas ignorando las súplicas de Ahmed. Para todo ellos, la principal virtud es el sometimiento y la obediencia –al maestro, al padre, a la madre, al abuelo–. Todo lo demás no importa. Y es ahí donde se asienta uno de los principales valores del discurso kiarostámico en el film: la libertad de acción, la desobediencia del niño frente a la disciplina inconsciente y equivocada promulgada por los adultos.
¿Dónde está la casa de mi amigo? está cargada también de un gran valor simbólico. Su título original –¿Dónde está la morada del amigo?– está extraído de uno de los poemas de Sohrab Sepehri, poeta a quien se incluye una dedicatoria al comienzo del film, y no han faltado quienes han llamado la atención sobre la doble lectura que esconde la palabra "amigo" del título –amigo es uno de los nombres de Dios en la tradición poética persa–, lo que pudiera llevar a interpretar que el viaje a "la morada del amigo" representaría una búsqueda mística. Ante esta lectura, llama la atención el hermoso momento en el que lo místico, lo sobrenatural, parece irrumpir en la película: aquel en el que Ahmed se retira a su habitación y toma la decisión de realizar los deberes de su amigo, arrodillado ante el cuaderno. La fuerza del viento que sacude en el exterior de la vivienda hace que la puerta de su cuarto se abra violentamente mostrando al niño postrado ante la libreta y girado su rostro hacia la puerta que deja ver la ropa tendida y sacudida por la furia del vendaval. El plano parece dar a este definitivo gesto de amistad la categoría de sagrado.
La estructura de la película también presenta dos momentos especialmente remarcables –y brillantes–, debido a la ruptura narrativa que provocan. Durante toda la película, la cámara acompaña sin descanso al personaje de Ahmed en su odisea, pero hay dos instantes en los que el niño desaparece de escena y la cámara "se queda" en el escenario abandonado por éste, con otros personajes. Uno de ellos es el momento en el que su abuelo envía gratuitamente al niño a buscar sus cigarrillos y en el que explica a un vecino su particular sentido de la disciplina que pretende inculcar a su nieto. El otro es aquel en el que Ahmed emprende su regreso de noche a Koker y la cámara "se queda" otra vez unos minutos con el anciano ebanista que le ha ayudado. Dos momentos cruciales que sirven para mostrar dos aspectos y dos actitudes bien diferentes de una misma y vieja generación.
En la escena que cierra la película, a la mañana siguiente, Ahmed llega a clase con retraso, pero a tiempo de evitar la amonestación y expulsión de su amigo. Preguntado por el profesor por la causa de su retraso, Ahmed contestará que viene de Poshteh, lo que contraria ligeramente al profesor, ya que Ahmed vive en Koker, cerca de la escuela. Ahmed rectificará rápidamente, pero el espectador atento descubre en ese gesto del niño que la epopeya vivida por Ahmed aún ha proseguido esa misma mañana y que el niño ha insistido y repetido su viaje a Poshteh buscando dar con su amigo una vez más antes de ir a clase. Ahmed tomará asiento junto a su compañero de pupitre a tiempo de hacerle entrega del cuaderno de deberes –rellenado por él– momentos antes de que el profesor lo examine y lo corrija con buena nota: "Bien. Buen chico".

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