domingo, agosto 10, 2008

330. CLAUSTROS INVISIBLES


Cuando se habla de las sociedades disciplinarias, se menciona el triple encierro de las estructuras de las mismas (cárcel, sanatorio, manicomio, ejército, escuela). En realidad el modelo es monacal: el monje está encerrado en su celda, en el ámbito en que comparte trabajo u oración con la comunidad, y el muro que divide al monasterio del mundo. La salida de estas estructuras es casi imposible, sin autorizaciones que las legitimen.

A veces, las personas viven encerrados en claustros invisibles que lo protegen, le otorgan seguridad, pero lo encierran. Y resulta difícil sacarse ese encierro: reconocerlo, reconocer los muros, imaginar la salida. A veces es necesaria la presencia de un iluminador, de un derrribador de muros, de alguien con la totalidad de las llaves, los permisos, los salvoconductos. Uno puede vivir toda la vida encerrado en esos claustros que no dejan ver sus muros, que se tornan visibles cuando alguien nos lo señala, los hace sona, los golpea... y frecuentemente, y a pesar del descubrimiento, no hay intención de salir, de liberarse.

Un trabajo, un lugar, una profesión o ese pantanoso territorio de los afectos en donde el presunto amor se puede convertir en una costumbre y la costumbre edificiar año a años, ritual a ritual el claustro invisible que nos impide ser feliz. Y para siempre.

No hay comentarios.: