lunes, junio 18, 2007

121. LOS CAMBIOS DE LOS TIEMPOS

  • En los últimos treinta años, la familia sufrió una revolución. La institución más acosada parece la de la pareja, que sin embargo resiste cuando logra forjar formas más flexibles de convivencia.
  • En una pareja existen riesgos. Y en especial, el riesgo de una crisis. Debemos entender que las parejas de hoy son parejas que van a conocer la crisis. Los que duran, casados o no, son aquellos que han podido sobrellevar su crisis, que son fases normales en la evolución de una pareja, frente a las grandes cuestiones que nos plantea la vida: las felicidades que llegan, las infelicidades, las transformaciones en el status profesional.... Por eso, el verdadero casamiento, el ideal de la pareja, es el re-casamiento.
  • Estar casado hoy, estar en pareja, es ser capaz de renovar un contrato cada día. El verdadero ideal no es "se casaron y tuvieron muchos hijos", sino que es "se casaron y se volvieron a casar, y se volvieron a casar".
  • Hay muchas formas de armar las parejas. Lo que todos tenemos en común es que nosotros sabemos que la responsabilidad de seguir con una vida en común, o de interrumpirla, es una cuestión que pertenece a nuestra conciencia y nos enfrenta con nuestras responsabilidades. Ya no es la sociedad la que puede decir por nosotros si formamos una pareja o no.
  • Creo que todo el mundo está de acuerdo en decir que hace treinta años ha comenzado una gran mutación. Se vio un cambio en todos los indicadores demográficos: la disminución de la fecundidad, el aumento del número de uniones libres, la disminución de casamientos, el incremento de separaciones, el aumento de las familias monoparentales o ensambladas, y todo esto aparecía como una muy poderosa ruptura con respecto a la familia tal como se la había conocido en los años 40 y 50. Los juicios en cuanto a esta transformación fueron bastante opuestos. Una parte de los especialistas consideró que estábamos asistiendo a una crisis de la familia, a una pérdida de valores, bajo el efecto de un individualismo desenfrenado. Otro sector consideró que estos cambios manifestaban un progreso en relación con un modelo tradicional considerado como opresivo para el individuo. Por ende, se interpretaron estos cambios como el efecto de emancipación del individuo. De hecho, pese a estar opuestos en el juicio, ambos estaban de acuerdo en cuanto a identificar el problema en tanto pasaje de la familia al individuo.
  • Entonces, es posible una interpretación diferente de los cambios, basada en la recomposición de las relaciones familiares. Mi hipótesis es que hasta ahora, focalizándonos en el problema del individualismo, no se estableció suficientemente el vínculo entre las transformaciones de la familia y los progresos en la igualdad de los sexos. Todo ocurrió como si la cuestión de la familia y la de las relaciones hombre-mujer fueran cuestiones separadas. Y me parece que, al contrario, están absolutamente vinculadas, y esto se nota cuando se toma un poco de perspectiva para comparar las concepciones de la pareja en los principios de la modernidad y las de hoy.
  • Todos los sistemas de parentesco hacen la diferencia entre los lugares de parentesco masculinos y femeninos. Por ende, el parentesco es uno de los sistemas en el que se organiza la distinción de sexo, de edades y de generaciones. Y por mucho tiempo, nuestras sociedades democráticas han aceptado considerar que las relaciones de sexo podían ser concebidas acorde a un modelo jerárquico. En la concepción clásica de la familia, fundada en el matrimonio, que constituye la pareja como una suerte de unidad —lo que de a dos sólo hace uno—, esta unidad es asegurada por la preeminencia del marido. Pienso que la larga dinámica de la igualdad de sexos fue una reevaluación, un replanteo de esta concepción de la pareja. Cuanto más la mujer fue considerada una igual del hombre, y más ha sido querida como una interlocutora del hombre, ya no se puede imaginar a la pareja como esta unidad, y poco a poco aparece otra concepción, que yo llamo la pareja dúo.
  • Un dúo, como en el tango. Un dúo como en la música. Ya no lo que con dos sólo hace uno, sino lo que con uno y uno hace dos. Pero dos no es la simple suma de uno más uno.
  • Son necesarias dos voces diferentes para cantar, hacen falta dos cuerpos diferentes para bailar, y todo el arte del dúo es lograr brindarle una cierta armonía a esa diferencia. En el nuevo modelo de pareja en tanto dúo, lo que hace el vínculo y la unión es el valor dado a la conversación. No era así en el pasado. Por supuesto, se discutía en una pareja. Pero en el fondo, el marido tenía la última palabra.
IRENE THERY (ANTROPOLOGA) CLARIN. DOMINGO DEL DIARIA DEL PADRE

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